Mientras no se le comprende.
La libertad no es otra cosa
Que el conocimiento de la necesidad”
Friedrichs Engels
Hicimos los trámites migratorios y en un taxi, avanzamos hacia Ocotepeque, primer pueblo fronterizo. Allí, nos alojamos en el hotel “San Antonio” por 60 lempiras cada uno (1 dólar = 19 lempiras).
Pueblo pequeño, situado en las sierras hondureñas, en donde la carretera le da vida migratoria de día y de noche. En aquel lugar, éramos extraños, aun más de lo habitual por estas tierras. Como comentábamos anteriormente, nadie nos llama latinos, ni hablándoles nos comprenden. Lo más ridículo ocurrió al llegar a la terminal, cuando dos hombres se abalanzaron y sin hablarnos, sacaron sus propias conclusiones. Uno le dijo al otro “no son gringos, mira, son de Jamaica” “¿Jamaiquinos?” exclamo el otro sorprendido. “Si, mira sus pelos y sus barbas” sentencio el instruido de los dos. A veces, una imagen vale más que mil palabras pero no es este caso en particular.
Pensábamos estar una noche, pero el paro de transporte por el aumento de combustible, nos obligo a extender la estadía. Contratiempo que no fue inconveniente, ya que estábamos cómodos en el hotel y el pueblo, nos regalaba tranquilidad.
Le dedicamos tiempo a la lectura, un poco a las artesanías y mucho al ocio. Descansamos. Soñamos y despertamos al soñar: en las buenas costumbres, en las palabras pérdidas y en el tiempo, que dice ¿Qué hora son mi corazón? ¿Que hora son en Argentina? ¿Qué hora son la vida entera?
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