martes, 22 de mayo de 2012

El Cruce de Los Andes en Bicicleta


Aconcagua es mi tierra querida,
Aconcagua es la tierra mejor,
aquí vibra más fuerte la vida
en un clima de luz y de sol.
San Felipe tres veces famosa,
por tres veces heroica ciudad
de Aconcagua por siempre orgullosa.
Tú serás la ciudad capital.
Himno de Aconcagua

Amanecimos, por primera vez en cielo chileno, y partimos rumbo al pacífico con la premisa de llegar a la ciudad de Los Andes para desayunar, ya que íbamos hacer una parada obligada para relajarnos.
La carretera ya no era tan empinada, y el viento a temprana hora no sopla, es como que descansa hasta el medio día, donde todos los días se hace intenso y perturbador. Pocos kilómetros nos separaban de nuestra primera parada y lo disfrutamos en descenso periódico.

Es imposible no sentirse feliz cuando vas pedaleando, el vientito te da en la cara, la mente se te despeja y vas a tu propio ritmo sabiendo que, además de estar rodando distancias, estás contribuyendo a que haya menos tráfico de autos y menos contaminación ambiental a tu alrededor.

La ruta 60, se interna en el corazón de la ciudad,  donde muy cerca se encuentra la Plaza de Armas, con tres niveles, única en Chile, y equilibrio octogonal en jardines, pasillos, fuentes y monumentos.  La ciudad, es parte importante del llamado corredor Bioceánico. Desde la primera mitad del siglo XX, partía con dirección a Mendoza, Argentina, el llamado Ferrocarril Trasandino, que nosotros visualizamos sus ruinas aunque hay en la actualidad un proyecto para reanudar su marcha.

Recorrimos unos km y llegamos a la ciudad de San Felipe, en donde es significativo el aporte del sector agrícola, destacando los cultivos de cereales en secano, frutales, vid, hortalizas y forraje para animales. Por estas latitudes, la carretera se hace angosta y se cruza la ciudad, entre veredas y semáforos.

Con la premisa de parar a cada 10 km para relajar las piernas y alimentarnos, nos dimos cuenta que íbamos rápido y en buenas condiciones. El calor, se hacía sentir y nuestro “enemigo” natural ya era frecuente en la carretera. Después, de hacer más de 40 km por la ruta 60, pasamos por una frondosa arboleda y  empalmamos la autopista 5. Aún no sabemos el porque de lo realizado, pero al no tener GPS, fue la autopista que se topó con nuestro andar después de una loma en donde el primer cartel que visualizamos fue el de “prohibido circular con bicicleta”.

Nosotros, seguimos rodando, más allá de la prohibición, ya que no encontramos el tramo de la ruta 60, que llega hasta Recaña, Con Con y posteriormente por la costa, hasta Viña del Mar. A medida, que nos acercábamos al pacífico, el viento era más violento en nuestra contra y la caída de la carretera ya ni se sentía en el andar.

Con mucho esfuerzo y apremiados por el reloj, hicimos un tirón de 20 km sin descansar, en los que nos sentimos reconfortados por el tirón. Así, llegamos a estar a 40 km de Viña del Mar. Donde tuvimos que pasar por un nuevo control de peaje,  y fue allí donde nos impidieron seguir circulando por la autopista.

Un camionero, viendo nuestro di conformismo por la situación, se prestó a llevarnos hasta la carretera interna, la vieja ruta 60, que habíamos perdido casi 70 km antes, para si luego poder llegar a Viña del Mar sin problemas de circulación.

Así fue que pasadas las 17 horas, respiramos la brisa del mar, luego de una vertiginosa bajada por la ciudad hasta la costanera. Nos envolvimos en un abrazo fraterno y de triunfo, de haber logrado lo que para muchos es de “locos”.

No tenemos dudas, que no hay mejor manera de conocer un país, una ciudad, un pueblo que caminarla, perderse y dejarse llevar. Guardar el mapa, seguir el instinto y rodar tras lo que nos llame la atención. Nunca pensamos que íbamos a terminar siendo unos “viajeros en bicicleta”,  observando la vida en las veredas,  respirando la historia en las calles, en fin, sumergirnos en la cultura de cada pueblo y ciudad, entre el dialogo y lo incognito.

Rodar y observar. Radio Yiramundi, una frecuencia ilegal…

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