-Adivinanzas
En los dientes, la mañana,
y la noche en el pellejo.
¿Quién será, quién no será?
Todos, nos decían que no tomemos un tren en Cuba porque nunca uno sabe cuando llega a destino. Nosotros, con la locura de ir descubriendo con nuestro cuerpo todo lo que está en nuestro paso, compramos el ticket de Santiago a La Habana.
Caminando, con las mochilas al hombro, llegamos a la Estación del Ferrocarril, el reloj señalaba las 23:35 de la noche. Y el tren, supuestamente, a las 23:55 partiría rumbo a la capital.
-El negro.
Con ser hembra y no ser bella,
harás lo que ella te mande.
¿Quién será, quién no será?
Una vez ubicados en el coche y después de haber escuchado algún “yuma” por nuestra presencia, la alineación empezó a moverse a la hora señalada. Pues, para el destino final, nos esperaban 16 horas y varias estaciones: Bayamo, Camagüey, Ciego de Ávila, Santa Clara, Matanzas y La Habana.
-El hambre.
Esclava de los esclavos,
y con los dueños, tirana.
¿Quién será, quién no será?
Y en la incomodidad del tren, nos acomodamos para hacer un viaje placentero, entre el olor a baño y a comida, entre los gritos de los vendedores de alimentos y las voces de los pasajeros, entre la oscuridad de la noche y el ruido metálico del avance de la formación.
Todo fue tomando forma y sentido. Viajamos sabiendo a priori que mucho de esto íbamos a vivir y esquivamos la comodidad del bus a pocos días de regresar a la Argentina.
-La caña.
Escándalo de una mano
que nunca ignora a la otra.
¿Quién será, quién no será?
De esta manera, estábamos cerrando una etapa en la isla, conociendo también sus lados más profundos y menos turísticos. Donde un haitiano nos hablaba de Maradona y se nos hinchaba el pecho. O una cubana, con calzas pintadas con las estrellas y los bastones, nos afirmaba “mi abuelo luchó en la revolución y como cubano, estaremos siempre agradecidos al Che Guevara”.
En tanto, cuando la luz brilló en el horizonte y penetró las ventanas, para iluminar el vagón, salieron las primeras rondas de mate con pan y jamón. Y un francés, se arrimó a conversar y a degustar del “clásico” mate rioplatense.
-La limosna.
Un hombre que está llorando
con la risa que aprendió.
¿Quién será, quién no será?
Y así, fuimos consumiendo los minutos del reloj y del tiempo, que no fue ameno con nosotros sino un aliado compañero del viaje. Porque el tiempo que es vivido con alegría e ilusiones, se convierte con el pasar del tiempo en un aliado de los recuerdos memorables. Eternos. Que se encarnan en el sentir del corazón y bailan en la memoria que no quiere morir de Alzheimer.
Poesía Adivinanzas (Nicolás Guillén)
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