Donde el ripio, la grava, la arena, las piedras, el serrucho, serían los testigos del andar de la bicicleta y la altura, sobre todo, el "enemigo" a enfrentar. Y decimos enemigo, porque contra el apunamiento, el dolor de cabeza y la falta de aire, no hay remedio alguno, sino acostumbrar al cuerpo a dicha realidad.
jueves, 25 de abril de 2013
Estación Buenos Aires - San Jerónimo - La Quiaca
La partida, se inició en Santa Teresita, donde Marcos, Gonzalo y Pablo, cargaron el vehículo de ilusiones y otras yerbas. Pues, en Buenos Aires, se realizaron los últimos detalles y se unió el "negro" Luna, para determinar el equipaje a llevar.
Después, de lo mencionado, se cargaron las bicicletas y se rumbó directo a la provincia de Santa Fe, donde lo esperaba Walter y la familia de Kucha, para festejar su cumpleaños y agasajarlos con una rica comida campestre.
La jornada, se celebró con vino, muy rica carne y guitarras y estremecedoras voces, que hicieron de la noche, una contienda cálida y familiar. La noche no fue larga, sino más bien, folclorista y corta, para que los visitantes, no se durmieran en el umbral.
A la mañana siguiente, junto al alba, los "aventureros" salieron hacia el norte de nuestro país, donde se iniciaría el camino hacia la puna jujeña, por la mágica ruta 40.
El viaje fue denso y cansador, ya que a las 23 horas, recién pisaron la ciudad de La Quiaca, donde cenaron en un pequeño comedor y se alojaron, en un hotel cercano a la avenida mayor.
De esta manera, dieron inicio a una nueva conquista, que Marcos Niggli había señalado meses atrás, sentado en una computadora. Donde trazo las etapas, muy duras por cierto, día por día, marcando las alturas a subir, las cuestas a bajar y los caminos a trazar.
Donde el ripio, la grava, la arena, las piedras, el serrucho, serían los testigos del andar de la bicicleta y la altura, sobre todo, el "enemigo" a enfrentar. Y decimos enemigo, porque contra el apunamiento, el dolor de cabeza y la falta de aire, no hay remedio alguno, sino acostumbrar al cuerpo a dicha realidad.
El té de coca, muy habitual por estas latitudes, seguramente, será nuestro aliado principal, para combatir los 3500 mts de La Quiaca y los 4895 mts de altura del Abra del Acay, el pico máximo de una ruta nacional de América.
En eso estamos, a la espera de la llegada del "negro" Luna, para partir a Santa Catalina no antes, rodar hasta Yavi, un pequeño pueblo a 16 km de la ciudad fronteriza de La Quiaca, para probar nuestras bicis y sobre todo, nuestros pulmones.
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