sábado, 19 de septiembre de 2015

Estación La Carretera del Viento

Algunas veces es preciso silenciarse, salir de la escena y esperar que la sabiduría del tiempo termine el espectáculo...
Guardioes de Atinis

Y la mochila se volvió a abrir. Después del regreso de Cuba, todo había tenido una simple armonía. Hasta que apareció un viaje de ida y vuelta al sur argentino. Y hasta allá fuimos, con la inigualable condición de viajero incansable. 

De Santa Teresita a la meta, San Carlos de Bariloche, nos separaban un poco más de 1600 kilómetros y un estimativo de 17 horas, como anunciaba un camino de Google Maps.
La carretera, con sus contradicciones y paradojas, nos esperaba mansa y cansina. Pues, el vehículo, fue acariciando el pavimento para disfrutar del atardecer y del viento.
En tanto, Raúl, descansaba con los ojos bien abiertos, pensando en nada o simplemente, respirando. Gonzalo, sentado al volante, le daba sonido a “Louder Than Words” de Pink Floyd.
Así, mientras el día se hacía noche, llegamos a Tres Arroyos para cargar combustible y tomar un café. También, para estirar las piernas y creer que aún no habíamos recorrido nada, ni siquiera el 50% del camino.
Pero en este circo caliente, todo puede ocurrir. Y llegando a Bahía Blanca, nos deshacemos del GPS y escogimos otro camino, ya que Raúl, fue victima de un zarpazo en un viaje anterior, por el camino de las vías. 

Entonces, pasada la medianoche, llegamos al control de Río Colorado y seguimos camino hasta Choele-Choel, en donde volvimos a cargar combustible y cambiamos de conductor. Y entre risas y mates, la madrugada se fue haciendo de día.
Y llegando a Neuquén, por la R22, el amanecer se hizo presente en el horizonte. Justamente, la carretera atraviesa por el medio la ciudad capitalina del sur y los semáforos y el transito, se hace espeso a cualquier hora del día.
Una vez, pasado este tramo, todo es cuesta abajo. Los camiones y los ómnibus, son los obstáculos a pasar en la angosta línea asfáltica.
Y cuando se transita por la R237, el paisaje se hace encantador, bordeando el Río Limay y cruzando El Chocón y otros afluentes.
A media mañana, cuando chispeamos el cartel que indicaba Piedra de Águila, ya sabíamos que nos quedaban un poco menos de 3 horas de viaje. En donde, uno se deslumbra por la naturaleza inmensa que lo apaña. 

El embalse Alicura, te llena los ojos y los pensamientos de agua. Gigante, besados por grandes montículos de piedra que se hacen llamar montañas, es todo lo que la ruta te regala en esos 200 kilómetros de distancia. 
Hasta que después de una curva interminable, se puede observar el Nahuel Huapi y toda su historia. Chiquito, como una maqueta de cartón, se percibe la ciudad de Bariloche y todo su encanto.
Llegamos, así, con 17 horas sobre las ruedas de nuestro cuerpo, a la casa de Raúl y a Bariloche, la encantada del sur argentino.     


Próxima Estación, Bariloche

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