viernes, 25 de julio de 2008

18 de julio - Estación San Salvador (El Salvador)

La justicia es como la serpiente
Solo muerde a los descalzos
Monseñor Romero
(Arzobispo de San Salvador, asesinado por los militares en 1980)

A las 5 de la mañana nos alistamos en Tica Bus y a los minutos, después de tomar un café, partimos viaje hacia San Salvador. País pequeño. País reducido aun mas por su economía.
Mucha ceniza ha llovido sobre la tierra purpúrea, en los años 80, durante la guerra entre comunistas y militares. El miedo y el silencio fueron convertidos en modos de vida obligatorios. La dictadura, enemiga de todo lo que crece y se mueve, cambio con cemento el pasto de las plazas que pudo atrapar y talo y pinto de blanco todos los árboles que tuvo a tiro.
En el hotel “Rex”, que nos abrazo bajo sus cuatro paredes las 2 noches que estuvimos en la ciudad capital, vivía su dueña. Mujer de muchos calendarios y en donde se podía percibir el paso del viento en su rostro.
Esta mujer, de nombre Rosalía, no se callaba nunca. A las 6 de la mañana empezaba a dar ordenes a sus 2 empleados; un joven y un viejo, y siempre se quejaba. Para esta mujer no había estupidez que no fuera un problema: ¡Limpien bien los 6 baños! ¡No usen el trapo húmedo! ¡Me tienen harto los carpinteros q me quieren cobrar millonadas y las goteras no cesan!
Esta mujer, esta harta de trabajar como una mula y nos enseñaba sus manos “mira como las tengo”. Y nos invito a sentarnos. “Hace 41 años que tengo esta propiedad pero ya no hay turistas. Antes venían de Holanda, de Francia, de España, de Estados Unidos y de Sudamérica”. No había interrupción en su alegato. No escuchaba nunca y no hacia caso a nuestros intentos de dialogo. “Primero fue la guerra, después las pandillas y ahora la economía”. Pues, hace 5 años que el Colon dejo de circular como la moneda oficial y el verde papel, moneda impuesta, moneda opresora, ordena la suerte del pueblo salvadoreño.
Antes del antes, en los tiempos de la infancia del mundo, cuando no había colores, esta mujer, que le dolía la columna como nunca a nadie le había dolido, se mostraba vigorosa t reluciente en la pared. “En esta foto tenia 28 años y en esta otra, que estoy con mis hijos 33”. Sus días pasan y los deja pasar. Nosotros fuimos dos ráfagas en su vida, quizás nos recuerde como 2 hippies que se quedaron en el tiempo. Así nos llamaba “lávense la cabeza que huelen feo y vístanse bien, que no se lo que parecen”.
Cuando uno se arroja a tierras extranjeras, queda muy al intemperie el alma y se pierden los habituales marcos de referencia y amparo. La distancia crece cuando es evitable. Uno esta lejos de su tierra y de su gente, pero aparecen otras tierras, se descubren otras gentes, nuevas fuentes para beber, nuevos públicos para conversar.
Perdidos en el siglo, el presente que esta vivo, se rebota. El pasado, que esta quieto, es mas dócil, nos contradice menos y en esa mochila podemos encontrar lo que ponemos.
Finalmente, nos despedimos de la “viejita buena” y de ustedes. Cargamos nuevamente las mochilas y al cruzar su puerta, la puerta del tiempo, nos dijo “dejen de drogarse con esa yerba (mate) y mándenme turistas con plata no como ustedes que rebajan los precios”. Salud abuela. Salud Camaradas.
Hasta la Próxima Estación… Esperanza… por la avenida de la paz, ruta babilón, el camino esta cabrón.

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