Gracias a la tierra que nos acoge.
Gracias por ríos, lagos y océanos, que nos dan su agua.
Gracias a los árboles, que nos dan frutas y nueces.
Gracias al viento, que trae la lluvia para regar las
plantas.
Gracias al sol, nos da luz y calor.
Gracias a la luna, nos da su luz, brillo y claridad mental.
Después de días de cemento y
ciudad, fuimos en busca de la naturaleza. Más precisamente, de las playas
caribeñas de la isla y las más cercanas de la capital cubana, son las
denominadas “playas del este”.
Como en toda ciudad, hay varias
opciones de viajar hacia un único destino. Y ahí, nosotros, buscamos la opción
más económica y rentable de tiempo y lugar. Pues, frente a la Estación del
Ferrocarril, cerca de la casa natal de José Martí, está el inicio de la parada
de la guagua 400, que tiene como destino final la localidad de Guanabo.
El costo del pasaje es de $0.50
Moneda Nacional por persona. A diferencia del Vía Azul que cuesta $3 CUC por
persona o un taxi, que oscila entre los $10 y $15 CUC. (Vale aclarar que $1 CUC
equivale a $25 Moneda Nacional).
Lo sorprendente para nosotros,
fue que se hacen dos filas para subirse al bus, una para los que quieren ir
sentados y otra para los que deciden viajar parados. El “chancho” va dando un
papelito que garantiza el asiento en la guagua y la espera, según la cantidad de
gente del momento, puede ser de hasta 2 horas.
De esta manera, nos fuimos
desplazando a las playas del este, para poder bañarnos en las aguas cristalinas
del Caribe. La guagua, en el recorrido, debe cruzar el túnel subfluvial y
carretear sobre una costa de playas tropicales de arenas blancas, que se
extiende desde Bacuranao, a unos 15 kilómetros de La Habana y hasta El Trópico.
En el recorrido, la guagua hace paradas en las playas de El Mégano, Santa María
del Mar, Boca Ciega, Guanabo y Jibacoa.
Nuestra elección fue Santa María
del Mar. En la parada “El Trébol” nos bajamos del transporte y subiendo una
loma fuimos hacia la playa. La inmensidad del mar, combinando el turquesa con
el verde, nos hizo perder en la caminata.
Nuestras miradas, no podían ver
más allá de aquel espejo de agua. Las palmeras, los árboles y los transeúntes
fueron una consecuencia del camino.
En estas hermosas playas,
descansamos por primera vez en Cuba y seguramente, en el regreso a La Habana,
la volveremos a visitar porque una linda experiencia en la vida hay que
repartirla y no vivirla del recuerdo.
Hasta la próxima estación,
Varadero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario