domingo, 10 de julio de 2011
Estación Cerro Rico
Poca plata da Potosí que tanta plata ha dado. El cerro no quiere.
Durante más de dos siglos, el cerro escuchó gemir a los indios en sus entrañas.
Lo indios, los condenados de los socavones, le suplicaban que agotara sus vetas.
Y por fin el cerro maldijo la codicia. Eduardo Galeano
Pactamos con la agencia "Sumaj" para poder ingresar a la mina y recorrer sus entrañas. Gabriel, nuestro guía, nos llevó al mercado de mineros y le llevamos coca y algunas bebidas para ofrendarle en su arduo trabajo diario.
Gabriel tiene 30 años y parece de 45, es potosino y trabajó durante 10 años en la mina Rosario del Cerro Rico cuando tenía 14. Es ágil y rápido caminando por los pequeñísimos pasillos de la mina, saluda a cada minero con quien nos cruzamos y le ofrece la coca y la bebida que trajimos como regalos.
Gabriel, nos comenta que en el Cerro todas las minas que existen están manejadas por cooperativas de trabajo; las cooperativas están formadas por mineros socios que ya han trabajado más de 15 años en el Cerro. “Pero puedes empezar a trabajar sin ser socio; yo empecé como ayudante. Ganas mucho menos… pero para ser socio tienes que trabajar de 10 a 15 años, así funciona”. Los mineros no-socios ganan alrededor de 50 bolivianos por días; los socios, en cambio, ganan cerca de 200 bolivianos por jornada de trabajo. (El cambio de moneda es $7 bs – u$s 1)
La vida del minero es increíblemente sacrificada; es un trabajo que en relación con el ingreso promedio de cualquier trabajador boliviano está bien pago, para nuestro guía eso explica por qué tantos jóvenes potosinos buscan trabajo en las cooperativas. Pero no todo pasa por el dinero “los dolores de espalda te dejan a un costado del trabajo en forma constante” Nosotros, fuimos testigos del dolor lumbar tan sólo por caminar 5 Km. y no por hacer el trabajo forzado que implica la extracción del mineral.
Hoy en día Potosí no tiene plata; pero para sobrevivir, o en la creencia de que van a sobrevivir, todavía trabajan mineros en sus galerías. Consiguen 50 dólares por ocho toneladas de mineral de cinc. Inician el trabajo casi en la niñez, pero al cabo de 10 años están ya esperando la muerte debido al efecto del polvo de roca de las paredes, que penetra en la piel, les quema el olfato y el gusto, les daña los pulmones y al final, los mata.
Caminando en el hormiguero del Cerro, vemos un muñeco de barro y colores, era el Tío. Los mineros creen que el Tío, a cambio de las ofrendas, les permitirá obtener una buena ganancia aunque muchos no consiguen ni para sobrevivir. El Tío recibe cigarros y hojas de coca a cambio de sus favores.
Históricamente el Cerro Rico ha sido la tumba de millones de trabajadores; primero fueron los indígenas latinoamericanos, luego los negros esclavos y con los años los trabajadores bolivianos. “Las condiciones del trabajo de los mineros son terribles. Hay que empujar afuera de la mina los carros que llevan las piedras con el zinc, que pesan una tonelada… y son tres mineros empujando un carro de una tonelada”.
A medida que nos internamos más y más las temperaturas cambian drásticamente; el aire es escaso, por momento hace mucho frío y cuesta mover el cuerpo, luego la temperatura aumenta abruptamente y hace tanto calor que respirar se hace difícil. Así trabajan los mineros de Potosí. Marcos, se saca la camisa y queda en piel, como los mineros.
Al relatar las penurias de la vida y el trabajo diario de los mineros, Gabriel se esfuerza por aclarar el grado de responsabilidad de los conquistadores europeos, primero, y de los gobiernos bolivianos, después, en la explotación indiscriminada del Cerro y su consecuente costo en almas humanas.
La explotación de los recursos naturales latinoamericanos por manos foráneas tiene su origen hace más de 500 años, pero se ha sostenido a lo largo de siglos y aún hoy persiste. Los capitales extranjeros reproducen la lógica imperialista que permitió el desarrollo máximo del capitalismo. En este marco, la vida del minero sigue siendo inmensamente difícil, un trabajo insalubre que muy pocos logran soportar; la explotación extranjera ha logrado vaciar al cerro de sus materiales más valiosos y hoy sólo queda zinc de mala calidad. Pero Bolivia es un país en proceso de cambio, que está viviendo la época de transformación social más importante de las últimas décadas de su historia; las calles de Potosí gritan a través de sus paredes, su apoyo a Evo y al proceso que lleva adelante.
También allá abajo, en las entrañas del Cerro Rico, los mineros esperan cambios, mejores condiciones de vida y de trabajo. A pesar del cansancio, el calor, la falta de aire, corren tiempos de esperanza en las minas potosinas, y mucho confían en que las mejoras se acentúen y se abran nuevos tiempos en la historia actual de nuestra hermana Bolivia. El Cerro Rico, aún explotado por cooperativas de mineros privados, ha sido declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
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