jueves, 26 de octubre de 2023

Pensamientos viajeros II

 

  1. La libertad no se encuentra al llegar, se desata al partir.
    Es el momento en que el viento sopla en contra y vos igual seguís caminando.
    No se compra, no se enseña, no se gana: la libertad es el polvo que dejás atrás cuando elegís tu propio rumbo. 
  1. Yiramundi es la tierra que camina, el espíritu nómada que no se cansa.
    Va en cada paso de quien busca sin saber qué, y encuentra sin darse cuenta.
    No tiene mapa ni bandera, pero sí memoria.
    Viajar es despertar el yiramundi que llevamos dormido en los pies. 
  1. El viaje no cambia el paisaje: cambia al que lo mira.
    Cada frontera cruzada es una piel que se cae.
    Cada noche afuera es una semilla.
    Y al volver, no sos el mismo.
    Y no importa: ya no querés serlo. 
  1. La carretera no tiene promesas.
    Sólo ofrece lo que es: camino, incertidumbre y horizonte.
    Pero en su brutal honestidad, te da lo que ninguna ciudad:
    la posibilidad de perderte sin culpa. 
  1. Viajar con alguien es ver cómo se mueve su alma.
    En los silencios compartidos, en los mapas mal leídos, en el frío de una carpa o en un mate compartido con sed.
    El amor que sobrevive al viaje no necesita pruebas: ya pasó la más grande. 
  1. El mundo te quiere quieto, callado, obediente.
    Pero al viajar descubrís que la humanidad no está en las pantallas, sino en una mujer que te da agua en un pueblo sin nombre, en un viejo que te señala el camino con los ojos. La matrix cruje cuando te largás a andar. 
  1. No hay WiFi en la montaña, pero hay señal.
    La tierra te escucha, te sostiene, te enseña a respirar distinto.
    Dormir bajo estrellas que nadie encendió, te recuerda que no sos el centro, sino apenas un latido más de la Pachamama. 
  1. No hace falta ir lejos para viajar.
    A veces, cerrar los ojos y escuchar el silencio de adentro es el viaje más largo y más honesto.
    El equipaje: tus preguntas.
    El destino: vos mismo. 
  1. El mar te dice: fluí.
    La montaña te dice: resistí.
    Y vos, en medio, aprendés a hacer ambas cosas.
    A veces, ser viajero es aprender idiomas que no se hablan con palabras. 
  1. En cada rincón de América Latina hay un canto que no murió, una lengua que resiste, una abuela que guarda historias como quien guarda semillas.
    Viajar sin mucho dinero es también un acto político:
    te obliga a mirar, a pedir, a agradecer.
    El mochilero sin dinero a veces es el más rico:
    lleva en la espalda el peso del mundo y en el corazón, la ternura de los pueblos que aún luchan.