lunes, 30 de marzo de 2015

Estación Punta del Diablo

“Y la vida es uno mismo, y uno mismo son los otros”... 
Juan Carlos Onetti

Salimos de Ocean Park con la iniciativa de hospedarnos en Punta del Diablo y así ocurrió. Antes del medio día, estábamos por la carretera superando la distancia pertinente. A sólo 200 Km. De Punta del Este, nos introducimos en un mundo distinto, el de PUNTA DEL DIABLO. 

Por la ruta 9, paseamos por la Laguna de Rocha, en la cual se está construyendo un puente circular y paramos a almorzar en La Pedrera, mirando el mar.

Cerca de las 17 horas, visualizamos el pueblo de 800 habitantes y 0 hoteles. Todo lo que empezamos a observar eran posadas y cabañas y bares y restaurantes.
“Un lugar lleno de mística, alimentada por su nombre y viejas historias de naufragios”. Dice la web Punta del Diablo “aún sigue siendo un pueblo de pescadores y artesanas, que, viviendo al ritmo de las estaciones y las mareas, reivindica el contacto con la naturaleza como forma de vida”.
Nosotros, nos hospedamos en la “casa de Pablo” por 8 dólares cada uno. En un hospedaje con habitaciones privadas y compartidas, comedor y cocina. En donde respiramos brisas de libertad y amistad. Punta del Diablo, nos habían dicho “es un viaje hacia el mar. Aquí no hay celulares, ni computadoras, ni jefes, ni súbditos”. Y, algo de todo esto es verdad.

Los lugares turísticos cercanos son: el área costero-marina protegida de Cerro Verde, una punta rocosa elevada cubierta por vegetación y ubicada en la jurisdicción del Parque Nacional de Santa Teresa, el parque y la fortaleza de Santa Teresa, el balneario La Coronilla, la ciudad de Chuy, el fuerte San Miguel y el balneario La Esmeralda.
Pero más allá, de estos argumentos naturales y vivenciales, con Tama fuimos en busca de Sergio, un amigo que habíamos estrechado relaciones en Máncora (Perú) en 2014. Y nos re-encontramos en el Hostal donde brinda sus servicios para seguir viajando en tiempos de descanso.

La magia, sin dudas, de los viajeros que se encuentran y desencuentran por la distancia, sigue intacta. Sergio, se sorprendió al vernos en la puerta de su “segunda” casa y un abrazo eterno fue el acto de amistad.
Y entre charlas y mates, fuimos a caminar por la playa y el parque Santa Teresa.
En resumen, Punta del Diablo, fue un punto de encuentros, de viajes internos y de naturaleza junto al mar.

Próxima Estación, Buenos Aires y Manu Chao

viernes, 27 de marzo de 2015

Estación Piriapolis

“No vale la pena vivir para ganar, vale la pena vivir para seguir tu conciencia”… 
Mientras, en el mundo nos inducen al egoísmo.
Yiramundi

Fuimos a Piriapolis con la iniciativa de conocer otras playas y para caminar el Cerro Pan de Azúcar. Pues Nico, nos había adelantando con lo que nos íbamos a encontrar y fuimos en busca de la aventura.
En manos de Nico, agarramos la carretera y fuimos mirando los lugares que habíamos recorrido unos días atrás en bicicleta. La ciudad, que tiene un entorno de más de 25 kilómetros de playa, nos empezó a ofrecer una gran variedad de vegetación y éxtasis para los ojos. 
A priori, estacionamos en la base del Cerro Pan de Azúcar. Y como lo describe priapolis.com es inconfundible por sus paredes de piedra y la cruz de 35 m de altura que se encuentra en su cima, el Cerro se hace visible desde casi todos los rincones de Piriápolis.
En la base del cerro se encuentra una de las reservas de fauna y flora autóctona más importantes del Uruguay. Según la web “Allí se encuentran en su habitat natural, animales autóctonos del Uruguay, en muchos casos, especies extinguidas o en peligro de extinción. En ella se ha llevado adelante con éxito el proyecto de reproducción y cría en cautiverio del venado de campo”. 
Nosotros, después de recorrer algunos senderos y con un calor agobiante para la caminata, empezamos a subir sus más de 380 mts. de altura por senderos entre bosques y piedras, con adecuada señalización.
Una vista panorámica, un descanso y unos besos al viento, fueron los que nos depararon en la cima. Marcos, una vez arriba, llego hasta los brazos de la cruz.
Después del descenso, seguimos ruta hacia la mar llegando a la Rambla de los Argentinos, una avenida costanera que toma su nombre de los clientes mayoritarios de los hoteles del fundador de la ciudad, Francisco Piria. 
Y allí vajamos, en la playa del centro, que es sin dudas la más popular y concurrida de la ciudad. En donde los deportes acuáticos abundan en sus aguas. La web de Priapolis, afirma que está dividida por espigones para frenar la acción del mar sobre la arena ya que es la playa más “movida” de Piriápolis.
Nosotros, en cambio, disfrutamos de su tranquilidad y observamos el ocaso del sol. Donde los “locales” se acercan horas o minutos antes para contemplarlo. Los aplausos y los gritos, se hacen gritos de guerra cuando la estrella de luz se esconde en las aguas del atlántico.
Lindo atardecer, de playa y sol. De amistad y compañerismo. Lindo día, como son en definitiva, los días en viaje.

