contra el Conquistador... Jauría
Mar y Cel... El viaje de regreso a la costa pacífica desde Baños fue largo. Llegamos a Esmeraldas a las 22 hs, hambrientos, cansadísimos y con mucho sueño. Sin saber para donde encarar, comenzamos a preguntar en Hoteles, pero las tarifas eran inaccesibles. Decidimos que con la panza llena se piensa mejor y, mochilas a cuestas, comimos unas hamburguesas es un local callejero. Hablando con el vendedor nos ofreció armar la carpa en su patio para pasar la noche. Supongo que nuestras caras de agotamiento ayudaron a tanta generosidad. La sorpresa fue cuando a la mañana siguiente encontramos en la puerta de ca carpa dos tazas de café con panes. La generosidad de esta gente nos maravilló. Y así encaramos hacia Mompiche, más repuestos, con el alma alegre y seguros de que siempre hay alguien dispuesto a tenderte una mano. Llegamos a ese pueblito increíble, de unas pocas casitas, calles de arena, playas hermosas, palmeras. Un paraíso de armonía y tranquilidad. Allí nos encontramos con los otros tres yiramundis. Estábamos todos juntos otra vez, para disfrutar de las ocurrencias del Cordobés, la risa contagiosa de Pechu, Gamu y su idea fija de la manteca saborizada y los fogones nocturnos que siempre se mandan los muchachos. En fin, por unos dias fuimos cinco de nuevo. Los días en el pueblo pasaron entre caminatas, playas de arena negra, futbol (Marcos consiguió ver Boca- Atlas en la casa de la única persona con DirecTV) y mar, mucho mar...Pero, también hubo ventas, ya que este hermoso lugar es una de las excursiones que realizan los Egresados de este país. Los inquietos jovencitos arrasaron con el paño. Y así, Mompiche nos dejó en efectivo exactamente la misma suma gastada en todo nuestra estadía en Ecuador. Con nosotros, la vida fue justa y nos dio lo necesario...¿Para qué queremos más?
Gamu, Pechu y Córdoba... y llegamos a Mompiche nomás, este destino gracias al consejo de un viajante amigo, es una pueblo muy pequeño, de tan solo 400 habitantes, y no figura en los mapas de la zona. Lo primero que atrajo nuestra atención, fue la amabilidad de la gente, estábamos buscando lugar para acampar cuando Enrique un muchacho de solo 20 años nos dio un espacio en donde el estaba cuidando junto a su mujer Lucy de 15 años y a su futura niña de 7 meses en panza, nos quedamos ahí contentos, a unos pocos metros de la playa. La playa puff, que linda, con muchas palmeras, y con el pacifico muy templado.
Cuando se vino la primer noche, vimos que varios bongos (canoas) se acercaban a la playa desde altamar, con sus redes con buenos motines, (camarones, bonitos, bagres, picudos, rayas, etc.) y nos encontramos con la linda sorpresa de que si ayudabas con las redes o simplemente le pedias con buenos modales, te regalaban unos cuantos pescados para la cena, y también nos llevarían a pescar con gran gusto.Los días fueron muy tranquilos, con varios fogones de mañana, tarde y noche para calentar o cocinar lo que fuera necesario, no salieron muchos pescadores esos días porque la marea no ayudo, pero si el ultimo día fue nuestro querido cordobés de excursión pesquera, resultado: 7 vómitos, y 5 picudos a la parrilla. La verdad nuestra estadía en Mompliche no pudo ser mejor, y como regalo final, el pacifico nos regalo una noche de muchas luminicensias (plancton, o algo así). Dejamos por unos cuantos días la playa con todo lo que significa para nosotros, pero sabremos que por delante queda mucho que conocer y disfrutar.
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