lunes, 29 de abril de 2013
Ruta 40 en Bicicleta: La Quiaca - Santa Catalina
Jujuy, ¿cuándo volveré?
Ya me estoy volviendo tiempo.
Volveré cuando el viento,
arriero de mil caminos,
corra soplando hacia el Norte,
tropereando mi destino.
Jorge Cafrune
Con el grupo completo, por la llegada del “negro” Luna
a La Quiaca, se inició el camino hacia La Quiaca. Walter, en la conducción del
vehículo de apoyo, junto a Gonzalo, quién se intoxico en Yavi y no estaba en
condiciones de pedalear. Por lo tanto, el viaje se inició con tres bicis sobre
el terreno.
Ésta etapa, no presentaba demasiadas dificultades, ya
que el camino es bastante regular y las subidas no son tan marcadas. De esta
manera, se tomo la modalidad de pedalear 10 km y hacer una parada, para
hidratarse y consumir alimentos.
Santa Catalina, es la localidad más boreal de la
Argentina, ubicada al norte de la Provincia de Jujuy, a 63
kilómetros de La Quiaca por la Ruta Nacional 40, entre los paisajes impactantes
de la puna, este pueblito que supiera crecer con la actividad minera de la
región invita a descubrir el espíritu inconfundible del norte argentino.
Cerca del medio día, a falta de 25 km del destino
final, almorzamos al costado de la carretera, nos distendimos un rato y Gonzalo
se subió a la bicicleta, para cerrar el tramo de la primera jornada. Donde con
Marcos y Pablo, terminaron en la sala de primeros auxilios en busca de oxígeno,
por el apunamiento frecuente, que lo hostigo durante todo el día.
El camino, presente muchas montañas que se
elevan casi hasta los cuatro mil metros, que
impactan con su majestuosidad y sus relucientes tonos rojizos. Entre
ellas, apareció un puñado de casitas, recorridas por calles estrechas y
empedradas para disfrutar de una tranquilidad envidiable. El cartel, indicaba,
que habíamos llegado a Santa Catalina.
El pueblo, que se estaciona a los 3770 msnm, tiene 332
habitantes estables, un municipio, dos escuelas, la iglesia, un centro de
salud, dos hospedajes, un único teléfono público y la comisaría. Pues, el paseo por este
pequeño rincón sorprende con una Iglesia que data del siglo XVII. Un
tono blanquecino la pinta mientras su torre se eleva sobre la puerta principal
dividida en dos pisos que culminan en un campanario. Los altares originales
fueron reemplazados debido a su frágil estado de conservación, el resto del
edificio se encuentra ostentado el estilo colonial que le dio vida.
Nosotros, con el permiso de la intendenta, armamos
campamento al costado de dos canchas de fútbol, donde había parrillas y bancos
con mesa. Allí, colocamos las 3 carpas, para descansar los huesos y acomodar
las ideas en las nubes jujeñas.
Curiosamente, los chicos de la zona, incrédulos por
nuestra llegada en bicicleta, se acercaron al campamento y le prestamos las “nenas”
para luego, ponerle en la computadora “la era de hielo 4” y hacerle un mini
cine en las gradas de la canchita.
Por nuestra parte, Walter, cocinó un guiso con carne
de llama, para restaurar energías y ni bien el día se hixo noche, nos
sumergimos en la carpa para aventurar el día siguiente.
Etapa: La Quiaca - Santa Catalina.
En éste trazado, nos separan de ambos puntos 63 km en grava y en donde alcanzaremos un desnivel acumulado de 590 metros. Pues, pasaremos por los pueblos Toquero, Pueblo Viejo, Cieneguillas y Puesto Grande.
Entrevista: Canal 6 de La Quiaca
Cuando emprendíamos viaje a Yavi, un notero y camarógrafo del canal, nos corrieron por las calles de La Quiaca, para interiorizarse de nuestra travesía.
sábado, 27 de abril de 2013
Capilla de San Francisco (Yavi)
En 1682, Juan Fernández Campero y
Herrera y su esposa, pusieron la piedra fundamental de la capilla de su hacienda
en San Francisco de Yavi. La construcción de esta
capilla, finalizó en el año 1690, y hoy, podemos admirarla tal como era en
aquella época, salvo pequeñas modificaciones. Sus líneas arquitectónicas son de
gran sencillez y belleza.
Si bien, el edificio fue terminado en 1690, sufrió sucesivas modificaciones
durante todo el período colonial. En 1707, el matrimonio Campero obtuvo el título
de marqueses de Tojo, y Yavi se convirtió en sede del Marquesado. Desde allí se
administraban todos los pueblos de la Puna. Muy cerca de la frontera con
Bolivia se escalona el pueblo con su iglesia, el edificio más destacado, junto
con la casa del marqués de Tojo.
El púlpito, los altares, y los retablos, son realzados
por una cubierta de láminas de oro. Posee cuadros y notables esculturas de
madera, como las de San Francisco, San Juan Bautista, San José, Santa Ana y San
Joaquín, que fueron traídos desde el Cusco.
Según una antigua descripción, "tiene once ventanas, las diez de ellas de más de dos varas de alto y una de ancho que, en lugar de vidrieras, las ocupan piezas de ónix blanco de cuatro dedos de grueso, transparentes como el cristal, traídas a mucha costa de más de 200 leguas, que dan claridad admirable a toda la iglesia".
