sábado, 26 de abril de 2025

Microrrelatos viajeros - Capítulo 4: Frontera, donde nadie es de nadie (Costa Rica-Nicaragua)

Esta publicación pertenece a seis pares de relatos con sus respectivos títulos, divididos en "Cuerpo" (la experiencia) y "Alma" (el contrapunto emocional). Este relato, pertenece al primer bloque de un libro que nunca dejo de escribir: “Viajes del cuerpo y del alma”. Cada capítulo-par es una unidad que dialoga entre el afuera y el adentro.

Cuerpo

La frontera entre Costa Rica y Nicaragua no tenía camas.
Solo camiones, humo, calor seco.
Dormí sobre mi bolsa,
al lado de un perro flaco y un migrante que roncaba en italiano.
La noche no tenía dueño.
Las moscas sí.
El pasaporte bajo el pantalón.
El alma en la garganta.
Cuando me quedé dormido,
soñé que no había líneas, ni sellos, ni aduanas.
Solo caminos.

Alma

Dormir en una frontera es aceptar que no sos de ningún lado.
Que tu nombre no pesa más que un papel,
que tú historia se resume en un sello.
Ahí entendí que todos, en el fondo,
somos un paso en tránsito,
una pregunta sin respuesta.
Esa noche me sentí más cercano a los desposeídos,
a los que no tienen patria
pero aún tienen pies para seguir.

jueves, 3 de abril de 2025

Microrrelatos viajeros - Capítulo 3: San Salvador, en la sala de espera (El Salvador)

Esta publicación pertenece a seis pares de relatos con sus respectivos títulos, divididos en "Cuerpo" (la experiencia) y "Alma" (el contrapunto emocional). Este relato, pertenece al primer bloque de un libro que nunca dejo de escribir: “Viajes del cuerpo y del alma”. Cada capítulo-par es una unidad que dialoga entre el afuera y el adentro.

Cuerpo

La guardia del hospital olía a desinfectante y espera.
Dormí sentado, o algo parecido.
Los gritos venían de cuartos que no vi,
y la luz nunca se apagaba.
Una enfermera me dio un té sin azúcar
y me preguntó de dónde venía,
como si eso explicara por qué yo estaba ahí
sin fiebre, sin herida,
solo con hambre y una mochila.
Dormí poco.
Desperté con un niño mirándome fijo.
No dijo nada.
Pero me sonrió como si yo fuera parte de su cura.

Alma

Esa noche me pesaba el cuerpo.
No por el cansancio, sino por la soledad.
Las urgencias ajenas me atravesaban,
aunque no me doliera nada.
Dormir ahí fue aprender a callar.
A ocupar espacios sin molestar.
A mirar a los ojos sin entender el idioma.
Y ese niño,
con su sonrisa muda,
fue la medicina que yo no sabía que necesitaba.