viernes, 31 de julio de 2015

Estación Guardalavaca (un paraíso colonizado)

Esa agua que salta en mi imaginación
es más real que ningún otra
porque baña mi espíritu y me calma.
y es el agua más segura que conozco.
Cuando el ave atraviesa los océanos
no piensa que es tan cruel la lejanía. 
José Lezama Lima

A casi 60 kilómetros de Holguín, se encuentra esta hermosa playa de 5 kilómetros marítimos de mar turquesa. Y hasta allí fuimos, con las palabras de Marcos y Celeste, afirmando esta acción.


Desde Holguín, no hay muchas opciones para llegar más allá que es la urbe más cercana. Una web de turismo cubano, informa que “no hay acceso directo en ómnibus a Guardalavaca desde La Habana u otras ciudades o destinos de Cuba, es preciso viajar hasta la ciudad de Holguín con Viazul o Astros (las principales compañías de transporte por ómnibus, buen confort, aire acondicionado, puntualidad) y desde allí hasta Guardalavaca en taxi (35-40 CUC), u ómnibus locales (estos últimos incómodos, impuntuales, pocas frecuencias).”
Nosotros, no le hicimos caso sumiso a estas palabras y desde Holguín, fuimos en bus hasta la playa. Es cierto, la movida no fue simple pero certera. Desde las dos torres más altas de la ciudad, a 200 metros del estadio de pelota, salen los taxis y las guaguas para esa dirección. 
Desde esta parada, escogimos una guagua hasta Rafael Freyre por $5 pesos cubanos cada uno. Y después de media hora de viaje, hicimos combinación hasta Aguada La Piedra por el mismo valor. Y de allí, caminamos casi 2 kilómetros hasta Guardalavaca.
La caminata, por el costado de la carretera, fue junto a un guajiro a caballo, que nos relató su historia de vida y de los campesinos en época de revolución. El calor, también tuvo un papel influyente, ya que los dedos del sol, disparaban con firmeza hacia nuestros cuerpos.
Finalmente, cerca de las 11 de la mañana, llegamos a Guardalavaca, uno de los primeros lugares visitados por Cristóbal Colón a su llegada a la isla. Que hoy, después de la caída del bloque soviético y la apertura económica, tiene mucho de aquellas épocas de piratas y colonos.
La playa, paradisiaca y con mucha vegetación, es de las más visitadas en la isla y a nuestro entender, la más linda y placentera del viaje. Pues, los bares, restaurantes, hoteles y ferias, son parte del paisaje y ensucian la mirada de los viajeros amantes de la naturaleza.


El regreso a la ciudad, no fue menos trágico que el viaje de ida. Desde la misma playa, hablamos con un chófer y nos subimos a su guagua. Abonamos $1o pesos cubanos cada uno y fuimos sentado en el piso. Mientras que las butacas iban colapsadas de cubanos en fiesta, tomando rhon y gritando y comiendo.

Pero a Guardalavaca, si visitas Cuba, tienes que ir, sea como sea, pase lo que pase. Próxima Estación, Santiago de Cuba…

lunes, 27 de julio de 2015

Estación Holguín (Cuba)

A la lid, holguineros valientes
No temáis del tirano la saña
Ni dobléis como siervos la frente
Ante el déspota inicuo de España
Himno Holguinero 

A las cinco de la mañana, sonó el despertador, y tuvimos que tomar una de las decisiones más difíciles del viaje, que era dejar Camagüey y las amistades. Aunque uno se vaya de la ciudad la energía y el abrazo es eterno. Esa gente linda, de la casa de 3 pisos que supo acogernos, no se olvidarán, jamás.
Y la mochila, pesaba más de lo habitual, por los obsequios recibidos, por los libros de dignidad y por el sentimiento regado. Así, a pasos cansinos, fuimos en busca de la guagua que nos acerque al terminal rumbo a Holguín.


