miércoles, 24 de junio de 2015

Estación Playas del Este (Cuba)

Gracias a la tierra que nos acoge. 
Gracias por ríos, lagos y océanos, que nos dan su agua.
Gracias a los árboles, que nos dan frutas y nueces.
Gracias al viento, que trae la lluvia para regar las plantas.
Gracias al sol, nos da luz y calor. 
Gracias a la luna, nos da su luz, brillo y claridad mental.

Después de días de cemento y ciudad, fuimos en busca de la naturaleza. Más precisamente, de las playas caribeñas de la isla y las más cercanas de la capital cubana, son las denominadas “playas del este”.

Como en toda ciudad, hay varias opciones de viajar hacia un único destino. Y ahí, nosotros, buscamos la opción más económica y rentable de tiempo y lugar. Pues, frente a la Estación del Ferrocarril, cerca de la casa natal de José Martí, está el inicio de la parada de la guagua 400, que tiene como destino final la localidad de Guanabo.
El costo del pasaje es de $0.50 Moneda Nacional por persona. A diferencia del Vía Azul que cuesta $3 CUC por persona o un taxi, que oscila entre los $10 y $15 CUC. (Vale aclarar que $1 CUC equivale a $25 Moneda Nacional).
Lo sorprendente para nosotros, fue que se hacen dos filas para subirse al bus, una para los que quieren ir sentados y otra para los que deciden viajar parados. El “chancho” va dando un papelito que garantiza el asiento en la guagua y la espera, según la cantidad de gente del momento, puede ser de hasta 2 horas.

De esta manera, nos fuimos desplazando a las playas del este, para poder bañarnos en las aguas cristalinas del Caribe. La guagua, en el recorrido, debe cruzar el túnel subfluvial y carretear sobre una costa de playas tropicales de arenas blancas, que se extiende desde Bacuranao, a unos 15 kilómetros de La Habana y hasta El Trópico. En el recorrido, la guagua hace paradas en las playas de El Mégano, Santa María del Mar, Boca Ciega, Guanabo y Jibacoa.
Nuestra elección fue Santa María del Mar. En la parada “El Trébol” nos bajamos del transporte y subiendo una loma fuimos hacia la playa. La inmensidad del mar, combinando el turquesa con el verde, nos hizo perder en la caminata.


Nuestras miradas, no podían ver más allá de aquel espejo de agua. Las palmeras, los árboles y los transeúntes fueron una consecuencia del camino.
En estas hermosas playas, descansamos por primera vez en Cuba y seguramente, en el regreso a La Habana, la volveremos a visitar porque una linda experiencia en la vida hay que repartirla y no vivirla del recuerdo.

Hasta la próxima estación, Varadero. 

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