Próxima Estación… Punta del Diablo

martes, 24 de marzo de 2015

Estación Punta del Este

“No vale la pena vivir para ganar,
vale la pena vivir para seguir tu conciencia”…
Mientras, en el mundo nos inducen al egoísmo. 

Desde la llegada a Ocean Park, el viaje se convirtió en otro viaje. La bicicleta, quedó a un costado de la casa de Nico y Mari, y las cartas se volvieron a barajar.
Todo lo que vendría tenía olor a mar, a sabor a rica comida, a vinos y fernet en ronda y sobre todo, a descubrirnos a nosotros mismos. Re-inventarnos con lo que nos rodeaba y sentir el abrazo amigo del compañero.

La Mansa
Así, después del desayuno, partimos rumbo a Punta del Este, playa top para los argentinos que viven en country o que desconocen la realidad de las calles. Sin dudas, nosotros fuimos con la expectativa de saber qué es lo que atrapa de esta ciudad. 

Pues, antes de pisar la tan “famosa” playa, hicimos un breve recorrido por Punta Ballena y descendimos a Las Grutas. Sin dudas, una hermosa geografía nos acobijó entre rocas y agua, donde las aguas vivas flotaban custodiando la costa de la mar.
Allí, pasamos el tiempo. Cuando el tiempo fue sólo viento y sonrisas.
Y después de un tiempo ilimitado de agujas, partimos hacia la mansa y pisamos arena en la playa 19. Dónde los edificios ocuparon el lugar de las rocas y un crucero, el agua de las merluzas picantonas.
Sentados, observando el mar, entre fernet y sadwuches de carne, el sol fue colapsando y una paleta de colores empezó a pintar el cielo celeste del este uruguayo. El agua, mansa como su nombre, nos recibió con cálidas corrientes en donde flotamos y nadamos hacia la nada misma.
Y salió el mate, en tierras en donde el termo y la yerba van bajo el brazo hasta cuando se maneja una moto o bicicleta. Y descubrimos el atardecer y su magia. La magia que Nico y Mari nos hicieron saber desde su estadía en Ocean Park.
El cielo se fue desfigurando y la oscuridad fue apoderándose de los colores cálidos del atardecer. Y el nuevo viaje, empezó a jugar sus primeras cartas. 
Porque viajar, nos abre la mente y las puertas del mundo, nos da un hogar en cada casa y nos da el valor de valorar un lugar que extraña nuestro hogar y también nos da una noche para recorrer nuestro interior, nacer otra vez, crecer y volver, para saber que un viaje no es un milagro sino que el milagro, es la vida en viaje.

La Brava
Al levantarnos, la rutina del encuentro se producía en el desayuno, en donde todos se cargaban de energía para hacer del día el mejor de los días. 

