viernes, 4 de julio de 2014

Estación Baños de Agua Santa

Llegamos temprano a la hermosa ciudad de Baños de agua santa ubicada en las faldas del volcán Tungurahua una altura de 1820 metros (msnm), muy próximo al centro geométrico del territorio ecuatoriano. 
Paramos en la terminal después de tres horas de viaje desde Ambato. Estábamos cansados, Gonza se quedo en la terminal y Tama salió a buscar alojamiento. Las callecitas medias, gastadas y alegres se recuestan a lo largo y ancho de un hermoso bosque que abraza al “agua santa”.
Desde la terminal, Tama caminó cinco cuadras y llegó a una rotonda en cuyo centro brillaba una palmera. Sobre la mano derecha se encontraba el Hostal Cañalimeña a un costo de diez dólares la noche para los dos, con baño privado y tv con cable además de cocina y comedor común. Ramiro nos recibió con una enorme sonrisa y resultó ser un muy buen compañero de estadía durante nuestros días en la ciudad.
Baños nos sorprendió con un paisaje maravilloso al igual que el resto de los paisajes de nuestra hermana Ecuatoriana. Al mediodía del segundo día, abonamos un tour (diez dólares) que nos llevó a recorrer “la ruta de las  cascadas” formada por siete vertientes que constituyen un cinturón de agua que rodea los bosques bañenses: - “Sus aguas son santas”- aseguran los pobladores con una devoción inquebrantable.
De estas “aguas santas”, la madre de todas ellas es la llamada “Pailón del Diablo” en homenaje a una antigua leyenda local según la cual, en tiempos remotos, una bestia salvaje impedía el cruce del puente peatonal hacia el otro lado de la cascada a los habitantes de la rivera- Cansados y temerosos, recurrieron a un brujo, quien con cantos y rituales, espantó a la bestia la cual resultó ser el ángel caído de los cielos y el preferido de Dios según Dr Faustus.-
En camino de descenso, las aguas de Lucifer llenan de vida los verdes de la Pacha- Su naciente se viste de blanco espeso y la música que emana de sus rompientes ensordece los oídos dulcemente. Cuarenta minutos demora la caminata hasta las profundidades de la cascada, en un recorrido que deja en estado de éxtasis a los cinco sentidos. Partimos de regreso después de tres horas de paseo, cenamos unos ricos canelones y nos fuimos a dormir.
Al otro día, el sol nos despertó con regocijo. Preparamos nuestras mochilas y partimos de Ecuador camino recto hacia Perú. Nos despedimos de la tierra del “verde” a las seis de la tarde. Subimos a un bus con destino a Riobamba (cuatro dólares). En una calle semi alumbrada, el bus paró para traspasar nuestras mochilas a otro ómnibus que nos dejaría en Machala, última ciudad hasta llegar a Huaquillas, paso continuo a la frontera peruana. Firmamos nuestros pasaportes y dimos la salida de territorio ecuatoriano.

A su salud, camarada eterno. En Mancora, una familia nos estaba esperando para darnos la bienvenida.

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