lunes, 29 de junio de 2015
Estación Santa Clara (Cuba)
“No hay nada más justo que la
critica junto al compañero cuando está presente, con valentía política y
dignidad cívica pero cuando criticamos, cuando herimos por la espalda, cuando
aprovechamos que no está para hablar mal de él, para distorsionar su imagen,
para restarle valores, para empañar su camino, para convertir tiempos normales
en tormentas, se deja de ser crítico para ser sádico, para ser sínico y quien
lo hace así se convierte en un alma destructora y esos hacen más daño que el
arma nuclear que engendra el imperialismo y por tanto no merece estar en
nuestro colectivo y tan repugnantes son ellos como los que siguen su camino”
Ernesto Che Guevara
Uno va andando por el camino a
contramano del mundo mismo, ahuyentado por espías invisibles que pretenden
atarnos a silencios mordaces y verdades falsas. Pero la vida, hermano; la vida
es tan hermosa que sería una estupidez demencial dejarse arrastrar por la ola.
No, uno no debería; porque a veces la ventana se abre y el cristal refleja la
luz, allá a lo lejos o cerca, la luz.
Una suma de verdades van cediendo
en el camino el espacio necesario para avanzar sin reveses ni torcidas de
talones: un amigo que no sabías que encontrarías te tiende su mano y te invita
un mate, de paso también su verdad. Y ahí te das cuenta que el ir a contramano
del mundo entero tiene su gracia y astucia, porque cuando te das cuenta que ya
no sos vos solo sino que somos dos!... entonces la dicha es triple: dos a
contramando en el mundo loco, que esta de vuelta. Dos a contramano caminando
por senderos de lucha. Dos que creemos que la palabra vale y es suficiente para
firmar cualquier pacto. Dos que necesitamos que el Otro sea nuestra verdadera
Patria. Entonces de a ratos esta soledad sostenida en la audacia desaparece
porque me encuentro con la mano amiga que proclama las mismas verdades
desconocidas por el mundo que te pega fuerte, una patada en el culo. Pero a
diferencia de otras veces, somos más que uno para levantarnos y darnos la
vuelta.
En Santa Clara vive mi amigo
desconocido por la mayoría de la gente que vive en este mundo dado vuelta;
desconocido para muchos en el mundo pero conocido para mí. Se sienta en su
sillón de madera tallada y por detrás del cristal de sus lentes, sus ojos me
miran un poco desconcertados. No será por mi belleza natural (que no se muestra
lo suficiente), ni por mi sonrisa de mona lisa, ni por mi sombrero color beige,
ni porque llamaron su atención las palabras que no le dije. Será que me mira
desconcertado porque no me conoce pero ya me quiere. Porque no lo conozco pero
ya lo quiero. Un mate amargo mediando en este desconcierto y la mirada cómplice
de ese amigo que tenemos en común que se llama al silencio perpetuo.
Después de coincidir en la vida
nos dimos un tiempo para rememorar las pasiones perdidas, las vivencias vividas
y las desazones que a uno lo dejan en jaque en el medio de la calle sin saber
hacia donde correr. Arístides, me dice que esta viejo y cansado. Viejo de ganas
de la vida: una larga vida llena de luchas y amores. Este viejo cansado derrama
sueños exiliados por los poros de la piel. Equivocaciones románticas que no se
entienden con las razones suficientes que encontraron los barbudos para no
retroceder en las decisiones. A flor de piel descansan campesinos que nada
tenían antes y todo lo tienen ahora. Cuadernos llenos de letras de cuando no
era viejo ni estaba cansado y que, al igual que yo, creía que educando salvaría
al mundo.
En su casa de la loma, el pasado
renace y se caen las palabras resonantes de una época mas linda y prometedora.
Yo lo miro y no me canso de admirarlo pero mi amigo no se reconoce en esta
admiración.
Y a contramano del mundo
caminamos los dos desencontrados. Su cabello blanco, gastado; sus manos suaves,
su mirada elocuente, sus palabras andantes.