En dos autos, las mujeres en el VW y nosotros, en el Citroën, partimos rumbo a la Brava. Para ello, debimos cruzar la ciudad de Punta del Este en su totalidad, en donde el puerto y las palmeras, los bares y los finos edificios con pileta en los balcones, decoraban el camino de la costanera.
El monumento a los pioneros, la terminal de buses y la tan fotografiada mano en la arena, fueron lo que percibimos antes de estacionar los vehículos y bajar a la playa casi directa al faro, en donde el Río de la Plata se deja mojar por el agua salada.
El viento, por momentos, se apoderó de la escena y la arena picaba en nuestros cuerpos. A falta de fernet, la cerveza uruguaya apareció en nuestros paladares y sufrimos el “austero” valor de las cosas. No nos habíamos dado cuenta, que en Punta todo tiene otro precio y fuimos “víctimas” de la ley de Mercado.
La playa, amplia y con un mar similar al que estamos acostumbrados a bañarnos, fueron los testigos de nuestra alegría. Las charlas, extensas y con contenido, iban intensificándose a medida que el tiempo de re-descubrirnos creaba incertidumbres y certezas.
En tanto, apareció la número 5 y el fútbol-tenis se hizo espacio en la inmensidad de la playa. El Cabeza, Pechu y el Tano, danzaron junto a la caprichosa que picaba y volaba por los aires a su antojo y merced porque el viento y la arena blanda, también hicieron su juego.    
Finalmente, sin que el sol se oculte en la mar, fuimos rumbo a Ocean Park a preparar la cena y la noche. Porque también vivimos bajo la luna. Porque viajar de noche nos motiva a dejar lo que perdimos y encontrar lo que buscamos y nos hace encontrar lo que somos, nos hace ser lo que perdimos.

La Amistad
 Desde que dejamos Máncora, con Tama sabíamos que con Nico y Noe nos íbamos a volver a encontrar para seguir alimentando la amistad de viajes. 

Porque los amigos que se conocen en tierras lejanas se aferran a lo más cercano del corazón. No sólo son aves de paso en la vida de uno, sino que se convierten en compañeros de la vida.
Y otra vez, la mansa y la playa 19 fue el lugar elegido para que nuestros brazos se entrelazaran en un abrazo infinito. Las risas, las palabras, las muecas y sobre todo, el respeto mutuo, hicieron de esa tarde una misa de la amistad.
Con los sentimientos a flor de abril, las risas se complementaron. Y seguimos el viaje, hacia el interior. Porque viajar es como mirar con los ojos abiertos al tiempo, es romper el mapa y las distancias, soltar los fantasmas y olvidar los prejuicios, viajar es crear nuestra suerte, hilvanar la imaginación y tejer los sueños.
Y este viajar, nos hace ver nuevos paisajes con viejos ojos y con otros ojos los mismos paisajes. Nos ayuda a entender que somos distintos, y sobre todo, que todos somos iguales. Gracias, amigos…


Próxima Estación, Piriapolis

jueves, 19 de marzo de 2015

Estación Ocean Park

Seguir el viaje y ese “que se yo” que se vive diariamente cuando el cuerpo flota y la mente navega sin rumbos y con misterios.
¿Qué somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿De a dónde venimos? Son más que interrogantes que nos planteamos mientras Tama cebaba el mate, Nico trituraba el queso, Marcos endulzaba las galletas, Eli revolvía el café con leche, María escogía su taza y quién escribe, se enamoraba de todo lo que lo envolvía. 

Y lo que nos rodeaba, era una atmósfera de libertad explícitamente libre de contaminación ambiental y discursiva porque nuestros días en Ocean Park estuvieron lejos de la televisión que miente, de los diarios que desinforman, de las publicidades que inducen, de los lujos que provocan egoísmos y de lo inhumana que es la vida en el cemento.
El bosque, que habita aproximadamente a 250 personas, está ubicado en el kilómetro 111 y a 15 minutos del bullicio de Punta del Este. La historia dice que fue creado en 1960 y que sus lotes se empezaron a vender en una oficina ubicada en la ciudad de Buenos Aires.
Donde la idea principal fue hacer un barrio privado y de allí el nombre en inglés, poco frecuente por estas latitudes. Sin contar precisamente la cantidad de construcciones, se pueden apreciar dos supermercados, una farmacia, un bar y un parador en la playa. Y todo lo demás, es Madre Tierra en su esplendor.
Entonces, todas las preguntas que nos hicimos al comienzo del texto, se fueron resolviendo y dándole apertura a otros interrogantes que se desarrollaron a lo largo de la estadía. La playa, silvestre, amplia y sin viento, nos abrazó por las tardes, cuando el sol se hacía luna y el cielo se transformaba en una paleta de muchos colores.
Aquí, la amistad y el silencio, porque el silencio es un compañero de los viajes, anduvieron haciendo su viaje. Porque vamos por fuera, caminando y dejando huellas y también por adentro, alimentado el alma y el corazón.
El corazón que late por el amor que recibimos y ofrecemos y el alma, que se regocija y sobrepasa la materia y el pensamiento.
Mientras creo terminar estas líneas, Nico prepara la parrilla, Marcos enciende el fuego, las chicas charlan en la cocina y yo, observo y veo, lo lindo que es vivir en comunidad… gracias al viento y a sus estrellas, que nos dan energía para vivir.

