23/8: Después de 3 noches en Putla, decidimos iniciar viaje hacia Oaxaca, para ello, tomamos una combi hasta Tlaxiaco y finalmente, llegamos a la ciudad de Oaxaca.
Preguntamos por la empresa Fletes y Pasajes, que al día siguiente nos transporto hacia Tuxtla Gutiérrez y al llegar a la terminal de segunda clase (axial denominan en México a los buses que nos son “Volvo”, o sea, semicama con baño y TV-Video), nos informaron que a las 21 hs salía un bus hacia el mencionado pueblo. Casi sin dudarlo, ambos decidimos seguir viaje para no pagar alojamiento y seguir avanzando por la carretera pero tuvimos un momento de incertidumbre.
Pues, el costo del pasaje era muy elevado y le hicimos una oferta al despachante: abonar 1 pasaje y medio. Después de una hora, precisamente a 15 minutos de zarpar, el chofer nos dio el OK y nos acomodamos en las incomodas butacas del bus.
24/8: Llegar a Tuxtla fue una pesadilla, más allá del incomodo viaje, fue haber arribado un día domingo con la necesidad de cambiar los cheques viajeros en un banco, pues claro, misión imposible pero, en México funciona el banco Azteca dentro de una casa electrónica llamada “Elektra” y hasta allí fuimos.
Córdoba, amarro la bolsita de nylon, la cual protege su pasaporte y billetera, y salio hacia el banco misterioso. A la hora su regreso fue sin fortuna; sin dinero y con la data de que el alojamiento más económico era de $5 dólares por persona.
Con el dinero que teníamos, recorrimos las calles alrededor de la terminal y el resultado fue negativo. Muchas pálidas nos enseño Tuxtla desde que la pisamos y ambos, decidimos seguir viaje hacia la frontera y ya quedarnos en tierras guatemaltecas.
Para ello, fui a cambiar unos dólares al mismo sitio bancario mencionado y al ingresar, me dicen que no tenían sistema y por ende, no se podía realizar la operación.
Mas sereno que en otras ocasiones, en similares situaciones, me dirigí a otra sucursal y cambie el dinero, lo demás, fue carretera y tramites fronterizos. Llegamos a Huehuetenango y nos alojamos en el mismo hotel y habitación que hace un mes atrás. Así están dadas las cosas, entre lo dicho y lo hecho, el camino es derecho.
25/8: Cerca del medio día, arribamos al bus hacia la ciudad de Guatemala, la numeración de los asientos, el 33 y 34, números que nos persiguieron en gran parte del viaje en diferentes países, pero en este caso, no fue muy afortunado ya que el buche de los neumáticos estaban en nuestros apoya pies.
Por consecuencia, fueron casi 6 horas en las cuales nuestras piernas casi mueren acalambradas. Córdoba, el mayor damnificado, por ir al lado de la ventanilla y no tener el pasillo para estirar las piernas, camino al bajar del bus en cuclillas y sus articulaciones habían tomado forma curva por la inmovilización temporal.
Sin males mayores, un taxi nos acerco a la empresa “Rey de reyes”, la cual nos iba a transportar al día siguiente hasta Managua. En tanto, nos alojamos a metros de la empresa, en el hotel “Gran Central”, para descansar y luego, seguir por la carretera.
26/8: Con la mentalidad en blanco, conscientes de lo arduo que iba a resultar el viaje, partimos hacia Managua.
En el hotel contactamos con unos nicaragüenses y nos dijeron que el costo del pasaje era de $20 dólares y a nosotros nos habían dicho $25 cuando fuimos a reservar. Pues, nos dieron el nombre del dueño del bus y fuimos por el. Después de un dialogo cordial con Víctor, nuestro bolsillo sufrió un descuento de $5 por persona,
Nuestras butacas, el 31 y 32, presentaba un gigante cartel trazado a mano que decía “Gringos, 2 lugares”. Nuestra risa contagio a un sector del bus que hizo eco de nuestra carcajada. Nos acomodamos para la agonía de cruzar 3 fronteras y las consecuencias que eso acarrea cuando se viaje en una empresa con 50 asientos.
La salida de Guatemala no presento trabas pero el ingreso a El Salvador fue caótico: todas las maletas al piso y abiertas para que los oficiales, con olfato de caninos, revisen uno por uno todos los bultos. Pues, tuvimos la suerte de que las mochilas eran una de las ultimas y estos, cansados por la labor, ni siquiera la revisaron.
