humanismo; abrazos entre obreros y mineros;
igualdad y libertad... (como brillaba tu alma)
Tomamos un bus en Parque Botero para alistarnos en las afueras de Medellín y allí poder hacer dedo hacia Turbo pero la fortuna no estuvo de nuestro lado. Después de 3 hs de sequía, decidimos subirnos a una combi que nos pedía $ mil por persona y que finalmente pagamos la misma suma por los dos.
Nos despertamos ni bien el sol prendió el farol y fuimos por una leche con pan. En ese ínterin, nos cruzamos con 2 argentinos predispuestos a cruzar la frontera y juntos zarpamos hacia Panamá.
Después de 2 hs navegando, llegamos a Capurganá, tomamos unos mates con galletas, sellamos los pasaportes de salida y partimos, otra vez por mar, hacia Puerto Obaldía (límite panameño).
En media hora, pisamos tierra firme y fuimos a realizar los trámites de ingreso. Muchas eran las versiones sobre los requisitos y muchas las palabras al viento que llegaban a nuestro oído sobre las exigencias panameñas para poder sellar el pasaporte.
Nosotros, llevamos nuestras mochilas al control, saludamos uno por uno a los oficiales de guardia y ofrecimos “positive vibration”.
En fin, después de anotar nuestros nombres y de requisar las mochilas con perros catadores de hierbas, nos dieron el visto bueno para que ingresemos a la oficina de migraciones.
Una vez allí, nos pidieron solvencia económica (u$s 500) y una reserva de salida del país (ya sea por aire o tierra). Con Córdoba presentamos los cheques viajeros y Matías y Lucho hicieron lo mismo con la tarjeta de crédito.
En tanto, al no tener ticket de salida, él mismo empleado nos dirigió a la casa de Internet para que imprimiéramos una reserva sin fecha de regreso. ¡Milagro, firmamos el pasaporte!
Aun quedaba un paso mas y por el valor del avión (u$s 83 hasta ciudad de Panamá), nuestro destino era un barco pesquero que nos acerque a Puerto Colón o a cualquier destino en donde haya una carretera.
Después de 3 noches en Obaldía, en donde dormimos en la casa de Joselete, un hombre que nos brindo una pieza por intermedio de una vecina que nos escucho repotricar con la corregidora del lugar y de haber conocido a Dino, un viejo hippie italiano acompañado de su mujer colombiana, con los cuales compartimos noches de ron y platos de pescado en la selva militarizada, zarpamos con “los marrados” en el barco “Ivana” por la Bahía de San Blas.
El movimiento del barco por las aguas caribeñas provoco mareos y nauseas por doquier, especialmente al cordobés y quién les habla con la voz escrita. Pues, pasamos los 2 días acostados y mayormente durmiendo para no sufrir el corcoveo constante y solo nos parábamos cuando se detenían a la tarde en los puerto para hacer la noche.
A lo lardo del recorrido, visitamos la comunidad Kuna Yala, que oscila desde Puerto Obaldía hasta Cartí, destino establecido para tomar un carro que nos acerque a la ciudad de Panamá.
Hasta la Próxima Estación… Esperanza.
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