Porque, como dice Marcel Proust, “los trastornos de la memoria tienen mucho que ver con las intermitencias del corazón”. Y junto a los latidos de los tambores, nuestros corazones fueron danzando murga rioplatense, entre mate y mate, el cuerpo se dejó llevar, como el agua del río Bonito, que camina, todos los días, hasta desembocar en la Bahía San Patricio.
martes, 13 de octubre de 2015
Estación Villa La Angostura
“…para escribir el libro esencial,
el único libro auténtico, un gran escritor no tiene que inventárselo, en el
sentido usual, puesto que existe ya en todos y cada uno de nosotros, sino
traducirlo. El deber y la tarea de un escritor son los de un traductor”
Marcel Proust
La Angostura, es una pequeña
ciudad de los lagos patagónicos y sabía a priori, que me debía un regreso, ya
que habían pasado 10 años de la última vez que la había visitado. Y salimos con
Juli, por la nominada Ruta Nacional 40 cerca del medio día.
Cuando el sol, inmenso entre los
cerros, alumbraba nuestro recorrido entre curvas y contra curvas. Y los mates
con chipá, se fueron degustando con alegría y entusiasmo, mientras trabajábamos
la memoria y nuestra historia. La de la familia, la infancia y el presente.
Porque, como dice Marcel Proust, “los trastornos de la memoria tienen mucho que ver con las intermitencias del corazón”. Y junto a los latidos de los tambores, nuestros corazones fueron danzando murga rioplatense, entre mate y mate, el cuerpo se dejó llevar, como el agua del río Bonito, que camina, todos los días, hasta desembocar en la Bahía San Patricio.
Seguramente, manifiesta Proust, “la existencia de nuestro cuerpo, que nos
parece semejante a una vasija es donde está encerrada nuestra espiritualidad,
lo que nos anima a suponer que siempre están en posesión nuestra todos los
bienes interiores, las alegrías pasadas y todos los dolores”.
Así, entre dolores y amores, pasamos
Puerto Manzana, para luego llegar a la villa, que se encuentra ubicada a 870
msnm, al margen del Lago Nahuel Huapi, sobre los faldeos de los cerros Bayo,
Inacayal y Belvedere.
El panorama, es inmensamente peregrino
y se necesitan muchos ojos para alcanzarlo todo. Mientras la cámara disparaba diapositivas
a mansalva, intenté llenarme el alma y los pulmones de azul clarito.
Respirando, la misma región que
supieron habitar los poyas y los puelches, en el siglo XVII, rodeada de lagos,
bosques nativos y montañas. Aunque el tiempo ha cambiado y mucho la fauna y la
flora de aquellos tiempos. Porque el tiempo, transforma la realidad y deja a un
margen, lo establecido y lo metafísico.
Así como la Pachamama, sufre el
paso del tiempo y la ambición del hombre al servicio del capitalismo, nosotros,
los humanos, también vamos mutando.
Aunque Proust, afirma “El tiempo
que cambia a las personas no modifica la imagen que de ellas nos ha quedado.
Nada resulta más doloroso que esa oposición entre la alteración de las personas
y la fijeza del recuerdo cuando caemos en la cuenta de que tenemos una vida
vagabunda, pero una memoria sedentaria (vol. VII)”.
Y entre la memoria, el
pensamiento, la transformación y Proust, retomamos a la ciudad que nos vio
salir. Bariloche, con el imponente Nahuel Huapi, fue el escenario del regreso y
de la mutación, de aquella tarde.
Buen viaje y buenos vientos…
La localidad se encuentra a:
- 42 km del límite con Chile.
- 60 km de Villa Traful.
- 87,6 km de San Carlos de Bariloche.
- 92,2 km de San Martín de
los Andes, por el camino de los 7 lagos.
- 479,4 km de Neuquén capital.
- 1634 km de la ciudad de Buenos Aires.
Próxima Estación, Santa Teresita…
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