Próxima estación, Punta del Este  

martes, 17 de marzo de 2015

Estación “Llegada a Ocean Park”

El amor no es repetición. Cada acto de amor es un ciclo en sí mismo, una órbita cerrada en su propio ritual. Es, cómo podría explicarte, un puño de vida… Mario Benedetti

Ese domingo amaneció aún más caluroso que los previos radiantes días, el sol ardía desde tempranas horas. De mañana, ya se sentía burbujear una algarabía interior que se agitaba con el acercamiento de las bicicletas. Salí a hacer unas compras sintiendo su cercanía e inspirándome con algunas ideas para recibirlos. Luego de un almuerzo con amigos, volví a casa para empezar a preparar el ambiente que los cobijaría a su llegada. 

Mientras limpiaba la parrilla e ideaba como alumbrar una mesa al aire libre en el jardín, recordé súbitamente que no había comprado pomelo, la gaseosa de pomelo, esa que con su sabor y frescura ha conquistado nuestro paladar como acompañamiento para el  fernet.  Y así, en ese mismo instante, pensando en el fernet con pomelo y en el termo amarillo y verde, salí inmediatamente hacia el mercado que está a la entrada de Ocean Park, balneario que no se por qué motivo lo habrán bautizado en el idioma inglés pero que de inglés nada tiene, pues aquí la vida late con intensidad inconmensurable.
Estaba llegando con el auto al mercado cercano a la ruta y entre los rayos del atardecer que impregnaba la visión de matices dorados, vi unos chalecos fluorescentes brillando escandalosamente, eran ellos. Con la incertidumbre de lo nuevo y con el corazón abierto fui a recibirlos salteando mi parada por el mercado.
Y ahí estaban, todos con ojos radiantes, exhaustos del desgaste de un día largo de pedaleada bajo un sol muy potente, pero con las miradas rebosantes de alegría y de ganas de vivir y disfrutar. Luego de una catarata de abrazos y unas fotos con el cartel de “Ocean Park Bienvenidos” tomadas como trofeo y como inicio de una nueva etapa,  me dispuse un momento para ir a comprar pomelo antes de meternos en el bosque.
Mientras me dirigía hacia el mercado los miraba con la admiración de un niño, los cinco abrazados en ronda, cantando y saltando a la vez que giraban como un zamba, parecían futbolistas que acababan de ganar la copa del mundo, yo sonreía al verlos, ya había comenzado a disfrutar de ellos.
Y ahí salimos todos por las calles coloradas de pequeñísimas piedritas hacia la casa Inti. En el aire se respiraba frescura que estuvo a punto de ser cortada cuando el Tano, distendido por la llegada y el cansancio acumulado, y alentado por sus ganas de conversar, entró en una nube de distracción que casi derivó en un atropellamiento a Eliana y su bicicleta de ruedas angostas y de veloces descensos.
Llegamos a casa, allí estaban Mari y la Flaca que me acompañaban a observar el espectáculo de su llegada, las bicicletas apiladas, el pasto para tirarse, el agua, la distensión y el sentir de bienvenida.
Disfruté de ese momento con el impacto del asombro de un encuentro totalmente nuevo y llameante, haciendo registros de unas sensaciones increíbles. El atardecer era mágico y aún no sabían que una de mis aguas preferidas esperaba por ellos, aún no conocían esa playa que los atraparía con su hechizo.
Propusimos con Mari que lo mejor era ir a visitar con urgencia la mar, el sol acababa de desaparecer pero los reflejos de sus colores todavía pintaban cuadros sobre unas pequeñas y dispersas nubes en el horizonte. Caminamos unas cuadras hacia la playa con la alegría de los sueños palpables, subimos los médanos y ahí apareció la preciosa mar para inspirarnos con la majestuosa calma que reinaba en su profundidad.
