martes, 15 de mayo de 2012
El Cruce de Los Andes en Bicicleta
Cuarta Etapa (2): de Cristo Redentor a Río Blanco
Con la pálida sensación de no poder subir al Monumento
del Cristo Redentor, nos acercamos al peaje para poder cruzar por el túnel, ya
que nos avisaron que está prohibido hacerlo en bicicleta.
El túnel se halla a una altitud de 3209 m/snm, y
tiene 3080 metros de largo, de los cuales 1564 corresponden a territorio
chileno y 1516 al argentino. Fue abierto en 1980 y corre al costado de un túnel
similar, hecho a principios del siglo XX para el Ferrocarril Trasandino Los
Andes - Mendoza.
Este paso, por el momento, es el más extenso entre dos
países en América Latina ya que en 2011 se comenzó a construir el paso entre
las ciudades Las Flores – Vicuña, también entre Argentina y Chile y tendrá una
longitud de 13 mil metros.
Una vez llegado al lado chileno, nos bajamos de la
camioneta que nos transportó y rodamos en bajada hasta la aduana “Paso
Internacional de los Libertadores”.
Allí, realizamos el trámite migratorio, donde fuimos
revisados con austeridad por viajar en bicicleta pues, diferente fortuna
pasaron dos mujeres que se movían en su automóvil particular, donde los perros inspeccionaron
hasta el último rincón del vehículo.
Después de 30 minutos de burocracia, empezamos a rodar
por ruta chilena, donde nos esperaba un espectacular camino en bajada
denominada cuesta Juncal, también llamada "Caracoles" en la ruta
CH-60. El tráfico es intenso, sobre todo de vehículos pesados que afrontan este
tramo con calma y resignación, formando largas caravanas que a ritmo pausado, descienden
y ascienden la carretera.
A diferencia de lo vivido anteriormente, la vertiente
argentina resulta ser un ascenso suave, una subida relajada a través del
agreste paisaje montañoso de la zona hasta embocar en la entrada del túnel. Sin
embargo, el acceso por la parte chilena es otro cantar. El paisaje sigue siendo
el mismo, pero la carretera gana altura con mucha más rapidez, obligándola a un
trazado sinuoso tan perfectamente delineado que, visto desde el aire, parece el
serpentín de un frigorífico.
En esta oportunidad, nosotros habíamos padecido aquel
ascenso armonioso por la pachamama Argentina y ahora, íbamos a palpar en la
piel la bajada vertiginosa chilena. Aún cuando escribimos esta crónica de
viaje, no logramos entender cómo explicar en palabras la adrenalina de bajar a
45 km por hora, en curvas y contra curvas, pegaditos a los inmensos camiones
que circulan uno detrás del otro.
Pues, los camioneros, viendo nuestro andar, nos alentaban
con sus bocinas. El olor a caucho quemado, el viento de la cordillera y el
vértigo de la altura, fue el escenario perfecto de aquellas 28 curvas en
descenso por el Paso Internacional de Los Libertadores.
Cerca de la aduana chilena se atraviesa uno de los
afluentes del Aconcagua y el camino de herradura sube hasta la cordillera
bordeando el río juncal, otro de sus afluentes. El descenso es por demás
uniforme y sería monótono si a ambos lados no se alzaran escarpas de las formas
más caprichosas. A una altura de muchos miles de metros esas pendientes
acompañan al valle que ora se estrecha convirtiéndose en desfiladero, ora
presenta pequeños claros en los cuales se suelen ver chozas aisladas, rodeadas
de arbustos y praderas donde pastan los animales.
Después, de bajar con el viento en la cara, empezó un
camino más afinado entre los senos de las montañas, donde el declive no era tan
marcado como el anterior aunque por momentos dejamos el pedal libre y la
velocidad seguía su ritmo sin la ayuda de nuestras piernas, que son el motor de
este loco viaje por la cordillera de Los Andes.
A priori, nuestro destino era la ciudad de Los Andes,
pero en el camino, que siempre te depara a lo desconocido, encontramos un camping
en la Reserva Natural Río Blanco y decidimos pasar la noche allí, después de
haber rodado casi 69 kilómetros.
Desde nuestra salida, de Punta de Vacas (Argentina) no teníamos
pensado llegar hasta el destino señalado, ya que, como dijimos anteriormente,
se frustró la subida al Monumento Cristo Redentor por la nevada y por ende,
seguimos con el viaje.
Y es a través del viaje, que nos damos cuenta de que los
Países Andinos no son más que un estado mental, un estado de dejarse llevar, de
compartir con la Pachamama, de acercarse a la cosmovisión, de rodar entre las
comunidades en el tiempo, de entender lo cruel o lo divino que puede llegar a
ser la historia. Sin dudas, donde todas las imágenes son posibles. Sobre todo
las surrealistas.
Hasta la próxima estación, Viña del Mar.
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3 comentarios:
Excelente.. Los felicito... Me gusta mucho pedaliar y pretendo realizar un viaje largo en mi bici y he estado viendo la posibilidad de cruzar la cordillera... Nuevamente los felicito..
Pretendo prepararme para hacer esta travesía la próxima primavera. Quien se suma? nicolas.aguero@gmail.com
Pretendo prepararme para hacer esta travesía la próxima primavera. Quien se suma? nicolas.aguero@gmail.com
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