Deja de ser espejo y se convierte en cristal.
Y los espejos son para ver de este lado
Y los cristales son para ver lo que hay del otro lado”Subcomandante Insurgente Marcos
La madrugada se empieza a dibujar apenas. El frío y la oscuridad cobijan el desvelo del Cordobés y de quién les habla con la voz tallada sobre el papel. A la luna no hay quién la encuentre y a un relámpago le sigue el trueno. El lodo se renueva con la lluvia y el trigo con el beso…
Luego de 15 hs de viaje, llegamos agotados al D.F. Nos dirigimos al Hotel república de Cuba y allí descansamos nuestros huesos maltratados por la carretera. Por la tarde fuimos al zócalo y nos impresionó el paisaje: manifestaciones, monumentos, militares, templos, gente y más gente y autos, muchos autos.
La ciudad, desde la primera imagen, nos enseñó el blanco y negro que la pinta, pero para no caer en lo cotidiano camuflamos al D.F. en rojo y gris.
Rojo… nunca imaginamos pasar una semana en la capital mexicana como las que nos toco vivir. Recorrimos casi todos sus rincones, conocimos muchos museos (Diego Rivera, El Carmen, Palacio de Cortez, León Trotsky, entre otros), pisamos el Estadio Azteca y surfamos en las ruinas de la civilización Azteca.
Pues, muchas de estas cosas no hubiesen sido posibles si en el camino no nos hubiéramos cruzado a Consuelo y a Jesús en Puno (Perú) y que amablemente, nos invitaron a su morada.
El centro histórico de la ciudad, representa la vida política, económica y religiosa del país y muestra uno de los conjuntos arquitectónicos más armoniosos de América Latina. Nosotros, inmersos en un ambiente bohemio, escuchamos relatos históricos y curiosos de este país. “Chelo” que todo lo dejo por estar con nosotros y en menor escala, Jesús, fueron nuestros “padres” provisorios y orgullosos nos sentimos por su franqueza y bondad.
Nuestros días se iniciaban temprano, desayunábamos comidas típicas como barbacoa, quesadillas, pozole y chalupitas con rompope, mezcal, Jamaica o mate y saliamos a “yirar.” La primera imagen era el impresionante Estadio Azteca ya que estábamos a 100 metros del “Templo de D10S”, y lo que continuaba… era mágico: Cuernavaca, Xochimilco, San Ángel, Teotihuacán, Coyoacan, etc.
Caminando los días, poco a poco, llegó la despedida y en busca de coplas perdidas, como en la plaza Garibaldi, donde los mariachis florean a las parejitas enamoradas del nuevo siglo, saludamos a Chelo, Jesús y Memo. La historia que pudo ser, los adioses, una flor de potrero que busca una canción, una partida. En la trama del tiempo, quedarán marcados a rojo fuego. Gracias Chelo. Gracias Jesús. Gracias Beto. Gracias Teté, por aceptarnos.
Gris… Algunas de las mayores ciudades latinoamericanas viven pendientes de la lluvia y del viento, que limpian el aire y así, se llevan el veneno a otra parte. El Distrito Federal, la más poblada de América, vive en estado de emergencia ambiental. Hace más de cinco siglos, un canto azteca pregonaba: ¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán? ¿Quién podrá conmover los cimientos del cielo?
Actualmente, en la ciudad que se llamó Tenochtitlán, sitiada por la contaminación, los bebés nacen con plomo en la sangre y uno cada tres ciudadanos padece frecuentes dolores de cabeza.
La ciudad de México es lo que se ve en una ciudad grande: injusticia y coraje, prepotencia y rebeldía, grandes riquezas en manos de unos pocos y una miseria que cada día engulle a mas personas. Valió la pena presenciarlo. Para muchos, el miedo deja de serlo; para otros se disfraza de prudencia. Algunos dicen que siempre podrá ser peor para otros la situación nunca será tan desesperada.
En 1985, la tierra tembló. Mil casas y edificios se vinieron abajo en menos de tres minutos. No se sabe, nunca se sabrá, cuantos muertos dejó ese momento de horror en la ciudad más grande, y más frágil del mundo. Las construcciones antiguas aguantaron el terremoto, pero los edificios nuevos se derrumbaron como si no hubieran tenido cimientos porque muchos no lo tenían. Los escombros hoy no están, nuevos edificios se alzan sobre las ruinas y la ciudad sigue creciendo.
Más cerca de la fecha, en 1997, los datos oficiales de Naciones Unidas registran un ochenta por ciento de pobres y un tres por ciento de ricos, en el medio, todo lo demás. En el DF, un solo mexicano posee la riqueza equivalente a la que suman diecisiete millones de mexicanos pobres.
Esta ciudad esta enferma. Cuando su enfermedad haga crisis, será su cura. Esta soledad colectiva, multiplicada en millones y potenciada, terminara por encontrarse y encontrar la razón de su impotencia. Entonces, y solo entonces, el Distrito Federal perderá el gris que la viste y se adornara con esas cintas de colores que abundan en las provincias.
Vive esta ciudad un juego cruel de espejos, pero el juego de los espejos es inútil y estéril si no hay un cristal como meta. Basta entenderlo y, como dijo no se quien, luchar y empezar a ser felices.
Desde del Km. no se cuanto de no se cual carretera, pero estamos, eso sí, en México. Yiramundi.
Hasta la Próxima Estación… Esperanza.
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