Y vieron esa playa y esa mar por primera vez, y al igual que me pasó a mí, creo que jamás podrán olvidarlo. Su  belleza nos llamó inmediatamente y sin lugar a dudas nos enrumbamos hacía esa mar cálida y transparente. Anecdótico y digno de filmación fue la entrada al agua del Tano y del Negro, ambos agotados luego de la travesía en bicicleta, quisieron entrar corriendo al agua… pero el estado de debilidad en que se encontraban sus piernas mas algunos pequeños pocitos en la orilla, causaron un colapso a la altura de las rodillas provocando un precipitado ingreso al mundo acuoso, cayendo de cabeza cuando el agua ni siquiera cubría la mitad de sus pantorrillas.
En medio de la calidez de esas aguas transparentes y de los colores del atardecer, hablábamos casi a los gritos de la emoción y reíamos de tan hermoso regalo. Ese fue el bautismo de llegada de unos días que serían inolvidables.
Volvíamos a casa y las estrellas ya brillaban en un cielo aún con tono celeste. Detrás quedaban caminando a paso lento Pechuga y la Rusa, avanzaban caminando de la mano, sus sonrisas parecían permanecer perennes entre el bosque que ya estaba siendo atravesado por el anochecer. Aquel viaje, inicialmente planeado por ellos estaba acaeciendo en medio de unas vibraciones fascinantes y se había vuelto más rico de lo imaginado.
Supongo que sentirían una alegría adicional al ver su impulso creativo transformado en realidad encantadora. Llegamos a la casa y mientras la banda fluorescente armaba las carpas y se acomodaba un poco, comenzamos a preparar el escenario de esa noche. La noche en sí misma era un vientre alucinante, la temperatura era perfecta, el bosque permanecía en una calma vibrante al sonar de una orquesta de grillos, la luna gigante asomaba por detrás de unos enormes y pintorescos pinos, una música de ondas suaves, marcadas y profundas comenzó a formar otro vientre dentro de la misma noche.
Y el fuego comenzó a arder en la parrilla, grandes troncos apilados ofrecían de apoyo a una lámpara de luz amarilla y cálida, otra mesa de troncos para apoyar los bocados que irían saliendo, el puff rojo invitando a ser disfrutado, el termo fernetero  moviéndose de vaso en vaso, y empezaron a salir provoletas,  y la energía seguía subiendo al compás de relatos asombrosos y de la incertidumbre del instante, envolviéndonos poco a poco en una hermosa locura. Todos alrededor del fuego, algunos estirados en el pasto, compartimos la riqueza del encuentro y brindamos sin cesar.
Aquella noche, las miradas de todos tenían un brillo especial, ese brillo que entrega el alma cuando abre sus puertas al amor y a la amistad. Y sentí que todos estábamos en la misma sintonía, decididos a abrir el corazón, a ser y dejar ser, dispuestos a disfrutar y aprender de nosotros mismos, y así, embebidos en el cielo estrellado y en una burbuja de cariño, comimos unos sabrosos sanguchitos de un vacío que coqueteó con el mundo interior de nuestra boca al compás de la elevada nota de esa noche.
Esa noche fue extraordinaria, reímos y nos disfrutamos mutuamente, potenciándonos entre nosotros, sintiendo los perfumes de la libertad y la alegría que nos acompañarían en los días subsiguientes. Mari preparó un postre de bienvenida, una exquisita torta de ricota con pasas de ciruelas, que nos obsequió el último pico de locura para irnos a descansar embriagados de placer y regocijados de tan hermoso momento, nos dispusimos a marchar hacia el mundo de los sueños con el anhelo de despertar a un nuevo día, mientras en mi interior resonaba esa canción de los piojos que dice...  “cierro los ojos, no imagino algo mejor…”

Próxima estación… Punta del Este

viernes, 13 de marzo de 2015

Estación Atlantida

Amaneciendo a pasos de la arena...

El calor del sol una vez más comenzó a irradiar. Preparamos el cuerpo y la mente con un rico desayuno en ronda y amistad, tomando conciencia del largo recorrido que teníamos por delante y sin mayores demoras salimos al ruedo. 

