"Claro que no
somos una pompa fúnebre, a pesar de todas las lágrimas tragadas,
estamos con la alegría de construir lo nuevo y gozamos del día y de
la noche y hasta del cansancio, y recojemos risa en el viento alto,
porque estamos construídos de una gran esperanza, de un fuerte
optimismo que nos lleva alcanzados y llevamos la victoria colgándonos
del cuello sonando su cencerro cada vez más sonoro"
Gioconda Belli
Con la prosa de ésta
bella mujer nicaragüense, arrancamos por la ruta 11 hacia Madariaga.
El viento, ladero de la carretera, se enfrentó a nuestro andar.
Hacia el sur, íbamos y del sur, soplaba la mar.
Los kilómetros fueron
cuesta arriba y no porque éste relieve de la provincia de Buenos
Aires tenga sierras, sino que con el correr del tiempo, las piernas
fueron sintiendo el peso del viento. Pues, cada 10 KM nos arrojamos
al costado de la ruta a descansar unos minutos. En éstos,
estirábamos las piernas, consumiamos agua y sobre todo, nos dábamos
animo para seguir.
“Me trajo aquí una
ilusión y un viento que me empujaban la fuerza y la convicción
profunda de que mañana será un mañana mejor”
Muerdo
Pues,
llegar a Pinamar, nos enseñó el coraje de resistir por una causa
que uno escoge y se esfuerza por conseguirlo. Vale, recordar, que
ambos recorrimos muchas veces este tramo rutero pero en automovil y
en bus. A priori, no era un objetivo logrado leer “Pinamar” en el
KM 385, sino que lo fue por la adversidad del tiempo y por la fatiga
que acumulamos el primer día rutero.
Al
comienzo del texto, redactamos que partimos hacia Madariaga y así
fue, Pinamar fue el nexo del comienzo de una nueva ruta, la 74
empezaba de cero y a nosotros nos restaban 30 KM para realizar la
primera parada. Y así fue, con el viento cruzado en cola, arribamos
al pueblo gaucho para descansar en el parque de una estación de
servicios. Mañana, nos esperaba Las Armas.
“Como mares que
quiebran las rocas/O huracanes que llevan las olas/Así de fuerte
somos/Vamos caminando hacia el sur/Hasta la montaña”
Los Espíritus
Levantarse no es un problema. El nuevo
sol, trae armonía y relajación. Distinto, sería si el sol
iluminara nuestros pasos hacia un trabajo que aborreceríamos pero,
en este caso, es un viaje por placer y a su vez, sacrificado.
El camino, se mostró sin mojones y por
ende, el reloja fue midiendo nuestras pedaleadas para descansar el
cuerpo y alimentar el alma. No siempre, uno proyecta un viaje y se
dá, de esa manera. La carretera, tiene su magia y nosotros, dejamos
que sucede. Un camión amigo. Un viento, desfavorable. Una ruta, sin
marcar. Un cruce de camino. Un mercado de campo. Así, es el viaje.
Un espiral en avance, como una tómbola, que viene y que va.
La tarde, la llegada imprevista y
esperada. La carpa y unos mates, para darle pampeanía a nuestro
andar.
"Una canción no es
canción si no hay con quien compartirla. Y una ilusión no es
ilusión morada es camino y guía".
Tonolec
Ayacucho, nos enseñó la solidaridad y la apertura a la palabra. Nos trataron muy bien, los gauchos del Mercado de Campo de la avenida arbolada. Nos acobijaron, en la noche, los durmientes de la vieja estación, a la entrada del pueblo. Nos bendijeron el camino, una pareja de motoqueros, oriundos de Santa Teresita, nuestro pueblo. Y la carretera, nos mimó. Sobre todo, los camioneros, que abrían su andar para que no terminemos chupados por la succión de esa máquina infernal de fierros.
Así, durmiendo bajo la sombra de los eucaliptos, hicimos noche en el Mercado "Las Chilcas". Conmovidos, por el atardecer, acampamos a su lado, observando las estrellas y sintiendo la tierra húmeda.
"
Todos nos
contamos una historia sobre nosotros mismos. Siempre. Continuamente. Esa
historia es lo que nos convierte en lo que somos. Nos construimos a nosotros
mismos a partir de esa historia”
Patrick Rothfuss
El agua caliente, se hacía vapor por la boca del termo. Humeante, dibujaba espirales en el cielo transparente de la ruta. La yerba, aún seca, se mojaba antes del beso con el agua y una vez húmeda, el mate paseaba por la bombilla para compartir esa hermosa comunión natural, con nosotros.
Las bicis, listas para rodar el último tramo, esperaban acostadas a un lado del árbol. El sol naciente, ya quemaba las últimas gotas de rocío y flotaba en el aire, ese olorcito de campo; fresco y libre.
Pues, los 77 km de distancia, no eran un obstáculo pero si un objetivo pensado y sentido en aquella comunicación telefónica de enero.
Sufrimos y vivimos, el único relieve dialéctico de la carretera, en las cercanía de Tandil. Las piernas, se oxigenaban en las bajadas y sufrían la fatiga en las subidas. Así, sierrras tras sierras, fuimos dándole dibujo a nuestro andar.
Hasta que nos cruzamos con Tama y Román, a pocos kilómetros de Kurache, nuestro hospedaje de descanso en la ciudad que vio nacer al paupérrimo Presidente Argentino, Mauricio Macri.
Pero esa, será otro relato.
Próxima Estación, Kurache.
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