La arquitectura de la iglesia, se caracteriza por el notable juego
volumétrico producido por la yuxtaposición de los cuerpos de la nave principal,
la capilla de las ánimas y la torre campanario.
Sin dudas, lo más notable está en su interior, de diseño muy simple pero
excepcionalmente rico en su adorno, comenzando por los herrajes de sus puertas
y la estructura de madera del coro; se destacan también el retablo y el púlpito
-tallados en madera- y el Sagrario, magnífico trabajo de orfebrería. Los muros
laterales tienen pequeñas aberturas con placas de alabastro, que permiten una
suave iluminación natural de la nave.
Etiquetas:
Argentina,
Mochilero,
Pueblos Andinos,
Pueblos Originarios,
Viajes,
Yiramundi
Estación Yavi
Ya
instalados, al final de la Ruta Nacional Nº 9, a
3.442 msnm, y a 289 kilómetros de San Salvador de Jujuy, en el límite con la
vecina nación de Bolivia, acomodamos nuestros bultos y agarramos las
bicicletas, nuestras fieles compañeras, por primera vez en el viaje.
Nuestro breve destino, a 16 Km de La Quiaca, por ruta
asfaltada, y en la limpidez de su cielo, nos esperaba el pueblo de Yavi. No
obstante, a pocas cuadras del hotel, nos interfiere en el camino, un notero y
una cámara del canal 6 de la televisión local, para realizarnos una entrevista,
por la travesía trazada. (ver vídeo).
Los libros, dicen que el bronce y el oro, constituyeron
sin duda el histórico pueblo de Yavi, verdadero oasis en la aridez puneña. Hoy,
el pueblo está parcialmente despoblado, donde sus casas son de adobe, con
típicos techos de cañas, barro y paja, -sin dudas- adecuado abrigo para las
heladas noches puneñas.
El viaje, fue placentero y no presentó inconvenientes, ya que
sólo sufrimos una elevación de 300 metros a la salida de la ciudad, para luego,
descender bruscamente por el pavimento y transitar con altibajos a lo largo de
la ruta 5.
Cerca del mediodía, llegamos al histórico pueblo, para
asentarnos en la plaza y tomar unos mates con dulces, y recorrer sus calles de
piedras y su antigua iglesia. La plaza del pueblo, no tiene más de 20 mts2 y
Elisa, su cuidadora, mansamente riega lo poco de tierra que conforma su
contorno. Pues, de lunes a viernes, realiza su trabajo de cuatro
horas. Sentándose cada media hora a esperar que el sol le de sombra
sur en su cuerpo, para ir a alimentar a sus niños.
Después de las 14 horas, retomamos la carretera que nos
depositaría nuevamente en La Quiaca, donde ya nos encontraríamos con el
"negro" Luna y a esperar la noche para que al otro día sí empezar el
trayecto de la ruta 40 por la puna jujeña.
Próxima Estación, Santa Catalina.
jueves, 25 de abril de 2013
Estación Buenos Aires - San Jerónimo - La Quiaca
La partida, se inició en Santa Teresita, donde Marcos, Gonzalo y Pablo, cargaron el vehículo de ilusiones y otras yerbas. Pues, en Buenos Aires, se realizaron los últimos detalles y se unió el "negro" Luna, para determinar el equipaje a llevar.
Después, de lo mencionado, se cargaron las bicicletas y se rumbó directo a la provincia de Santa Fe, donde lo esperaba Walter y la familia de Kucha, para festejar su cumpleaños y agasajarlos con una rica comida campestre.
La jornada, se celebró con vino, muy rica carne y guitarras y estremecedoras voces, que hicieron de la noche, una contienda cálida y familiar. La noche no fue larga, sino más bien, folclorista y corta, para que los visitantes, no se durmieran en el umbral.
A la mañana siguiente, junto al alba, los "aventureros" salieron hacia el norte de nuestro país, donde se iniciaría el camino hacia la puna jujeña, por la mágica ruta 40.
El viaje fue denso y cansador, ya que a las 23 horas, recién pisaron la ciudad de La Quiaca, donde cenaron en un pequeño comedor y se alojaron, en un hotel cercano a la avenida mayor.
De esta manera, dieron inicio a una nueva conquista, que Marcos Niggli había señalado meses atrás, sentado en una computadora. Donde trazo las etapas, muy duras por cierto, día por día, marcando las alturas a subir, las cuestas a bajar y los caminos a trazar.
Donde el ripio, la grava, la arena, las piedras, el serrucho, serían los testigos del andar de la bicicleta y la altura, sobre todo, el "enemigo" a enfrentar. Y decimos enemigo, porque contra el apunamiento, el dolor de cabeza y la falta de aire, no hay remedio alguno, sino acostumbrar al cuerpo a dicha realidad.
El té de coca, muy habitual por estas latitudes, seguramente, será nuestro aliado principal, para combatir los 3500 mts de La Quiaca y los 4895 mts de altura del Abra del Acay, el pico máximo de una ruta nacional de América.
En eso estamos, a la espera de la llegada del "negro" Luna, para partir a Santa Catalina no antes, rodar hasta Yavi, un pequeño pueblo a 16 km de la ciudad fronteriza de La Quiaca, para probar nuestras bicis y sobre todo, nuestros pulmones.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)