Lejos tuve que llegar, entonces para re
descubrir la verdad que se esconde en otro rincón del mundo, un mundo diferente
pero igual de dado vuelta que el mío… que no soy la única que corre a destiempo
del tiempo que marcan las cuerdas de este reloj que en todo momento marca la
hora de la productividad y poco le importa la mirada ajena, ni las manos
gastadas, ni las ideas certeras; que somos dos los que creemos en el amor a las
ideas y a los demás, que no estoy sola nadando a contracorriente en este mar
que no para de sacudirme. Ya somos dos los locos idealistas que nos rompemos el
alma ante tanta injusticia. Él, aunque se crea viejo y cansado no lo sabe, no
sabe que yo estoy tomando su mano y de su mano me apropio de su lucha y de su
lucha me allano en el mismo camino
hostil y pedregoso, largo pero reconfortante.
A kilómetros de distancia todavía
sueño con ese abrazo que nunca me dejó darle porque a él le duele la distancia
como a mí. Porque los camaradas no llegan nunca a despedirse, porque dos que se
aman no se olvidan fácilmente. A contramano del mundo ya somos dos y tres y
cientos que amamos la mano amiga, la ventana que sin querer se abre e impide
que la ola nos arrastre. La luz. El viento de cambio que nos llevará hacia
Santa Clara, eternamente.
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viernes, 26 de junio de 2015
Estación Varadero (Cuba)
Allá donde fuimos, ya no somos
acá nos trajimos, con todo lo que nos hace
dejando el viento, el mar
las calles rotas donde crecimos
las baldosas de la casa
el desconchado en la pared
los retratos de aquellos
que nos nacieron
y jamás imaginaron
que un día no íbamos a ser
parte del corazón de isla
que nos define…
acá nos trajimos, con todo lo que nos hace
dejando el viento, el mar
las calles rotas donde crecimos
las baldosas de la casa
el desconchado en la pared
los retratos de aquellos
que nos nacieron
y jamás imaginaron
que un día no íbamos a ser
parte del corazón de isla
que nos define…
Dejamos en La
Habana todo el afecto que nos brindó Alba durante la estadía en su hogar, que
desde entonces, también es el nuestro. Partimos con dirección a Varadero; las
ganas de un poco de mar ya no nos dejaban dormir.
Muy temprano nos subimos
a un carro que nos llevó a la playa por 50 CUC que de camino, iba subiendo más
pasajeros por lo que terminamos siendo siete personas en un viejo (marca).
Aproximadamente en
dos horas llegamos a la ciudad costera. Allí nos esperaba (nombre) para darnos
la bienvenida. Alquilamos su departamento por dos noches a 25 CUC cada noche,
los cuatro. El lugar era bastante acogedor pero lo mejor que poseía era su
ubicación, casi, casi a orillas del mar caribe. Además contaba con cocina, baño
con agua caliente, aire acondicionado y televisión.
No habíamos
terminado de preparar el mate cuando ya estábamos pisando la arena blanca y
reluciente de esta playa paradisíaca, vendida en tours caros para turistas
desprovistos de sentido de la aventura y el contacto con los demás. Muy lejos
de comprar paquetes de mercado, nosotros elegimos una vez mas, el camino
desprovisto de horarios de entradas y salidas a hoteles lujosos, visita
relámpagos a playas que merecen mucho más que la zambullida prematura;
restaurantes distinguidos sin sabores de cocina casera. Preferimos incursionar
en el tiempo que mejor nos contiene: el nuestro. Así que en nuestro primer día
de playa en Varadero asumimos el reto de consumir nuestro valioso tiempo en las
arenas calientes de ese mar turquesa que encandila las pupilas mientras el sol
te quema la piel y uno se siente un reptil más paseando por el lugar.
Al mediodía
almorzamos en una hamburguesería que quedaba cruzando la calle para retornar,
rápidamente, al lecho calentito del agua mansa. Esa tarde comulgamos con el sol
al atardecer.
Cautivamos nuestros espacios en blanco con la energía de Inti que
se despedía en el horizonte y se acostaba sobre el mar una vez mas, como en
tantos otros mares que supieron vernos despedirlo. Cuando la noche comenzó a
hacerse el espacio en el cielo, salimos a cenar en el día en que Silvia cumplía
años. Para festejar fuimos a un comedor muy bello, con mesas de maderas y
faroles con luz tenue. Pedimos comida criolla y cerveza bien fría.
Al terminar
partimos sin dudarlo a seguir la rumba en La Bodeguita del Medio. Allí tomamos
un par de mojitos y dejamos nuestro recuerdo inscrito en la pared. Cada uno
firmó con un epígrafe testigo del encuentro de nuestras almas en esta isla tan
mágica y enigmática. Un trozo de nuestra historia que quisimos, se quedara ahí.
