viernes, 28 de marzo de 2025

Microrrelatos viajeros - Capítulo 2: Playa Herradura, dormir sin tierra (Costa Rica)

Esta publicación pertenece a seis pares de relatos con sus respectivos títulos, divididos en "Cuerpo" (la experiencia) y "Alma" (el contrapunto emocional). Este relato, pertenece al primer bloque de un libro que nunca dejo de escribir: “Viajes del cuerpo y del alma”. Cada capítulo-par es una unidad que dialoga entre el afuera y el adentro.

Cuerpo

Esa noche el mar fue mi piso,
y la lancha, mi cuarto sin paredes.
El motor dormía,
pero el agua hablaba bajito, todo el tiempo.
Dormí acurrucado junto a un bidón de gasolina
y dos pescadores que roncaban como el viento.
Las estrellas eran muchas, pero lejanas.
El miedo también.
Entre el vaivén de la marea y el eco de la costa,
entendí que hay noches donde no se duerme,
se flota.

Alma

Nunca me sentí tan lejos de todo.
Ni de la costa,
ni de la tierra,
ni de las certezas.
Dormir ahí fue rendirme:
a la marea, al insomnio,
a la parte de mí que no necesita techo sino cielo.
El vaivén me arrulló como cuando era bebé.
Y en ese movimiento sin destino
me sentí amado por el mundo.

viernes, 14 de marzo de 2025

Microrrelatos viajeros - Capítulo 1: Capurganá, donde Dios duerme con los mochileros (Colombia)

A continuación, les presento los seis pares de relatos con sus respectivos títulos, divididos en "Cuerpo" (la experiencia) y "Alma" (el contrapunto emocional). Este sería, el primer bloque de un libro que nunca dejo de escribir: “Viajes del cuerpo y del alma”. Cada capítulo-par es una unidad que dialoga entre el afuera y el adentro.

Cuerpo

Dormí bajo un Cristo sin brazos,
que miraba al techo como si también esperara un milagro.
La iglesia de Capurganá tenía bancos de madera dura
y un silencio que no era santo:
era humano, cansado, tibio.
La noche caribeña entraba por las hendijas
y me abrazaba con olor a sal y perros.
Dormí con la mochila de almohada
y un salmo mal recordado como manta.
Soñé con barcas.
Y con alguien que me decía que incluso Dios viaja a dedo.

Alma

Esa noche no recé,
pero algo dentro mío pedía abrigo.
Dormir en una iglesia es como acostarse en los brazos de la infancia:
sabés que no te va a pasar nada…
pero igual te dan ganas de llorar.
Sentí el vacío de los que creen y de los que ya no.
El Cristo sin brazos era yo:
esperando que alguien me contuviera en la incertidumbre de la noche.