martes, 26 de agosto de 2008

Estación "La pobreza y la violencia" (América Latina)

“Ella esta en el horizonte, dice Fernando Birri,
Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte,
Se corre diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve, para caminar”
Eduardo Galeano

América Latina revela cada día comuniones tantas como contradicciones; los latinos compartimos un espacio común y no solamente en el mapa. Bien lo supieron, a principios del siglo pasado, los héroes que en vano la quisieron unida y el eficaz imperio que en fracturas sucesivas la dividió para reinar. Bien lo sabemos, ahora nosotros, después de recorrer las amígdalas de 12 países, como las grandes corporaciones multinacionales planifican negocios en gran escala a su antojo y merced para la riqueza de unos pocos.
El sistema productivo, convertido en sistema financiero, multiplica a los deudores para multiplicar a los consumidores. Karl Marx. Que hace más de un siglo se la vio venir, advirtió que la tendencia a la caída de la tasa de la ganancia y la tendencia a la superproducción obligaban al sistema a crecer sin límites y a extender hasta la locura el poder de los parásitos de “la moderna burocracia”, a la que definió como “una pandilla que no sabe nada de producción ni tiene nada que ver con ella.”
A los muertos de hambre, el sistema les niega hasta el alimento de su memoria. Para que no tengan futuro, les roba el pasado. La poderosa, muy poderosa estructura de la impotencia empieza en la economía, pero no termina en ella. En realidad, el subdesarrollo es eso: no solamente un asunto de estadísticas, no solamente una sociedad de violentas contradicciones, océanos de pobreza, islotes de opulencia, no, no solamente: el subdesarrollo es sobre todo una estructura de la impotencia, montada para impedir que los pueblos sometidos piensen con su propia cabeza, sientan con su propio corazón y caminen con sus propias piernas.
La pobreza mata cada año, en el mundo, más gente que toda la segunda guerra mundial, que a muchos mato. La memoria rota nos hace creer que la riqueza es inocente de la pobreza, que la riqueza y la pobreza vienen de la eternidad y hacia la eternidad caminan, y que así son las cosas porque Dios, o la costumbre, quieren que así sean.
Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de los unos chocan abiertamente con las aspiraciones de los otros, que la vida social esta llena de contradicciones y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de periodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de rápido progreso o decadencia.
El marxismo da el hilo conductor que permite estudiar la lógica de este aparente laberinto y caos: la teoría de la lucha de clases.
“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días –escribe Marx, en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia de la comunidad primitiva, añade años después, Engels) –es las historia de las luchas de clases: hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, manteniendo una lucha constante. Lucha que termino siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes.”
La moderna sociedad capitalista, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas.
América latina, señala el triunfo del capitalismo y de las instituciones representativas, del sufragio amplio (universal), de la prensa diaria barata y que llega a las masas como la verdad absoluta y de las potentes asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas; anestesiando a los oprimidos a ser el motor de los acontecimientos. Tal situación, al implicar la obstrucción de esta búsqueda es, en si misma, violenta.
De ahí que está, en la historia, jamás haya sido iniciado por los oprimidos:
¿Cómo podrían los oprimidos iniciar la violencia, si ellos son el resultado de una violencia?
No existirían oprimidos si no existiera una relación de violencia que los conforma como violentos, en una situación objetiva de opresión.
Son los que oprimen, quienes instauran la violencia, aquellos que explotan, los que no reconocen en los otros y no los oprimidos, los pobres, los que no son reconocidos como “otro” por quien los oprimen.
Quienes instauran el terror no son los débiles, no son aquellos que se encuentran sometidos sino los violentos, quienes, con su poder, crean la situación concreta en la que se generan los “abandonados de la vida”, los sin tierra, los descalzos del mundo.
Quien instaura la tiranía no son los tiranizados, sino los tiranos.
Quien instaura el odio no son los odiados sino los que odian primero al hombre.
Quien instaura la negación de los hombres no son aquellos que fueron despojados de su humanidad sino aquellos que se la negaron, negando también la suya.
Quien instaura la fuerza no son los que enflaquecieron bajo la robustez de los fuertes sino los fuertes que lo debilitaron.
Sin embargo, para la clase dominante, en la hipocresía de su falsa “generosidad”, son siempre los pobres (a los que no llaman como tales, sino que lo sitúan como salvajes, negros, subversivos, villeros, etc.) los que desaman y crean la violencia en la sociedad establecida. Los pobres, los desaparecidos de siempre, exhiben la violencia, por regla general, como el fruto de la mala conducta de los malos perdedores, los numerosos y peligrosos inadaptados sociales que generan os barrios obres y los países pobres.
La violencia esta en su naturaleza. Ella corresponde, como la pobreza, al orden natural; así son, así han sido y así seguirán siendo. La injusticia, fuente del derecho que la perpetúa, es por hoy más justa que nunca en América latina.
En 1960, el veinte por ciento de la humanidad, el más rico, tenía treinta veces más que el veinte por ciento más pobre. En 1990, la diferencia era de sesenta veces. Desde entonces, se ha seguido abriendo la brecha: en el nuevo milenio es de noventa veces. El responsable de las Naciones Unidas, James Speth, declaró en 1997 que, en el último medio siglo, la cantidad de los ricos se ha duplicado en el mundo, pero la cantidad de pobres se ha triplicado, y mil seiscientos millones de personas están viviendo peor que hace quince años.
Estos no son números fríos y calculadores, es nuestra realidad, la hemos palpado, sentido y observado a lo largo del viaje. ¿La solución? Rebeldía. Dignidad. Consciencia. ¿El problema? El sistema económico que ahoga cada vez más a los desposeídos y lo escupe al basurero humano sin más razón de enriquecer más a la riqueza enriquecida.

Hasta la Próxima Estación… Esperanza e Igualdad.

Comparte esta entrada

votar

2 comentarios:

lachicadelaluna dijo...

Excelente todo este viaje!!Nos encanta este viaje que están haciendo, están muy lindas las fotos, y muy lindos ustedes y la barba del negro jej.. Sigan disfrutando de las bellezas de este mundoo!!!!

Muchos saludos de acá, besos y los extraño!! Cuidensee y Celeste, comé!

Celia y Romi

Anónimo dijo...

"Quién dijo que todo está perdido... Yo vengo a ofrecer mi corazón" Fito Páez.-
Cuán gratificante es ver que jóvenes como ustedes se aventuran en este proyecto y transmiten la realidad latinoamericana con otros ojos. Esto provoca optimismo, pues significa que la anestecia sistemática no afectó en su totalidad a vuestra generación.

Desde Santa Teresita, el abrazo de una madre de 2 hijos adolescentes.