Al mediodía del
segundo día, nuevamente pasamos la mayor parte del tiempo arraigados a la arena
y al mar caribe. Nos cobijamos entre la vegetación del lugar que era bastante
abundante, con nuestras vistas directo al mar pero cubriéndonos del sol que
lastimaba bastante la piel.
En la ciudad había
poco turismo, ya que era temporada baja. Sólo algunos cubanos que disfrutaban
del fin de semana pero muy pocos turistas extranjeros. Los negocios (por
llamarlo de algún modo) cerraban sus puertas a las cinco de la tarde y los
gastronomicos a las diez de la noche, motivo por el cual había que estar atento
al paso de las horas. Esa segunda noche no tomamos demasiado en cuenta el tema
del horario; la mente se relaja de modo tal que el reloj comienza a parecer un
objeto anticuado, en desuso, sin utilidad. Uno rasga las horas en pensamientos
y razonamientos libres y en función de la salida del sol y la llegada de la
luna va armando su rutina viajera, distante de tiempos de trabajo y horarios
pautados: se almuerza y se cena cuando se tiene hambre. No importa la hora,
ella no se toma en cuenta en absoluto.
Pues bien,
finalmente esa noche distraída cenamos en un comedor popular en el que comimos
parados unas chuletas de cerdo con el arroz que rebalsaba del plato acompañado
de un refresco tibio. De retorno al departamento comimos un helado de vainilla
con almendras para refrescarnos del calor que nos había dado tanta caminata.
Al otro día bien
temprano caminamos unas cinco cuadras hacia la terminal y nos tomamos el “Vía
Azul” con destino a Santa Clara.
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miércoles, 24 de junio de 2015
Estación Playas del Este (Cuba)
Gracias a la tierra que nos acoge.
Gracias por ríos, lagos y océanos, que nos dan su agua.
Gracias a los árboles, que nos dan frutas y nueces.
Gracias al viento, que trae la lluvia para regar las
plantas.
Gracias al sol, nos da luz y calor.
Gracias a la luna, nos da su luz, brillo y claridad mental.
Después de días de cemento y
ciudad, fuimos en busca de la naturaleza. Más precisamente, de las playas
caribeñas de la isla y las más cercanas de la capital cubana, son las
denominadas “playas del este”.
Como en toda ciudad, hay varias opciones de viajar hacia un único destino. Y ahí, nosotros, buscamos la opción más económica y rentable de tiempo y lugar. Pues, frente a la Estación del Ferrocarril, cerca de la casa natal de José Martí, está el inicio de la parada de la guagua 400, que tiene como destino final la localidad de Guanabo.
El costo del pasaje es de $0.50
Moneda Nacional por persona. A diferencia del Vía Azul que cuesta $3 CUC por
persona o un taxi, que oscila entre los $10 y $15 CUC. (Vale aclarar que $1 CUC
equivale a $25 Moneda Nacional).
Lo sorprendente para nosotros,
fue que se hacen dos filas para subirse al bus, una para los que quieren ir
sentados y otra para los que deciden viajar parados. El “chancho” va dando un
papelito que garantiza el asiento en la guagua y la espera, según la cantidad de
gente del momento, puede ser de hasta 2 horas.
De esta manera, nos fuimos desplazando a las playas del este, para poder bañarnos en las aguas cristalinas del Caribe. La guagua, en el recorrido, debe cruzar el túnel subfluvial y carretear sobre una costa de playas tropicales de arenas blancas, que se extiende desde Bacuranao, a unos 15 kilómetros de La Habana y hasta El Trópico. En el recorrido, la guagua hace paradas en las playas de El Mégano, Santa María del Mar, Boca Ciega, Guanabo y Jibacoa.
Nuestra elección fue Santa María
del Mar. En la parada “El Trébol” nos bajamos del transporte y subiendo una
loma fuimos hacia la playa. La inmensidad del mar, combinando el turquesa con
el verde, nos hizo perder en la caminata.
Nuestras miradas, no podían ver más allá de aquel espejo de agua. Las palmeras, los árboles y los transeúntes fueron una consecuencia del camino.
En estas hermosas playas,
descansamos por primera vez en Cuba y seguramente, en el regreso a La Habana,
la volveremos a visitar porque una linda experiencia en la vida hay que
repartirla y no vivirla del recuerdo.
Hasta la próxima estación,
Varadero.