Ese día pareció tener más horas …cruzando la ciudad de Montevideo, la cual nos mostró, luego de atravesar el puerto rodeado de camiones y containers, peligrosas maquinarias para quienes mas nos distraemos o no estamos acostumbrados a ese movimiento de tránsito en una extensa y asombrosa costanera, donde se combinaban colores en verde y azul. 
Allí, en un pastito y bajo la sombra encantadora de aquel árbol, nos alimentamos con deliciosas variedades de frutas traídas con mucho amor por dos de nuestros compañeros, elegidas de un gran mercadillo callejero, donde saboreamos y descansamos por un buen rato. 
Luego, continuamos el paseo por la ciudad y conocimos unas urbanizadas playas; es bueno destacar que éstas playas linderas al centro no estaban contaminadas de basura, todo lo contrario.
Siendo el mediodía, nuestro sol no paraba de irradiar calor feroz, cansados por demás nos dimos un buen refresco de manguera en la estación de servicio ANCAP, a la cual mucho agradecemos por su amabilidad diaria.
Dándonos ánimos entre nosotros en aquella parada de bondi, donde parecía que nuestras fuerzas eran absorbidas por aquél fuego y viendo difícil el objetivo de ese día (llegar a Atlantida, a unos 70 km de donde partimos) de repente nos dimos cuenta de que cada uno guardaba en su interior una gran reserva de voluntad indomable, lo que hizo que nos pongamos de pie y avanzar, alcanzando los km restantes y encontrando el primer y único camping situado al costado de la ruta 200 metros hacia dentro , llamado “Complejo vacacional CEA“ perteneciente a la estación de servicio ANCAP.
Instalados, relajados y desparramados en el pasto, un abrazo alentador hizo sonreír aquellos rostros agotados.
Finalmente y luego de una larga ducha, se celebró a lo grande aquél esfuerzo y entrega con un buen plato de polenta , brindando con un suave vino; las miradas adormecidas ya, expresaron: "Hasta mañana, que descansen y Feliz noche..."

Próxima Estación, Ocean Park

jueves, 12 de marzo de 2015

Estación ANCAP Km 18

¨Si encontramos la forma de ser felices el desafío aun mayor es poder prolongar esa felicidad indefinidamente¨

Esa noche la luna fue mas grande y brillante que lo habitual, y no fue casualidad , el viaje y la ruta  te devuelven el contacto intimo con la naturaleza de la que nunca deberíamos sentirnos ajenos, la luna esta ahí siempre, solo que a veces la vemos con otros ojos. Amanecimos  junto a la estación de servicio y asistimos a un evento que no se volvería a repetir por mucho tiempo, nubes, algo tan simple como eso seria comentario habitual en cada parada de descanso , el calor empezaba a jugar un papel preponderante , no solo nos afectaba a nosotros sino que a las bicis también provocando pinchaduras cuando estas quedaban al rayo directo del sol .

Una de las primeras paradas del día fue en una casa sin habitar al costado de la ruta , casi ni comimos ni tomamos agua…comenzamos a recorrer  la casa , mirar el interior a través de sus ventanas , el aljibe, el campo , analizamos minuciosamente sus formas su volumen su resistencia , alguien dijo que era buena idea poner un hostel ahí , puede ser, pero el Tano dijo que ya habían pasado  mas de 15 minutos desde que paramos ( tiempo permitido de descanso) así que otra vez a la ruta. 
El paisaje va cambiando , lo que antes era solo campo ahora se mezcla mucho con urbanizaciones y con ellas el transito , aunque Uruguay es un país con poco transito todos los caminos conducen a Montevideo ( capital y puerto principal ) y nosotros sin mas remedio teníamos que atravezarlo. Esa tarde pasamos por una fabrica automotriz en el momento del cambio de turno de sus operarios , lo único que les puedo decir es que eran muchas personas cada cual con una moto y parecían mosquitos que te zumbaban el oído al pasar causando  algo de nerviosismo al manejar , eso duro un tiempo hasta que paramos ahora si para comer algo y tomar mucha agua pero sobre todo para volver a la calma y la paz que se necesitan para seguir avanzando bajo un calor extremo.