Sin dudas, esas son las situaciones más duras de un mochilero. Dejar el apego y caminar, sin mirar hacia atrás. Porque el presente y el futuro, puede ser aún mejor. Pero, vale aclarar, no olvidar lo vivido, nunca. Justamente, es el aprendizaje del viaje. Es lo que buscamos en cada paso que damos.
El bus, hizo su trayecto, besando las hiedras del suelo cubano. Hasta llegar a la ciudad de Holguín, ciudad histórica del siglo XVIII, fundada en 1545 y tierra del Mayor General Calixto García Iñiguez.


Yohan, nos había comentado que íbamos a la Ciudad de los Parques y no se equivocó. Una vez en la terminal local, tomamos una guagua para acercarnos al centro histórico de la ciudad y bajamos en el parque Calixto García (ex Plaza de Armas). Donde se encuentran el Museo Provincial La Periquera, Monumento Nacional; la Galería Ballado, del Fondo Cubano de Bienes Culturales; el Cine Martí, la Casa de la Cultura, la Casa de la Trova y el teatro Guiñol. 

 A dos cuadras de allí, nos hospedamos por $12 CUC la noche, en una habitación de casa de familia. Y en este hospedaje, pasamos dos noches, en donde recorrimos la ciudad en todas sus latitudes.
En donde disfrutamos de la tradicional “noche holguinera” cerca del estadio de pelota. En la avenida XX Aniversario, los preparativos desde temprana hora, auguraban una linda jornada de música, tradición y comida.
Después de las nueve de la noche, caminamos hacia la avenida y Holguín estaba de fiesta. Parecía un carnaval. Alegría, bailes, actividades recreativo-culturales y variadas ofertas gastronómicas formaron parte de un conjunto de acciones que disfrutamos en plena cielo cubano.

miércoles, 22 de julio de 2015

Estación "Yuma" (Cuba)

No me llames extranjero, mírame bien a los ojos,
mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo.... y vas a ver...
¡que soy un hombre...no un ser extranjero!".
Marian Benedit


Visitar la isla y que no te hayan dicho “yuma” es como no haber ido a Cuba o haber viajado por intermedio de una agencia con paquete turístico. En definitiva, no es una grata experiencia o simplemente, hasta en uno de los países con mayor igualdad social, se “discrimina” al otro por su poder adquisitivo o color.
¿Qué cosa es ser un yuma en Cuba? Se preguntó alguna vez Fabián, un argentino que hizo de Cuba su lugar para vivir. Pues, yuma “es la manera popular (bajo mundo) con la que algunos cubanos se refieren a los extranjeros, sin importar su nacionalidad, aunque especialmente a los norteamericanos”.
Yuma, es una población de los Estados Unidos, de la región de Arizona,  que cuenta con una población de 300 mil habitantes. Según Fabián “los mayores cubanos y los estudiosos dicen que llamar yumas a los extranjeros viene de épocas remotas en la que al parecer pululaban por la isla americanos provenientes de esa región.”

Y por decantación, el cubano sabe que un yuma tiene dinero. La ecuación es simple. El extranjero (viajero) que vive en un sistema capitalista, en donde vende su cuerpo por dinero,  viaja a gastarlo en turismo cubano.
Fabián, sostiene que “es difícil a veces explicar que se puede también ser extranjero sin dinero que no viene a turistear sino a trabajar” o con nuestra experiencia, es imposible decirles a los cubanos que no somos turistas “tradicionales” sino yiramundi´s  y peregrinos de esta hermosa América Latina.
Entonces, uno, pasa a ser una mercancía para el cubano. Un objeto que porta dinero y que ellos quieren lo que uno tiene. Te lo hacen sentir en la calle, en las guaguas, en el tren y en la vida misma.

Así es la vida del yuma. Hay que caminar siempre despierto, atento  a las amistades espontáneas y a los precios en CUP.