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sábado, 20 de junio de 2015
Estación Plaza de la Revolución
Los hombres se dividen en dos bandos: los que aman y fundan,
los que odian y deshacen.
José Martí
Pisar La Habana, es sinónimo de
recorrer el Malecón, visitar La Habana Vieja y sus bares y museos y también La
Casa de las Américas, El Cristo de La Habana y La Fortaleza de la Cabaña pero
no ir a la Plaza de la Revolución, sería un sacrilegio.
Entonces, salimos del Vedado,
caminando por línea para llegar a la Avenida Paseo y recto, con el sol
acribillando nuestros cuerpos, emprendimos hacia la Plaza de la Revolución José
Martí.
Al llegar a la explanada de 72 mil
metros cuadrados de cemento, sobresale por su altura el mausoleo José Martí, de
casi 80 metros de altura y a sus pies, la efigie de 18 metros de mármol de Martí.
Pero, la clásica imagen del Che
Guevara, acapara todas las miradas y flashes de la plaza. El relieve
escultórico del Guerrillero Heroico, debo confesarlo en primera persona, estrujó
mis sentimientos.
Imponente como el que fue, atrapó
mi mirada y pensamientos. Sólo atine a sentarme y agarrar mi cuaderno de viajes
y lapicera, para poder expresar como el cuerpo se bañaba en llanto. Mil
primaveras y corazones, florecen en la mirada limpia de esa imagen:
“Siempre pienso en vos pero
siento que no es suficiente, mientras siga existiendo la injusticia, las
vejaciones y el silencio, será insuficiente... Che Comandante, eres el camino
de mis libertades”
Memorial José Martí: (ecured.com.cu) Con una altura de 112, 75
metros hasta la torre de remate y de 141, 995 hasta los faros y banderas, el
monumento a José Martí constituye el punto más alto de la Ciudad
de La Habana. Cuenta con un diámetro total de 78, 50 metros. La pirámide, de
aproximadamente 28 metros de ancho, cuenta con un elevador interior de 90
metros de recorrido y una escalera de 579 peldaños
En el área de la base del
monumento se encuentra el Memorial
José Martí, en este se leen 79
pensamientos martianos grabados con letras color oro, distribuidos en los cinco
salones que allí existen. La parte superior es una réplica de la planta baja.
En el piso están reflejadas las
distancias existentes entre el monumento y las capitales de 43 países, así como
de 8 lugares del territorio nacional. Desde sus balcones, en días de gran
visibilidad, se puede divisar el paisaje habanero a una distancia de 60
kilómetros aproximadamente.
Para llegar hasta la cima del
complejo monumentario se puede utilizar un elevador ó una escalera de 567
peldaños. La estatua de José Martí que observamos en los bajos y exteriores del
complejo monumentario están formada por 52 bloques de mármol y tiene una altura
de 18 metros.
Fue colocada en ese sitio en 1958 y
está rodeada de 6 pilares que representan las antiguas provincias en las que se
hallaba dividido el territorio cubano, con sus respectivos escudos. Desde 1996 es
sede del Memorial José Martí.
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viernes, 19 de junio de 2015
Estación Casa del Che de la Cabaña
“El odio como factor de lucha, el odio intransigente al
enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo
convierte en una eficaz, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros
soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un
enemigo brutal.”
Che Guevara
La lanchita hacia Casablanca,
vino con mucho condimento histórico. Visitar el Cristo de La Habana, el
sorpresivo recital gratuito de Silvio Rodríguez, el cañonazo de las nueve, la
Fortaleza, un paseo histórico por “la guerra de los misiles” y la Casa de La
Cabaña del Che.
El ingreso al centro museo cultural
es de 6 CUC y se pueden observar varios objetos utilizados por el Comandante en
su breve paso por este sitio.
Según data la historia, la ocupo
en los primeros días de enero de 1959, siendo su primera vivienda en La Habana
con el triunfo mediante de la Revolución.
En la entrada, se sitúa el
escritorio y la sala que el Che Guevara usaba como oficina. Posteriormente, la
habitación en donde cayó fuertemente enfermo por el asma que lo acompañó hasta
el día de su asesinato. Pues, en la pared, cuelga un mural de la visita de
Fidel Castro y en la que se puede ver al Comandante en un pésimo estado de
salud.
En la sala continua, se guardan
objetos personales y la urna con la bandera cubana, en la cual se repatriaron
los restos de Ernesto Guevara en 1997, cuando fue hallado en Valle Grande junto
a otros guerrilleros que lo acompañaron en su campaña en suelo boliviano.