Queremos dormir lo mas cerca de Montevideo posible pero al mismo tiempo que sea un lugar tranquilo (algo casi imposible) de la ruta ya eran dueños los camiones , nosotros cada vez mas pequeños y sin lugar a la vista donde bañarnos y dormir , comenzamos a dar vueltas por un pueblo la policía nos trato muy amablemente nos ofreció lugar pero no teníamos donde bañarnos ( condición muy importante después de pasar  7 horas en la ruta  bajo un sol de verano) cruzamos un hermoso puente y nos tomamos varias fotos para demostrarnos que a pesar del cansancio todavía disfrutábamos del viaje , cuando parecía que habíamos encontrado el lugar la prefectura no nos recibió como esperábamos y decidimos apostar por hacer 10 kilómetros mas y buscar lo mas preciado de un ciclista “ una estación de servicio”  ahí nos prestaron las duchas pero no tenían lugar para que armemos las carpas , pero ya nada importaba habíamos conseguido una buena ducha y nuestro primer día de Wifi para enviar mensajes a la familia y amigos de que todo estaba bien. 

Recorrimos la cercanía de la estación de servicio para armar las carpas, allí vivían la mayor cantidad de Cuis, tucu tucu y roedores que yo haya visto así que lo mejor fue armar las carpas cerca de la ruta a la vista de todo el mundo ( algo que yo no estaba de acuerdo pero a eso es a lo que venimos a lo que nos largamos a la ruta , salimos para superarnos para aprender del otro para compartir y por sobre todo para saber  que las decisiones son en grupo y que si están bien o mal no importa  , lo que importa es la felicidad y el deseo colectivo , solos no hacemos nada) demás esta decir que fue otra gran noche , otra gran luna , que no pasamos inadvertidos que causamos impacto en todos los que nos vieron ,generamos opinión y reflexión solo con nuestra presencia , desafiamos el paisaje con las carpas , las bicis y comiendo en ronda charlando sobre lo que paso y lo que vendrá, conociéndonos mas, sin imposturas , algo que solo el hombre conoce cuando deja salir su ser natural su ser salvaje al que pocas veces le vemos la cara pero el que tiene la llave de la felicidad....

Kilómetro 18, Montevideo, ahí nomas …

martes, 10 de marzo de 2015

Estación carretera... Km 85



“La vida: hacer dedo, auto-stop, hitchhiking: se da o no se da, igual los libros que las carreteras. Ahí viene uno: nos lleva? Nos deja plantados? (Julio Cortazar. Arrimos. Discurso del no método)

Y solo es cuestión de animarse y salir, salir a la vida a ver que onda””. Salir por ejemplo a revolcarse en el tiempo del desapego, del descubrimiento. Salir a animarse a encontrarse con uno o desencontrarse. Salir no se sabe bien a donde, ni a cuanta distancia, ni de que modo. Salir y talves correr el riesgo y pagar el precio de tanta libertad.

Siete kilómetros de salida de Juan Lacaze. El sol nos despidió sobre las orillas. Abandonamos el parque y armamos las bicis.
A la rivera de la partida nos depedía Nicolas, con su mirada nostálgica pensando en la remota posibilidad de que, mágicamente, cayera del cielo en angel de la bicicleta y le prestara por un rato las dos ruedas para encontrarse andando con sus amigos y sacarse las ganas ante tanta imposibilidad.
La mente entonces, también se prepara para la salida. A pleno sol del mediodía, ante tanto cielo descubierto y desnudo, tan excelso y celeste; al compas del pedal vibra el latido del corazón y el cansancio de la sed. Un único paisaje se presenta pintado ante los ojos despejados:la ruta, subidas y bajadas en constante contradicción. Todo se resuelve al instante de gloria en el que tu mente vence a la derrota inevitable de no lograr llegar a la cima. Tu compañero detrás (o delante) es tu horizonte y tu punto de llegada:alla, dos pedaleadas mas y lo alcanzo y subimos juntos y el de atrás te impulsa y la marea sube y baja y fluyen las miradas de ocio, o de cansancio o de fastidio. O de inmensidad.
Emergencia hídrica: sin agua cual desierto de dunas grises y calmas. Un rancho a lo lejos, una parada de bus. Dos chicas destilando fosforescentes. Se acercan. Se entienden. La buena mujer sale del rancho. El perro mueve la cola y se acuesta en la sombra. La pasividad de la nada. El viento timido  que pasa y alla frente a nosotras los chicos esperando. Un bus que se escapa. Una respuesta propicia. Un campamento que nunca será. Corrimos al relevo, las gargantas arenosas se llenaron de humedad. Y el sol, celosoy malévolo, nos atormentó con sus rayos de fuego.
La soledad de la desidia invita al desapego y a la incredulidad pero en ese pasaje alterno el Otro es uno mismo y lleva consigo el impulso que necesitamos ante la vulnerabilidad.
Sobre la ruta vacia encontramos el lecho del segundo dia. La noche (Todo vino siempre de la noche) y esa noche de ciegos alegres trajo consigo la inmensidad de la luna. Encantó al insodmio y despertó a los sueños rebeldes y trasgresores adormecidos. La perplejidad del ocaso ante la luz de la nocturnidad. Grillos. Brisa. Nadie. Solo nosotros debajo de esa luna, perdidos a las orillas de la ruta; sin tiempo. Sin mayor espacio que una carpa y una bolsa de dormir y el firmamento. Las bicis. Las alforjas. Las risas. Los sueños a flor de piel. Dormimos. Amanecimos a las ocho. Sonrientes. Y con el alma desnuda.

