lunes, 28 de julio de 2008

20 de julio - Estación Ocotepeque (Honduras)

“La necesidad solo es ciega
Mientras no se le comprende.
La libertad no es otra cosa
Que el conocimiento de la necesidad”

Friedrichs Engels

Nace el día, tocado por los dedos del sol. En los campos de El Salvador, las mujeres encienden los fogones y empiezan con sus trajines. En un bus, cruzamos medio país, desde el centro hacia oriente, para llegar a El Poy, frontera con Honduras.
Hicimos los trámites migratorios y en un taxi, avanzamos hacia Ocotepeque, primer pueblo fronterizo. Allí, nos alojamos en el hotel “San Antonio” por 60 lempiras cada uno (1 dólar = 19 lempiras).
Pueblo pequeño, situado en las sierras hondureñas, en donde la carretera le da vida migratoria de día y de noche. En aquel lugar, éramos extraños, aun más de lo habitual por estas tierras. Como comentábamos anteriormente, nadie nos llama latinos, ni hablándoles nos comprenden. Lo más ridículo ocurrió al llegar a la terminal, cuando dos hombres se abalanzaron y sin hablarnos, sacaron sus propias conclusiones. Uno le dijo al otro “no son gringos, mira, son de Jamaica” “¿Jamaiquinos?” exclamo el otro sorprendido. “Si, mira sus pelos y sus barbas” sentencio el instruido de los dos. A veces, una imagen vale más que mil palabras pero no es este caso en particular.
Pensábamos estar una noche, pero el paro de transporte por el aumento de combustible, nos obligo a extender la estadía. Contratiempo que no fue inconveniente, ya que estábamos cómodos en el hotel y el pueblo, nos regalaba tranquilidad.
Le dedicamos tiempo a la lectura, un poco a las artesanías y mucho al ocio. Descansamos. Soñamos y despertamos al soñar: en las buenas costumbres, en las palabras pérdidas y en el tiempo, que dice ¿Qué hora son mi corazón? ¿Que hora son en Argentina? ¿Qué hora son la vida entera?
Hasta la Próxima Estación… Esperanza.

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