Justamente, en su estadía en este
sitio, los detractores de Guevara, lo denominan “el carnicero de La Cabaña”
porque en ese año, el Che estableció su comandancia y personalmente, supervisó
los fusilamientos de guerra a los partidarios del Dictador Fulgencio Batista.
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jueves, 18 de junio de 2015
Estación "Cañonazo de las Nueve" (Cuba)
No preguntes quienes somos,
mucho menos quienes fuimos,
en donde nacimos, que hicimos,
que sobrevivimos, no te preocupes así,
lo importante, no es como llegamos,
si estamos aquí.
Habana Blues
Ni bien llegamos a La Habana, Alba nos habló del cañonazo de las 9 y del espectáculo que esta ceremonia conlleva. Nosotros, interesados en la misma, fuimos a descubrir el tradicional disparo que data del siglo XVIII, realizado infaliblemente a las 21:00 hora local desde la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, la cual junto al Castillo de los Tres Reyes del Morro domina la entrada a la bahía de la ciudad y al principal puerto de la Isla.
El sol, también se prepara para la ocasión, y se sumerge en la bahía de La Habana, haciendo del cielo una fiesta de colores: el rojo, el naranja, el violeta, el azul y la noche. Cinco minutos en donde el pensamiento se relaja ante tan hermosa paleta de colores.
De esta manera, caminamos hacia
la Fortaleza e ingresamos (el valor es de 6 CUC) a un inmenso mundo de piedras
y senderos. En la entrada de la misma, hay una gran feria artesanal en donde se
pueden adquirir recuerdos, bijouterie, instrumentos musicales, remeras, etc.
Además, las murallas de la Fortaleza, lo citan a uno en el tiempo. Donde un carruaje se pasea por la callecitas internas con vestimenta de la época. El sonar de las campanas, el barullo de la gente y el mar, hacen de la geografía un paraíso terrenal.
Y los cañones, apuntando la
ciudad, en donde la vista panorámica de La Habana, deslumbra cualquier
inquietud previa al cañonazo. Este acto, según informa la AIN, fue proclamado
Patrimonio Cultural de la Nación Cubana.
Historia: El tradicional cañonazo de las nueve, se inició en el
siglo XVIII cuando desde esa propia Fortaleza disparaban una salva para
anunciar a los vecinos el momento de cerrar o abrir las puertas de la muralla o
la colocación de la cadena que cerraba la entrada del puerto.
En aquel entonces la villa estaba rodeada por una muralla que definía sus límites; de aquella obra quedan algunos tramos en lo que hoy es La Habana Vieja.
Hace más de 300 años que se
escucha el cañonazo, el cual también formó parte de una reglamentación militar
para los marineros de las flotas españolas, luego alcanzó un valor de uso
social y posteriormente se convirtió en una tradición, explicó la museóloga
Migleidis Escalona.
Según precisó la especialista, la
ceremonia se ha dejado de efectuar en pocas ocasiones, entre ellas durante la
II Guerra Mundial y la I intervención yanqui en Cuba. Además de la fortaleza
San Carlos de la Cabaña, se ha realizado desde el barco Infanta Isabel, anclado
en la entrada de la bahía durante el siglo XIX.
En cada época la ceremonia se ha desarrollado de acuerdo con las prácticas en uso por parte de los ejércitos español y cubano, sin embargo en la actualidad se utiliza una fantasía militar que imita la técnica de la etapa colonial, agregó Escalona.
La Fortaleza San Carlos de la
Cabaña forma parte del sistema de fortificaciones militares que junto al Centro
Histórico de la Habana Vieja fueron declarados en 1982 Patrimonio Mundial de la
Humanidad.
Fuente: www.juventudrebelde.cu
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miércoles, 17 de junio de 2015
Estación Casablanca (Cuba)
Se perdió el hombre de este siglo allí
su nombre y apellido son:
¡Fusil contra fusil!
Se quebró la cáscara del viento al sur
y sobre la primera cruz
despierta la verdad.
Silvio Rodríguez
Caminando por La Habana Vieja y por el mismo Malecón, llegamos a tomar la lanchita de Casablanca para cruzar la bahía de La Habana y visitar el Cristo y el Castillo de San Carlos de la Cabaña.