Fabián: cheasere.blogspot.com.ar

lunes, 20 de julio de 2015

Estación Santa Lucía (Cuba)

"El hombre que ha empezado a vivir seriamente por dentro,
empieza a vivir más sencillamente por fuera"... 
Ernest Hemingway 

Viviendo en la hermosa Camagüey, decidimos ir a la playa y rodar los 110 kilómetros que nos separaban del Caribe. Romi, con experiencia en ir y venir en camión hasta el destino marcado, nos levantó a las 6 de la mañana y salimos, dormidos, rumbo a la vieja estación de tren.


Aquí, los camiones al mejor estilo “segunda guerra mundial”, como lo calificó Tamara, están estacionados en 45 grados para partir. Pero no todo es tan sencillo para los extranjeros. Cuba y su gente, te hace notar que venís de afuera y que las reglas, las imponen los locales.
Ya pasadas las 8:30 de la mañana y de casi dos horas de espera dentro del camión, el chofer nos avisa que el pasaje a nosotros nos costaría $5 dólares cuando el pasaje para todos era de $15 pesos cubanos ($1 dólar =$25 pesos cubanos).
Tamara, perdió el control ante tanta deshonestidad y a puro gritos e insultos, se “agarró” con el propietario del transporte y por ende, fuimos en busca de un nuevo camión que nos lleve a la tan ansiada playa.

Por su parte, Romi, también se sumo al altercado pero de manera más pacífica aunque con la misma bandera de reclamo de Tama. Sentimos, y ahí me incluyo, el desprecio que se vive en muchos países cuando uno viaja como un ciudadano más del país que visita.
Cuba, no está preparada para recibir turismo de peregrinos fuera del turismo tradicional con “paquete”, hoteles y restaurantes. Pero de todas formas, fuimos en busca del camino alternativo y nos subimos a un camión por $15 pesos cubanos.
El transporte, sin comodidad alguna, es brusco para el cuerpo pero uno se va acomodando a medida que se va llenando y en las paradas, el descenso de pasajeros da un poco de aire para que el viento haga de respiradero natural.

Pues, cerca del medio día, pisamos la arena blanca de Santa Lucía, en medio de un entorno semidesolado, natural, virgen, casi paradisíaco.
Nos ubicamos en reposeras y bajo una sombra, constelamos la naturaleza en toda su dimensión. El agua, cristalina y con hierbas, parecía un espejo en el desierto. La playa, posee una gigantesca barrera coralina, que la convierte en una gran piscina natural.
El arte de esta playa, fue caminar 50 metros mar adentro para que el agua sólo te moje las piernas hasta la cintura. Entre la barrera de arrecifes y la línea de costa, el mar alcanza una profundidad máxima de 2 metros.

Con el conocimiento de que a las cinco de la tarde, había una guagua de regreso a la ciudad, tuvimos que embarcarnos en la empresa de transportarnos a Camagüey. Sabiendo lo difícil y polémico que fue el viaje de ida, las expectativas, no eran las mejores.
Después de media hora y de comernos las frutas como merienda, se aproximo la guagua de los trabajadores, que era el único móvil de regreso. Con caras de buenos muchachos, esperamos que suban los pasajeros “correspondidos” y charlamos con el chofer para concretar el viaje.
Finalmente, pudimos acceder a la guagua pero no al derecho de sentarnos ya que las butacas estaban reservadas para los cubanos.


Otra vez, sentimos en carne propia, el despropósito de las autoridades hacia el extranjero haciéndonos sentir que no pertenecíamos a su lugar y a su realidad. Llegando a la ciudad, finalmente con la guagua casi vacía, nos sentamos en el fondo para darle descanso a las piernas y al pensamiento.
Así, pasamos un día más en la hermosa isla socialista. Donde el capitalismo quiere apropiarse del hombre manteniendo al otro lejos y distante, mostrándolo como un enemigo. Quizás, Cuba, con la apertura económica, cometa el error o no de seguir ese oscuro camino.

