miércoles, 14 de mayo de 2014
Estación Comandante Hugo Chávez
“No sería extraño que en Marte
haya habido civilización,
El Cuartel de la Montaña (también
conocido como Museo Histórico Militar) es un edificio multiuso que se
localiza en el sector de la planicie en la parroquia 23 de enero del Municipio
Libertador en el Distrito Capital al centro norte del país
sudamericano de Venezuela y al oeste de la ciudad de Caracas.
pero a lo mejor llegó allá el
capitalismo,
llegó el imperialismo y acabó con
ese planeta” (2011).
Comandante Chávez
Tras el fallecimiento de Chávez
en marzo de 2013 el gobierno de Nicolás Maduro decidió
adecuar el espacio para que funcionara como Mausoleo y museo donde se
exhibieran objetos relacionados con la vida del presidente Chávez, conservando
su condición de Museo Militar adicionalmente.
Por Gonzalo:
Gregorio, militante chavista de
los barrios de caracas, nos invitó ir a visitar el “4 F”, donde reposan los
restos del Comandante Chávez. Si dudarlo, fue la primera acción que ejecutamos
en la capital bolivariana.
Tempranito, tomamos un bus rojo,
que al llegar al cuartel, nos dijeron que el viaje era sin cargo, ya que íbamos
a visitar al e presidente.
A primera vista, nos impresionó
la arquitectura del destacamento que fue realizado en forma de castillo en
1911.
Además, la atmósfera que lo acobija
impresiona. El barrio 23 de Enero, está tatuado por centenares murales con las
imagines del Che, Bolívar, Sub Marcos y Chávez.
En el acceso, un guía esperaba
por nosotros, que junto a un puñado de
chavistas, empezamos el recorrido. A medida que nos sumergíamos en el cuartel,
la presencia de Chávez se agigantaba.
El paso de las banderas, el
cañonazo de las 4:25 y la vista del Palacio
de Miraflores, ahogaban nuestro llanto.
Las boinas rojas y los trajes
verde oliva, decoraban la escena. Murales de Miranda, Bolívar y de Alí Primera,
resguardan el féretro del Comandante.
Pues, debo confesar, que la
energía de este sitio, me hizo recordar a la visita que realicé años atrás en
Bolivia, cuando pisamos junto a Marcos, La Higuera y Vallegrande, para seguir
la Ruta del Ché.
Porque estos hombres, convertidos
en mitos, trascienden fronteras, revolucionan sus vidas y también la de un
pueblo.
Un pueblo que lo abraza y lo
sufre, que lo enaltece y lo aviva, por su pasado y por su futuro.
Gracias Comandante.
Por Tamara:
Subiendo la sima hacia el
cuartel, desciendo de un bus viejo que en cuyo respaldo aguarda Dios para
cubrir mi espalda. Allá, a diez pasos de mí, la inscripción en un mural me
sorprende y me da la bienvenida: “Chávez somos todos”; y entonces el comandante
me saluda con una inmensa sonrisa, en un gesto armonioso me abre las puertas de
su hogar.
Alrededor del cuartel, el barrio
23 de Enero protege su lecho, lo adornan casitas bajas, coloridas, populares.
En cada una de sus paredes Hugo sonríe, su cara no deja de relucir. En estas
calles existe y resiste, en este barro de pueblo que supo abrazar, el
comandante sobrevive a la misma muerte y la gente sigue gritando su nombre con
una fe que rebalsa los límites de Dios pues Hugo Chávez es otro muerto que no
para de nacer.
Me acerco tiesa. Un cañón
recuerda cada tarde que a las 16:25 hs de cada día, el revolucionario
latinoamericano abandonó la tierra hacia un encuentro con el Che.
¿Quién es éste que vive en cada pared
de la ciudad de Carcas? ¿Quién es este hombre que ha sobrepasado los límites
inimaginables de la devoción?
Abren las puertas del recinto y
veinte renglones tallados en mármol frío reproducen un discurso único, eterno,
esperanzador: “Oigan este mensaje solidario. Les agradezco su lealtad, les
agradezco su valentía, su desprendimiento, y yo ante el país y antes ustedes,
asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano”. Palabras de
un hombre que caminaba rumbo a la muerte. Palabras que recita un hombre que,
entregándose al destino inexorable de la finitud del cuerpo, desprende su canto
de libertad, de resurrección, de redención.
Me paro frente a su lecho. Una
orquídea sostiene su descanso eterno.
Todo es blanco, claro como la claridad que emana de la luz; única luz: la luz
del amor, del amor a la revolución. Me descubro allí, en ese pétalo, en esa
orquídea. Pues también lo sostengo y apenas acabo de saberlo y lloro. Una
inexplicable sensación de desamparo me invade el alma, el cuerpo, la mente y la
sangre y lloro. Lloro con desconsuelo por haberlo perdido y por haberlo
encontrado. Lloro porque fue mío también y recién lo descubría. Lloro porque en
el llanto desgarro tanta impotencia. Lloro porque los muertos resisten en el
llanto. Lloro porque en mi llanto llora el barrio 23 de Enero, el barro del
pueblo, las casas de colores, la lucha incansable del pobre que nada tiene
excepto su dignidad y su esperanza de un futuro mejor. Lloro por la pérdida
inexplicable de un combatiente de la vida.
Era yo una mujer insignificante
parada ante la inmensidad de un hombre que acababa de descubrir. Reconocí todo
el amor que me había dado y sentí bronca por haberlo perdido. Volví a llorar.
Porque a pesar del dolor, la idea persiste. La emoción de la soledad en esa
orquídea de mármol. Lloré porque sentí esperanza. Porque Chávez no ha muerto.
Porque está vivo en mí.
¡Hasta la victoria siempre, mí
querido comandante!
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Etiquetas:
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