Y nos encontramos con la sorpresa
de un show gratuito que iba a llevar a cabo Silvio Rodríguez en la plaza de
Casablanca. Entonces, caminamos hacia el Cristo y entre mates y fotografías,
dispersamos el tiempo para ver en vivo al trovador cubano.
El músico, se presentó a las 19
horas y la plaza empezó a sentir a través de sus letras y melodías. En el blog
personal del artista, se puede leer por propia pluma, la experiencia que
nosotros vivimos en suelo cubano:“Generalmente no escribo sobre los lugares de los conciertos antes de hacerlos, pero el caso de Casablanca es especial. Se trata de un barrio que visité a menudo durante mi adolescencia, más que nada por su poética belleza, aunque también por la sensación de estar haciendo un viaje. Y es que para llegar a aquel rincón pintoresco había (y hay) que cruzar la bahía en lanchones de aspecto vetusto, y como se decía que llevaban prestando su servicio desde tiempos inmemoriales, uno podía imaginarse a fines de siglo 19, o en la década del 30, asistiendo a alguna clandestina reunión de patriotas, o yendo a visitar a una dama de abanico y pañuelo.
Me gustaba tanto Casablanca que,
incluso cuando salía de pase durante mi servicio militar, a veces invertía
varias de las pocas horas que me daban para tomar la lanchita, cruzar la bahía
y vagabundear sin rumbo fijo por sus calles. Y siempre que estaba allí acababa
subiendo las largas escaleras, hasta los pies del Cristo de La Habana, para
desde allá arriba escrutar la ciudad y soñarme volando sobre sus cúpulas y
tejas.
Años después me tocó ir por
simple necesidad, ya que en 1974, cuando se organizaba el Movimiento de la
Nueva Trova, todos los lunes, a las 6 de la mañana, tomaba en Casablanca el
tren del Hersey para llegar temprano a Matanzas, provincia que me había tocado
recorrer en busca de trovadores.
El concierto de hoy (ya estoy
hablando después de regresar) fue muy lindo, coloreado por la tropa
segund@citera y su entusiasmo desbordante. Ahora voy a colgar esta entradita,
aunque las fotos las pondré mañana porque están pasando la cuarta parte de
Liberación y no quiero perderme lo que falta”…
Fotos: 1 y 3 segundacita.blogspot.com.ar
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domingo, 14 de junio de 2015
Estación Habana Vieja
“La revolución no es un opio, es una purga, un éxtasis que
sólo prolonga la tiranía.
Los opios son para antes o después.”
Ernest HemingwaySalimos desde el Vedado a la Habana Vieja en pleno calor del mediodía con el sol aflorando por todos los rincones, filtrando las calles gastadas, entre árboles de avenidas y edificios en ruinas que, como viejos en la orilla, contemplan la vida pasar esperando que alguna mirada compasiva los contemple en su belleza gastada, corroída por el paso del tiempo y la imposibilidad económica de su mantenimiento.
Caminamos los senderos de asfalto; nuestras miradas atónitas desmembraban los cimientos de otra época pasada y perdida que convive con la intensión de una modernidad ingenua, todavía naciente, amenazando con “embellecer” las caras de estos castillos de quinientos años, que se resisten a morir.
Viajamos hacia La Habana Vieja en un “carro” de los años ’60. El costo del viaje hacia el centro fue de 2 CUC por los cuatro, (el precio varia según la honestidad del taxista y la cara del turista). Al llegar, nuestro primer destino fue el Capitolio. Este edificio fue construido en 1929 en La Habana bajo la dirección del arquitecto Eugeni Raynieri Piedra, por encargo del entonces presidente cubano Gerardo Machado.
El edificio estaría destinado a albergar y ser sede de las dos cámaras del Congreso o cuerpo legislativo de la República de Cuba. Inspirado en el Capitolio de los Estados Unidos, el edificio presenta una fachada acolumnada neoclásica y una cúpula que alcanza los 91,73 m de altura. Situado en el centro de la capital del país, entre las calles Prado, Dragones, Industria y San José, es el origen kilométrico de la red de carreteras cubanas, y después del triunfo de la Revolución, cuando fue disuelto el Congreso, fue transformado en la sede del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente y de la Academia de Ciencias de Cuba. En la actualidad, el edificio se encuentra en restauración, desde hace ya cinco años. Lamentablemente no pudimos ingresar en él.
