viernes, 10 de mayo de 2013

Ruta 40 en Bicicleta: San Juan de Oros - Liviara

La vida es un camino a largo plazo,
en la que tú eres maestro y alumno;
unas veces te toca enseñar;
todos los días te toca aprender...

Después de pasar una grata noche en la escuela, desayunamos con la premisa de llegar a Liviara y así cumplir la tercera jornada por la Ruta Nacional 40. El frío, que golpea duro por estas latitudes, había congelado los canales y ríos, de poca cause, que cruzan la carretera.



Ante el asombro de ésta novedad, Poli, se decidió cruzarlo a pesar de lo “peligroso” de mojarse hasta las rodillas. Pues, el hielo, se rompe con el paso de los rodados y uno, puede quedarse varado hasta la necesidad de tener que apoyar los pies.

Después, de esta “novedad” seguimos viaje a un buen ritmo, donde el camino, nos ofrecía abiertamente su gratitud. Las montañas, mayormente de color rojizo, le daban tonalidad al desgaste en las subidas. Además, de deslumbrarnos con lo que nos rodeaba, las charlas con los lugareños, le daban más color y calor a nuestro viaje.  

El andar por lugares donde habrían existido poblados antiguos, prehispánicos, es visto como muy riesgoso y causa de la enfermedad llamada "piadura" o "piyadura". Armando Paredes, nos dijo "La piadura, es cuando alguna persona va a una zona muy antigua, por ejemplo y se siente muy cansado, se acuesta y se duerme. A la noche siente que tiene mucho frío. Al día siguiente le empieza a picar todo el cuerpo."



Justamente, la Puna, tiene características muy diferentes a los Valles, la Quebrada y las Yungas, pues presenta una gran diferencia de temperatura entre el día y la noche, y debido a la altura sobre el nivel del mar, por arriba de los 3.000 metros – caracteriza al paisaje una mayor heliofania, con una temperatura más fría y un ambiente más seco.

Luego, de rodar 40 kilómetros, nuestros cuerpos, presentaban un signo de cansancio, que privó a algunos seguir a bordo de la bicicleta. La altura y la constante arena, que presentaba la carretera, fueron los principales impedimentos de ésta etapa.

Pero, los que siguieron arriba de las “nenas” la Madre Tierra, les regaló una bajada intensa, de curvas y contracurvas, en un camino accidentado por la geografía. Donde la montaña, hacía sombra de un lado y el vacío, se hacía sentir, por el otro. Allí, el “negro” Luna y Gonzalo, se amigaron con el viento y llegaron a Liviara, un pequeño pueblo, que los hospedó después de una larga jornada.

Con la llegada, la buena noticia, fue que íbamos a descansar sobre un colchón, después de tres noches, en el centro comunitario, en donde también conseguimos un televisor para captar algunos canales por la antena pública. Rocío, la encargada del lugar, nos confirmó “gracias a esta medida, podemos mirar algunos canales” aunque manifestó “yo, tengo DirecTV, porque agarro más canales”.

Por la noche, cenamos en el comedor, un rico estofado, con vino y postre. La noche, se estaba poniendo fría y nosotros, nos fuimos a dormir.


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