Por consecuencia, la salida de este diminuto país, llego consigo el último trajín pero esta vez, un dominicano. Mordió el anzuelo y se quedo demorado en migraciones. El breve paso por Honduras fue ágil y ligero para llegar a Nicaragua, cerca de las 3 de la mañana, donde los oficiales cabrones, no contentos por el monto que le ofrecieron ($1 por tripulante, el cual nosotros no lo pagamos) otra vez, todas las maletas al suelo y aquí tuve mejor suerte: “mister, lleva tu mochila” fue la orden del uniformado.
La impunidad de los gringos, alimentada por los oprimidos oficiales, sirve en los pueblos explotados hasta en las boludeces más pequeñas del sistema que nos rige.
27/8: Managua nos abrazo con un sol radiante en el breve paso que le concebimos en el regreso. Un taxi nos acerco al mercado Huembes, donde nos esperaba el carro que nos transportaría a Rivas.
Por consiguiente, en el Mercado Rivas, nos subimos a otro bus que nos dejo en la frontera cerca del medio día, en donde almorzamos y luego hicimos el trámite migratorio de salida.
Al llegar a Peñas Blancas, frontera Tica, una fila de no menos de 200 personas caminaban lentamente por las oficinas. En tanto, el sol, que nos había recibido en Managua, nos estaba ahogando en Costa Rica.
Después de un tiempo, ese tiempo que registran los relojes de occidente para el mundo, nos libramos del trámite migratorio. Pero el tiempo, que consume el tiempo del día y de la noche, se hizo tiempo de espera en la frontera.
Pues, 3 horas sentados con las mochilas, con mates y galletitas, dentro de la empresa en espera del bus que nos llevaría a la capital Tica.
Precisamente, a las 17.30, abordamos al carro a espera de la última estación: Ciudad de Panamá.
28-29/8: En la intemperie, a la medianoche, caminamos hacia los cimientos del hospital “San Juan de Dios” para pasar la noche en vela, ya que nos habían manifestado que el bus que viaja a Panamá salía a las 9 AM.
Ahí, conocimos a Josue, un “franela” cuida autos, que trabaja en la cuadra del hospital y entre cafés y charlas, la noche se hizo de día. Fue duro, ver a las ambulancias ir y venir y a la gente, gritando y mostrando pena y dolor.
En tanto, Josue, nos acompaño a la empresa “Panaline” porque “esta zona es peligrosa”. Al llegar a las oficinas, observamos que el horario de partida señalaba las 13 hs. Pues, nuestra espera en la calle fue en vano. Sacamos los boletos pero aun nos faltaba algo más: conseguir una reserva de avión que ratifica la salida de panamá, requisito obligatorio para poder ingresar al país.
En ese ínterin, cuando el encargado de la empresa nos indicaba un edificio de la compañía “Copa” nos zarparon la mochila pequeña del cordobés. En consecuencia, el pasaporte, las artesanías, el mate, la yerba y algunos libros, entre otras cosas, estarán en manos de un “desesperado social” (lo único que esperamos, que vendan a buen precio las vinchas y los collares)
Sin otra cosa por hacer, fuimos a la embajada argentina e hicimos los trámites para conseguir un pasaporte provisorio para seguir viaje. Al término de esto, el bus partió y por ende, nos hospedamos a esperar el otro día en el mismo hotel y la misma pieza que la vez anterior.
Finalmente, el 29 al medio día, partimos rumbo a Panamá. Jamaica sonora, reggae music para nuestras almas… Rastaman vibration yeah! Positive and I vibration yeah! Positive I a man iration yeah! Irie ites Positive vibration yeah! Positive…
30/8: a las 6 de la mañana, pisamos la ciudad de Panamá, y nos dirigimos a la morada de José Collman. Hablamos con el portero y a los minutos ya habíamos acomodado nuestras mochilas en el departamento.
Salimos a las calles y le dimos aire marítimo a nuestros pensamientos. Entre café y café, aliviamos la pena que nos acogía la perdida de la mochila y recobramos la energía necesaria para seguir viajando.
A pesar de este obstáculo, salimos ganando. En una semana de viaje, desde el suroeste mexicano hasta ciudad de Panamá, la empresa Tica Bus, nos quería cobrar $200 y nosotros, por nuestras vías, mas incomodas pero económicas, gastamos $90 cada uno en 92 horas de viaje.
Suponemos que hicimos una buena elección o como ya hemos manifestado en nuestro diario de viaje: pase lo que pase, sea lo que sea pero a nuestra manera.
En tanto, al día siguiente, partimos a Carti, que en definitiva, será más duro que este viaje por la carretera centroamericana. Despendemos de un barco o de una panga o de varias pangas que nos acerquen a Puerto Obaldía.
No será fácil pero estamos de regreso y sabemos que tenemos que llegar a destino.
Hasta la próxima Estación… Esperanza.
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