De Uyuni, un gran pueblo, partimos rumbo a Potosí. Nos esperaba 230 km por los picos más altos de la Pachamama. El gobierno actual, está asfaltando las carreteras y un nuevo camino nos llevó a destino.
Cualquiera que llegue hoy a las puertas de Potosí, principal artífice del esplendor de Europa entre los siglos XVI y XVIII, siente frío en la sangre. Con cerca de 2.000 millones de onzas de plata sacadas de su Cerro Rico durante la Colonia, esta urbe, que pavimentaba sus calles con adoquines de plata, impulsó el Renacimiento y contribuyó a financiar la Armada Invencible. Hoy, Potosí es una ciudad moribunda.
Las calles están envueltas por la mugre y por los mercados, que en los fines de semana, cubren las grandes avenidas con toldos y fierros para poder subsistir vendiendo ropa, electrodomésticos, bicicletas, celulares y hasta carnes y frutas.
Las lecciones que dio la historia de Potosí en su larga vida tienen que servir para que en la actualidad y en el futuro se pueda sacar provecho de estas concesiones que dio y da la naturaleza, pero en beneficio del pueblo boliviano.
Hasta el momento eso no parece pasar, los medios de comunicación y los gobiernos regionales, ocultan a la gran población los explotadores y la existencia misma de estos recursos.
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