De nada importa lo que un día hiciste.
De nada importa lo que un día viviste.
De nada importa quien un día fuiste.
Sólo importa todo lo que aprendiste.
- Arnau de Tera -
El sol, tenue, entró sin permiso por
la ventana de la vieja hostería y me despertó, su inmensidad. Al mismo tiempo
que las flores abrían sus pétalos y los pájaros cantaban su himno mañanero.
Doña María, ya andaba por los
pasillos de su hospedaje, haciendo el desayuno a cuatro futuros serviles de la
Patria, que con la cabellera rasurada y con la mirada ceñuda, tenían que acudir
a sus estudios militares.
En tanto, me acerqué al comedor a
servirme el desayuno y María, amablemente, me acercó el café, el pan y el dulce.
“Coma bien mi hijo, que tiene que esforzarse en el camino” me dijo con voz de
abuela y agregó “¿hasta donde va?”.
Su mirada limpia, me brindó
confianza para pedirle que se siente conmigo y le contesté “Hasta Alta Gracia
pero si el camino me presenta otro sitio, hasta allí entonces”. Sin entender
mucho de lo que le decía, sugirió que vaya con cuidado y que iba a rezar por
mí. Le agradecí su amabilidad y me despedí con un beso y un abrazo.
Ya con el equipaje en la bici y
con una leve llovizna que limpiaba mi cara, salí a pedalear por la Ruta 38
hacia el sur de Córdoba. Los 16 kilómetros que me separaban de Cosquín, iban a
hacer claves para los 70 kilómetros de la jornada. Y pedal contra pedal, me
acerqué a la ciudad del Folclore y del Rock Argentino. El río, del mismo
nombre, recorre el contorno de la ciudad y por la carretera, se puede apreciar
el Cerro Pan de Azúcar, llamado por los pueblos originarios del lugar “Supaj
Nuñu” (Seno de Mujer).
Así, me empapé de esta ciudad, de
la imprenta de sus paredes ilustradas y maquilladas con arte callejero y de su
entorno natural, que avasalla a cualquier ser vivo. Santa María de Punilla y
Bialet Massé, fueron las postas de los kilómetros siguientes. Hasta llegar al
lago San Roque y su inmensidad.
Allí, relaje la mirada y la
intensidad del cuerpo. Sentado al lado del camino, me dejé llevar por el
pensamiento y escribí… “Hay cosas que son demasiado grandes para nosotros los
seres humanos: el dolor, la soledad y la muerte, sino también la belleza, lo
sublime y la felicidad. Para ellos hemos creado la religión. ¿Qué pasa cuando
la perdemos? Esas cosas son todavía demasiado grandes para nosotros. Lo que
queda para nosotros es la poesía de la vida individual. ¿Es lo suficientemente
fuerte como para soportar los abates de la sociedad establecida?”.
Sin respuestas, me hice materia
con la bicicleta y rodee por la autopista el final del Dique San Roque para
retomar la Ruta 73 y pedalear hasta Falda del Carmen y hacer la última escala
de la jornada.
El sol, se había adueñado del
cielo, esquivando las nubes y empujando la lluvia hacia otras latitudes y la
tarde se iba completando con un vientito caluroso con dirección nordeste.
Así, con el cuerpo casi entero,
llegué pasada las 15 horas a la ciudad de 40 mil habitantes pero con vida de
pueblo. Histórica y pintoresca localidad, fundada en 1588 por un casco de
estancia de jesuitas.
De esta manera, fui a descansar
al Hostel Alta Gracia, situado a pocas cuadras del centro histórico de la
ciudad. Y a pensar, si vivir es suficiente para ser feliz y que somos criaturas
estratificadas, llena de abismos, con almas de azogue, con las mentes cuyo
color y cambios de forma se dan como en un calidoscopio que se agita constantemente.
Próxima Estación, Che Guevara
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