Continuamos nuestro recorrido hacia la Plaza Vieja: Llamada inicialmente Plaza Nueva, se erigió rodeada por las antiguas calles de Muralla, Mercaderes, Teniente Rey y San Ignacio, convertida además en área residencial de lo más selecto de la burguesía criolla hasta el siglo XVIII.
Su nombre se transformó en Vieja
al nacer la Plaza del Santo Cristo, y en 1835 acogió al Mercado de la Reina
Cristina, una de las primeras pescaderías recogidas en los documentos de esos
tiempos, sustituida en 1908 por un parque de tipo republicano.
Al caminar a través de sus callejones, la Plaza se viste de colores de fiestas: amarillos, verdes, celestes oscuros sin convertirse en azules son parte de una acuarela mágica y alegre que alerta a los sentidos. El jolgorio de las calles al son de las rumbas cubanas, daiquiris, mojito; de pronto una diosa perdida en el medio del espacio: nos mira y nos bendice con su tenedor de acero. No tiene nombre y se le ha perdido la insignia de su padre creador. Es tan hermosa como misteriosa. Sin dueños propios porque es de todos… y de ninguno.
Un camino hacia allá y esa casona vieja. ¿Que ocultarán sus ventanas averiadas? ¿Y esos balcones ya rasgados, descuajeringados? Y si ella pudiera hablarme ¿Qué me diría? Testigos mudos de cientos de años, supieron albergar en sus pisos descalzos, a familias burguesas en tiempos en los que la Isla no era dueña de sí misma, moría bajo el yugo imperialista que se vestía con distintas máscaras. Hoy esos edificios reciben turistas a montones y funcionan, en su mayoría, como restaurantes que nada tienen de popular.
Al abandonar la plaza nos dirigimos hacia el templo de Hemingway: Bar La Floridita, cuna del daiquiri y cuna, también, de palabras de lucha, revoluciones que bailaban entre párrafos y oralidades. Me acerco y me invita un trago: Daiquiri de mango. Allí esta su espíritu, el recuerdo empírico de su presencia durante los años treinta. Allí sus historias con los amigos cubanos, su gorra blanca y su barba de tipo bonachón. Allí, el nacimiento de “Por quien doblan las campanas”, allí “Papa”, como lo llamaban sus amigos del barrio.
Nos fuimos de La Floridita
después de tomarnos un daiquiri de mango sobre la barra de madera, entre aromas
a habanos dulces y baladas de trovador. Afuera hacia mucho calor y todavía nos
faltaba degustar el Mojito.
La Bodeguita del Medio: en pleno centro histórico este bar atrapa por su cálida bienvenida. En sus paredes gastadas, las firmas y dedicaciones de miles de personas invitan a sumarse al encuentro, al baile y al mojito. Inscripciones por doquier filtran el espacio de agradecimientos, deseos y despedidas que se niegan a concretarse: “Viva la Revolución”, “Cuba tan linda”, desde Suecia, sonidos de Latinoamérica y del mundo entero se encuentran en estas paredes que cantan y ríen entre maracas y wiros.
Partimos finalmente de regreso hacia el Vedado. Nos encandilan tantos colores, nos invaden tantos olores de mentas, mangos, tabaco cubano. Los oídos llenos de tambores y toc toc, el tacto enredado entre paredes y suelos. La garganta entre daiquiris y mojitos. Rebalsamos el alma de tanto sentido expuesto y alegría desvergonzada.
En Casa, Alba nos espera.
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viernes, 12 de junio de 2015
Estación Museo de la Revolución
No sólo sabremos resistir cualquier agresión sino que
sabremos vencer a cualquier agresión y nuevamente no tendríamos otra disyuntiva
que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria, la de la libertad o la
muerte, solo que ahora libertad quiere decir patria y la disyuntiva nuestra
sería patria o muerte… Fidel Castro
El antiguo Palacio Presidencial, construido en 1920 por los arquitectos Maruri y Belau, se encuentra el Museo de la Revolución y fue declarado en 1998 como Monumento Nacional. El histórico edificio tiene cuatro plantas, un patio interno, relevantes escaleras y cuantiosas salas, en donde sobresale una cúpula vidriada que enaltece la vista de los visitantes.
Dicho Museo, se inauguró en 1988
y es uno de los edificios de mayor importancia de la isla. La historia, está
resumida en fotografías, documentos, diarios de época, videos, esculturas,
estatuas, fragmentos literarios, etc.