Hasta la próxima estación, Holguín.

lunes, 13 de julio de 2015

Estación Trinidad (Cuba)

Siempre pienso en vos pero siento que no es suficiente, mientras que exista la injusticia, las vejaciones y el silencio... Che Comandante, eres el camino de mis libertades... 
Yiramundi


Los corazones estaban explotados de energía. Santa Clara nos había mostrado su cara más limpia y rebelde. La más humana de estos tiempos y fue difícil seguir el viaje. El viaje que nunca se detiene y que siempre exige tirar para adelante.
Subidos al carro empujado por un caballo, Arístides no se dejó saludar porque le gusta decir “hasta pronto”, fuimos rumbo a la terminal en un mar de lágrimas. Lágrimas de emoción y de tristeza por lo vivido. Así, nos despedimos de la ciudad del Che, de aquel hombre gigante que supo conmover a la humanidad desposeída por el capital y el egoísmo.
A las 17 horas, el bus encendió el motor hacia Trinidad, haciendo una pequeña escala en Cienfuegos, rodando el lomo de la pachamama y besando la espuma del Caribe. El camino, fue un paisaje ideal para volar hacia nuestros adentros y abrazarnos a la nostalgia de pensar que “vale la pena estar vivo”.
Pasadas las 20 horas, arribamos a Trinidad y a primera vista, es una ventana al pasado. Pareciera, que esta ciudad que fue fundada en 1514, el tiempo no pasa. Las hermosas calles empedradas, las plazas coloniales y los majestuosos palacios son “reliquias” para el visitante.
Nosotros, paramos en “La casa de Carlos” por $10 dólares la noche, en un departamento particular con cocina, TV, aire acondicionado y una loca terraza en donde se podía apreciar el sur de la costa cubana.
Allí, descansamos y disfrutamos de la hospitalidad del cubano. Además, de conocer la playa Ancón, la más linda del sur de la isla, fuimos parte de la noche en la “casa de la música” y en “la casa de los trovadores”.


Además, Trinidad está situada entre nutridas montañas y a 10 kilómetros del Caribe. Lo que expresa una gran varieté de recursos naturales,  entre la Sierra del Escambray y el Embalse Zaza.
Pero preferimos por el descanso, y todas las tardes nos subimos al bus que te traslada a la Playa Ancón, paseando por las playas de “La Boca” y alrededores de la costa. Algunas cadenas de hoteles, son los únicos edificios entre tanta naturaleza.
Y para destacar, el punto negativo de este viaje, es la basura que dejan “olvidada” en las playas los cubanos en su estadía: latas de cerveza, bolsa de plástico y botellas de ron, son el lado oscuro del paisaje.

Próxima Estación, Camagüey

viernes, 3 de julio de 2015

Estación Mausoleo Che Guevara

Créeme,
cuando me vaya y te nombre en la tarde
viajando en una nube de tus horas,
cuando te incluya entre mis monumentos.
Vicente Feliú

A medida que el sol saliente alumbraba las calles de la ciudad, nosotros fuimos despertando junto al nuevo día. Y no iba a ser un día más en la hermosa Cuba, sino que por delante teníamos el encuentro con Arístides para visitar el Mausoleo del Ché, el Tren blindado, la Estatua del Ché y el Niño y la Loma del Capiro.


