jueves, 3 de noviembre de 2016
Estación viaje a Seclantás
Que tus oídos
escuchen la música,
Que tus
ojos lean las notas,
Que vibres
la energía del ser…
El viaje, se hizo soportable a pesar de la
cantidad de horas, junto a Martín y Andrea, compartimos los asientos junto a lo
estudiantes, mientras que los directivos y demás docentes, iban en la parte
inferior del bus.
En esa relación, se manifestó el primer sentido
del viaje, justamente en la relación con personas desconocidas hasta ese
momento y con las cuales íbamos a transitar gran parte de los siguientes días.
De esta manera, llegamos a Salta capital,
pasadas las 17 horas y embarcamos en camiones y combis hacia el Valle de
Seclantás.
El camino, en esta oportunidad, hizo tambalear
la humanidad de gran parte del grupo: las curvas y contra curvas de montaña,
hicieron su efecto.
Pues, el mapa, en esta ocasión, que está para
ayudar y no para limitar, nos ahogó en nuestras propias angustias, mentales y
corporales. Los mapas, justamente, son parte del todo y pueden no tener en
consideración ciertos puntos significativos en el viaje.
Por ejemplo, no nos señalará si una superficie
es lisa o con baches, si hay un límite de velocidad o peligros especiales y
sobre todo, un mapa no nos señala las emociones y vibraciones que vamos a
percibir en el transcurso de la carretera.
Así, finalmente, llegamos cerca de las 22 horas
al camping municipal de Seclantás y cuando la armonía iba a restablecerse en el
grupo, se vivenció un torbellino de inquietudes e incertidumbres: una
compañera, que padeció el viaje casi desde el inicio, temblaba acostada en una
mesa y el egoísmo general fluyó en el aire por las habitaciones disponibles. ¿La
miseria? es culpa de los hombres miserables.
Nadie, en ese momento, se ocupó de la
estudiante y todos (me incluyo) se olvidó del otro. Es cierto, en nuestro
grupo, percibimos lo acontecido, pero no tuvimos la fuerza necesaria para
remediarlo o para cambiar el destino de la joven. Todo, en esos momentos, fue
un caos.
Próxima Estación, Seclantás
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