Próxima Estación... ANCAP

lunes, 9 de marzo de 2015

Estación Juan Lacaze

No tengo un amigo ingles, no tengo un amigo ingles,
no tengo un amigo ingles tengo uno en Uruguay
Si digo che me dice vooo
Si digo si me dice taaaaa
Ta todo bien, esta de mas
Y con la chiva va a pedalear...

Marcos Luna


Después de despedirnos de la familia y de los amigos, empezaba el viaje en sí, el viaje en dos ruedas por las calles de Buenos Aires hasta el Puerto de Colonia Express. Tamara, Eliana, Marcelo, el negrito Luna y Gonzalo.

Las bicis, equipadas para la aventura, empezaron a mostrar sus primeras falencias, el portaequipaje de la rusa se quebró y se arreglo con precintos pues, el viaje no se podía detener. Los 10 km por la ciudad mostró la primera cara de coraje de las chicas y del grupo en general.
Los autos, a las 6.30 hs son tantos que la ciudad parece nunca dormir. Casi una hora después, llegamos a destino y realizamos los trámites correspondientes. La emoción y el cansancio, fueron los primeros síntomas del equipo.
Así, llegamos a suelo uruguayo, más precisamente a Colonia, en donde recorrimos sus calles empedradas y su historia mientras cebábamos unos mates a orillas del río. Las fotos y las risas, fueron parte de nuestro tiempo. Tiempo que pierde tiempo cuando no es apresurado ni controlado por la máquina del tiempo.
Las bicis rumbeando por la ruta 1 fue la constante de esta jornada. Las lomadas hacían sufrir al equipo y las bajadas hacían gozar el vientito en la cara. Y en esta oportunidad, también implementamos pedalear 10 km y para 15 minutos para alimentarnos y refrescarnos.
Después de 30 km recorridos en tierra de Artigas, mientras estirábamos las piernas y comíamos barras de cereales, apareció la camioneta de Nico y la alegría supero todo dolor muscular. Entre abrazos y sonrisas, fuimos un fuego encendido de energías. Energías positivas…
De esta manera, hicimos los 17 km que nos separaban de Juan Lacaze, la primera parada. Después de dejar la ruta y de pedalear los 7 km que nos separaban de dicho pueblo, llegamos a la respuesta de que no había campings ni alojamientos para darle descanso y un baño a los huesos.
Finalmente, nos reencontramos con Nico en La Bombonerita, un pequeño bosque a la orilla del río, en donde decidimos dejar las carpas y gracias a la buena voluntad de Lorena, pudimos bañarnos en las duchas de un Polideportivo Municipal.
Así, fuera de las normas y con el mundo girando a nuestro alrededor, prendimos el fuego para cocinar unos capelettines con salsa, para cerrar el día.
En ese ínterin, se acercó una moto y se presentó, el muchacho se hacía llamar William y nos enseñó toda su gratitud. Nos trajo una garrafa con mechero, un colador y otra olla para preparar la salsa. Sin dudas, la magia de la carretera, se presenta cotidianamente cuando uno se expone a estos encuentros inesperados y sin aviso.
El mundo que gira, solo se torna alrededor de una bici, una carretera, unas botellas de agua y algo para alimentar la máquina que es el cuerpo mismo. Y ese mundo, se llena de actos y eventos con las personas que se van cruzando y acercando.
La luna, se hizo presente frente al río y como un pañuelo sucio, decoró nuestras retinas y la del bosque, que se regocijaba con el viento y con la luz. 

Próxima estación, el destino…