Salimos del Hostel camino a la Casa del Mate, con unos panes dulces para desayunar junto al profesor y amigo cubano, que nos esperó con el agua caliente para compartir la ronda de mates. Por tanto, una leve llovizna empezó a mojar las calles que alguna vez fueron testigos de balas y revoluciones.
Con el tranco pausado, fuimos en busca de un carro a caballo, que suelen cruzar la ciudad en todas sus direcciones, para que nos alcance al Mausoleo. Aunque nos separaban solo 20 cuadras, el camino hacia el encuentro con el Ché, se hizo eterno.
Quizás, en mis pensamientos y sensaciones, ocurrió esa eternidad hacia el esperado encuentro. Después de visitar La Higuera y Vallegrande en Bolivia, donde fue capturado y asesinado y de pisar la Plaza de la Revolución y ver la imagen de Korda en la histórica Habana.
La lluvia, seguía haciéndose añicos en nuestros cuerpos, como una bendición del cielo o de la tierra porque somos como una semilla que florece, a diario, alimentándonos de historias y de acciones.
Así, ingresamos al Mausoleo, donde pudimos ver y observar sus pertenencias en diferentes etapas revolucionarias, en las campañas al Congo y Bolivia y cartas y artículos de la vida del Guerrillero Heroico.
Pero lo emocional, llegó al pisar la sala en donde descansan los restos del Comandante junto a otros compañeros de campaña y sentir, el latido de sus ideas. Allí, el tiempo pareció detenerse y en una nebulosa, flotar en el tiempo.
Las palabras, que puedo escribir a continuación de dicho momento, carecen de sentido práctico. Perdí la conciencia por unos minutos y sólo recuerdo una mezcla de malegría, que no tiene definición o simplemente, como dice Manu Chao, es una sonrisa con una lágrima en la pupila.
Al salir, sentí el aire como una bocanada, que me apretaba el pecho y aliviaba el dolor. Como pude, caminé junto a Tamara hasta el Memorial y el inmenso monumento del Ché, despertó nuestro asombro.
Mirándolo todo sentimos que vimos poco y que no alcanza un día ni una mañana para abrazarse a tanta grandeza humana. Así, salimos cabizbajos, rumbo a la toma del tren blindado. La incipiente lluvia, limpiaba de mi rostro las lágrimas guevarianas que salían de lo más profundo de mí ser.
Mientras el caballo galopeaba rumbo a la toma del tren blindado, Arístides, iba enseñándonos su conocimiento sobre los hechos históricos de la ciudad y cuando hablaba del Ché, suos ojos se iluminaban y sus palabras tomaban fuerzas. “Este loco argentino, separó las vías del tren y derrumbó al blindado”, y su cuerpo se mueve con fuerza como un mar bravo del atlántico. Aquí, señala, “el Ché le ganó al ejército de Batista y se empezó a hablar de revolución”.


Las vías, aún funcionan, por Santa Clara, pasa el tren que comunica la capital caribeña con la ciudad de Santiago de Cuba y a metros de la estación, están los carros blindados de aquel acontecimiento histórico.
Mientras Arístides seguía con su plática revolucionaria, fuimos hasta  la Oficina Provincial del PCC, donde está la estatua del Ché y el Niño. Arístides, afirmó que la obra del artista Casto Marroyo “quiere simbolizar al Comandante y el Hombre Nuevo” y agregó “utilizó a su hijo Sandro para representar al niño que tiene en sus brazos”. La estatua, además, tiene muchas imágines que simbolizan la vida del guerrillero.
Por último, fuimos hacia la loma del Capiro, un lugar estratégico de la columna comandada por el Ché Guevara en 1958. Por lo tanto, caminamos hacia la cumbre de la loma donde está emplazada un monumento que representa la unión de diferentes calibres de armas de fuego que representan la lucha armada para ganar la batalla de Santa Clara.
De regreso y ante tanto contenido histórico sobre nuestras mochilas, decidimos ir a almorzar en memoria del Ché. Y como escribió alguna vez, Marcel Proust, "los días van cayendo poco a poco encima de los anteriores y, a su vez, los entierran los siguientes. Pero todos los días pasados se quedan depositados en nosotros como en una inmensa biblioteca donde hay libros más viejos, y algún ejemplar que seguramente nadie pedirá nunca. No obstante, si ese día pasado, cruzado por el espacio traslúcido de las épocas siguientes vuelve a la superficie y nos cubre, tapándonos del todo, entonces, por un momento, los nombres recuperan el significado antiguo; y las personas el rostro antiguo; y nosotros nuestra alma de entonces; y sentimos, con un sufrimiento inconcreto, pero que se ha vuelto tolerable y no durará, los problemas que hace mucho se tornaron insolubles y tanto nos angustiaban a la sazón. Se compone nuestro yo de la superposición de nuestros estados sucesivos. Pero esa superposición no es inmutable como los estratos de una montaña. Hay perpetuamente plegamientos que hacen aflorar las capas antiguas". (vol. VI)

Próxima estación, Trinidad…