lunes, 29 de junio de 2015
Estación Santa Clara (Cuba)
“No hay nada más justo que la
critica junto al compañero cuando está presente, con valentía política y
dignidad cívica pero cuando criticamos, cuando herimos por la espalda, cuando
aprovechamos que no está para hablar mal de él, para distorsionar su imagen,
para restarle valores, para empañar su camino, para convertir tiempos normales
en tormentas, se deja de ser crítico para ser sádico, para ser sínico y quien
lo hace así se convierte en un alma destructora y esos hacen más daño que el
arma nuclear que engendra el imperialismo y por tanto no merece estar en
nuestro colectivo y tan repugnantes son ellos como los que siguen su camino”
Ernesto Che Guevara
Uno va andando por el camino a
contramano del mundo mismo, ahuyentado por espías invisibles que pretenden
atarnos a silencios mordaces y verdades falsas. Pero la vida, hermano; la vida
es tan hermosa que sería una estupidez demencial dejarse arrastrar por la ola.
No, uno no debería; porque a veces la ventana se abre y el cristal refleja la
luz, allá a lo lejos o cerca, la luz.
Una suma de verdades van cediendo
en el camino el espacio necesario para avanzar sin reveses ni torcidas de
talones: un amigo que no sabías que encontrarías te tiende su mano y te invita
un mate, de paso también su verdad. Y ahí te das cuenta que el ir a contramano
del mundo entero tiene su gracia y astucia, porque cuando te das cuenta que ya
no sos vos solo sino que somos dos!... entonces la dicha es triple: dos a
contramando en el mundo loco, que esta de vuelta. Dos a contramano caminando
por senderos de lucha. Dos que creemos que la palabra vale y es suficiente para
firmar cualquier pacto. Dos que necesitamos que el Otro sea nuestra verdadera
Patria. Entonces de a ratos esta soledad sostenida en la audacia desaparece
porque me encuentro con la mano amiga que proclama las mismas verdades
desconocidas por el mundo que te pega fuerte, una patada en el culo. Pero a
diferencia de otras veces, somos más que uno para levantarnos y darnos la
vuelta.
En Santa Clara vive mi amigo
desconocido por la mayoría de la gente que vive en este mundo dado vuelta;
desconocido para muchos en el mundo pero conocido para mí. Se sienta en su
sillón de madera tallada y por detrás del cristal de sus lentes, sus ojos me
miran un poco desconcertados. No será por mi belleza natural (que no se muestra
lo suficiente), ni por mi sonrisa de mona lisa, ni por mi sombrero color beige,
ni porque llamaron su atención las palabras que no le dije. Será que me mira
desconcertado porque no me conoce pero ya me quiere. Porque no lo conozco pero
ya lo quiero. Un mate amargo mediando en este desconcierto y la mirada cómplice
de ese amigo que tenemos en común que se llama al silencio perpetuo.
Después de coincidir en la vida
nos dimos un tiempo para rememorar las pasiones perdidas, las vivencias vividas
y las desazones que a uno lo dejan en jaque en el medio de la calle sin saber
hacia donde correr. Arístides, me dice que esta viejo y cansado. Viejo de ganas
de la vida: una larga vida llena de luchas y amores. Este viejo cansado derrama
sueños exiliados por los poros de la piel. Equivocaciones románticas que no se
entienden con las razones suficientes que encontraron los barbudos para no
retroceder en las decisiones. A flor de piel descansan campesinos que nada
tenían antes y todo lo tienen ahora. Cuadernos llenos de letras de cuando no
era viejo ni estaba cansado y que, al igual que yo, creía que educando salvaría
al mundo.
En su casa de la loma, el pasado
renace y se caen las palabras resonantes de una época mas linda y prometedora.
Yo lo miro y no me canso de admirarlo pero mi amigo no se reconoce en esta
admiración.
Y a contramano del mundo
caminamos los dos desencontrados. Su cabello blanco, gastado; sus manos suaves,
su mirada elocuente, sus palabras andantes.
Lejos tuve que llegar, entonces para re
descubrir la verdad que se esconde en otro rincón del mundo, un mundo diferente
pero igual de dado vuelta que el mío… que no soy la única que corre a destiempo
del tiempo que marcan las cuerdas de este reloj que en todo momento marca la
hora de la productividad y poco le importa la mirada ajena, ni las manos
gastadas, ni las ideas certeras; que somos dos los que creemos en el amor a las
ideas y a los demás, que no estoy sola nadando a contracorriente en este mar
que no para de sacudirme. Ya somos dos los locos idealistas que nos rompemos el
alma ante tanta injusticia. Él, aunque se crea viejo y cansado no lo sabe, no
sabe que yo estoy tomando su mano y de su mano me apropio de su lucha y de su
lucha me allano en el mismo camino
hostil y pedregoso, largo pero reconfortante.
A kilómetros de distancia todavía
sueño con ese abrazo que nunca me dejó darle porque a él le duele la distancia
como a mí. Porque los camaradas no llegan nunca a despedirse, porque dos que se
aman no se olvidan fácilmente. A contramano del mundo ya somos dos y tres y
cientos que amamos la mano amiga, la ventana que sin querer se abre e impide
que la ola nos arrastre. La luz. El viento de cambio que nos llevará hacia
Santa Clara, eternamente.
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Etiquetas:
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