El paso del tiempo, señala con
heroísmo el triunfo de la revolución y sus barbudos. El Museo y sus paredes que
hablan y respiran. Pues, en las escaleras y en el patio interno, se pueden
observar los agujeros de balas que se propiciaron años antes de la revolución.
Justamente, a continuación del ex
Palacio Presidencial, se halla el Memorial Granma, en donde está la embarcación
que partió de México, el tanque de guerra que utilizó Fidel en la invasión a Playa Girón y la camioneta que propicio el
ataque fallido a Batista, entre otros vehículos.
La sala más curiosa, según “Lala” es "el rincón de los cretinos", con
caricaturas y textos "irónicos" hacia Batista, Ronald Reagan o George
Bush: A Fulgencio Batista: "Gracias cretino por ayudarnos a hacer la
revolución"; a Ronald Reagan: "Gracias cretino por ayudarnos
fortalecer la revolución"; a George Bush: Gracias cretino por ayudarnos a
consolidar la revolución".
Entre tantas historias y acciones, la emoción nos baño de cuerpo entero en el último piso, que está dedicado al Che y Camilo. En donde se redactan sus historias de vida y lucha y se conservan armas, fotos y escritos, utilizados por ellos en épocas de revolución.
Horario: Todos los días de 10 a 17 horas
Entrada: 8 CUC (USD)
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lunes, 8 de junio de 2015
Estación La Habana
Vivo en un país libre
Cual solamente puede ser libre
En esta tierra, en este instante
Y soy feliz porque soy gigante.
Cual solamente puede ser libre
En esta tierra, en este instante
Y soy feliz porque soy gigante.
Silvio Rodríguez
El reloj señaló las 15 horas y
así partimos (Gonza y Tama) junto a Walter y Silvia rumbo a Ezeiza. El 8 hizo
de transporte público hasta el aeropuerto y la espera se hizo dulce entre
charlas y mates. El viaje, de Buenos Aires-Quito y posterior partida a La
Habana, se estaba haciendo realidad.
Y entre tanto, salieron los
mapas, las ciudades, las amistades, el tiempo y la aventura de lo desconocido.
Cada uno, incipientes viajeros de Cuba, profanamos un pronóstico del futuro
mediante ¿Con qué nos íbamos a encontrar? ¿Decepción? ¿Utopía? ¿Revolución?...
Aunque viajar, en realidad, nos
enfrenta al miedo porque nos enseña, nos muestra la otra verdad de la realidad,
nos presta montañas de ruidos para escuchar mares de silencios, nos aleja del
tiempo y nos ata al viento. También, nos hace saber que sabemos bien poco, y
que saber esto, ya es mucho.
Así, con luna llena a plena luz
de la noche, volamos hacia la isla. El viaje no fue cansador, pues después de
seis horas aterrizamos en Quito y una hora y media después, ya estábamos
volando hacia Cuba. Cerca de las 6 de la madrugada, arribamos a la isla.
Nuestras sonrisas, no se podían machacar ni con los controles burocráticos de
los rostros.
Con las mochilas en los hombros,
esperamos un taxi (único transporte público) que nos acerque a la dirección de
la casa de familia en la cual nos íbamos a alojar. Y luego de un tiempo,
acordamos el viaje por $20 CUC*
Desde la velocidad del auto, las
calles de Cuba se veían en blanco y negro. El paso del tiempo, los autos de “colección”,
las construcciones de siglos, las plazas históricas y el color de la
vestimenta, despertaron nuestra atención y el cansancio del vuelo.
El Vedado, fue el barrio de
nuestra vivienda y Alba, la mujer que nos acobijó con mucho amor. Aquí, pasamos
horas y días, casi semanas o un mes. Un viaje de mariposas, que inundó nuestras
cabezas alineadas de la historia.
Y nosotros, desde la llegada,
empezamos a escribir nuestra propia historia…
Cuba, nos llenó la panza de incertidumbres
y mariposas, nos enseñó a perder y a ganar y nos hizo comprender que tropezar
es el paso anterior a volar.
Próxima Estación, Museo de la
Revolución
*El mejor cambio de moneda en
Cuba lo conseguimos en el Aeropuerto Internacional José Martí. Vale aclarar que
conviene llevar Euros ya que al Dólar Americano le retienen el 10%.
Por ejemplo: 1 dólar = 1 CUC (Moneda
Convertible) / 1 CUC = 25 CUP (Moneda Nacional)
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