viernes, 27 de abril de 2012
El Cruce de Los Andes en Bicicleta
Me siento fuera de sentido,
grito, me afijo y pienso:
"voy donde no hay muerte
y sólo se alcanza la
victoria"
Nezahualcóyolt
La ruta, más que ser sólo una carrera a lo
desconocido, es una experiencia de crecimiento personal, un reto. La “carrera”
es sobre el viaje y todo lo que este conlleva. Aprender sobre uno mismo,
haciendo amigos en el camino. El viaje es el destino. Se trata de trabajar con
lo que tienes, haciendo lo mejor que puedas, sobreviviendo a las adversidades
que se puedan presentar en tu camino. Sin dudas, estamos haciendo un verdadero
tributo al ciclismo de montaña.
Por eso, nos levantamos temprano y partimos a rodar la
segunda etapa. A la vista, se percibía lo duro que iba a ser la subida hasta
los 3000 m/snm que nos mostraba el mapa. Las cuestas en caracol, en medio de un
camino difícil de ripio, nos amansaban las piernas y nos quitaba el aire.
Por suerte, el clima nos acompañó durante casi toda la
jornada. Para ello, cada 10 km nos arrimábamos al costado del camino para
descansar y alimentarnos. En esa pausa, mirábamos el camino recorrido y nos
vislumbrábamos por lo realizado y nos afligíamos por el saldo a rodar.
En un momento, sacábamos cuenta de los km recorridos y al
mirar lo que estaba al alcance de nuestras retinas, el pico parecía cercano. A
falta de 3 km para llegar al “mirador”, veíamos que nuestras piernas nos
estaban respondiendo mejor que la etapa anterior.
Desde el “mirador”, se ve dibujado en la montaña el camino
serpenteante que la envuelve; a la distancia, se distingue el Hotel Termas
Villavicencio, rodeado de vegetación. Atravesada por la ruta 52, este es el
viejo camino hacia Uspallata hasta que se creó la actual ruta 7. Los famosos
caracoles de Villavicencio, un sinfín de curvas por camino de cornisa, son sin
duda el punto destacado.
Lo llaman el camino de las 365 curvas y fue denominado el
camino del año en 2009, pero Matías Pescara, uno de los guardaparques, se
encarga de la desmitificación: “son 270 curvas, aunque de todas maneras esto no
le quita méritos a este impresionante camino de zigzag por la montaña”.
Después de hacer 14 km, el cielo se había empezado a cerrar
y una leve llovizna nos empezó a rosear. En realidad, andábamos rodando entre
las nubes a casi 2500 m/snm y decidimos acampar en la montaña. Nos alimentamos
y nos acostamos temprano para despertar junto al alba, para por fin, terminar esta
segunda etapa del Cruce de Los Andes en Bicicleta.
Con 12 km por recorrer hacia la cima, nos levantamos 7:30
junto al sol y desayunamos los últimos suministros que nos quedaba en las
alforjas: dos platos de polenta. Pues, cerca del medio día, nos hicimos
presente en la Cruz de Paramillo y una bajada contundente nos esperaba en el
futuro más cercano.
Un poco aliviados por el futuro porvenir, descansamos
pegados al cartel que pronunciaba los 28 km que nos separaban de Uspallata. Sin
dudas, y mientras escribimos estas líneas, la bajada vertiginosa, fue un
momento único, que nos gustaría repetir.
No creemos que podamos explicar en palabras la adrenalina
que se siente ir jugando con el equilibrio, la velocidad y el entusiasmo a lo
desconocido arriba de una bicicleta. La grava, por momentos, es muy floja y se
pierde el control del rodado y en otras ocasiones, las curvas y contra curvas
son muy cerradas, lo que lleva a mantener una velocidad óptima para poder
maniobrar.
Posteriormente, el asfalto se hace presente en los últimos
kilómetros de este camino, hasta llegar a Uspallata. Un pequeño pueblo en el
corazón de un valle arbolado entre inmensos picos de la cordillera.
Hasta la próxima estación, Penitentes.
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1 comentario:
Muy bueno chicos...son unos genios, cuanto tiempo les tardo la travesia..?
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