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martes, 29 de julio de 2014
Estación Camino al Machu Picchu
De Cusco a Aguas Calientes
Mientras observo la página en blanco, me rasco la barbilla,
pensando en la ardua tarea de escribir el viaje hacia el Machu Picchu.
¿Por dónde empezar? ¿Qué detalles redactar? ¿Juzgarlo o solo
describir lo acontecido? Pues, intentaré meterlos en el viaje, sudando a
nuestro lado para que sientan nuestras vibraciones.
Bien temprano, sumergidos en una atmósfera viajera, partimos
rumbo a Hidroeléctrica, paso previo por Urubamba, Ollantaytambo, Santa María y
Santa Teresa.
Vale aclarar que no solo fue un rally de ciudades y pueblos,
sino un viaje agotador por las montañas de la Madre Tierra: cuestas, curvas
contra curvas, puentes, empedrado, pavimento, ripio, precipicios y sobre todo,
un conductor inapropiado para dicho recorrido.
El valle sagrado, se acontece violentamente de esta manera
pero tampoco quisimos ser parte del sistema establecido y abonar los u$s 85 que
cuesta el puto tren de Cusco a Aguas Calientes.
Por entonces, cerca de las 17 horas llegamos a la estación
Hidroeléctrica, en donde le dimos comienzo a la travesía por las vías del tren.
Los 11 kilómetros que nos separaban del pueblo se vivieron
con diferentes matices. Cada uno, sintió la experiencia en carne propia:
algunos la gozaron, otros lo sufrieron y todos la volamos.
En el camino, la estrella de fuego se apagó y la oscuridad
envolvió nuestros cuerpos en el tramo final. Las linternas, hicieron de faro
para iluminar nuestro andar.
Aguas calientes
Una vez en el pueblo, sufrimos el acoso del capitalismo en
su mayor esplendor. Los hoteleros, atribuyendo que era temporada alta, subían
los precios por “la oferta y la demanda” haciendo un estudio de mercado según
la ocupación de sus habitaciones.
Por esta situación, tardamos casi 2 horas en alojarnos en el
Hotel Wayna Picchu por 20 soles cada uno con servicio de agua caliente, toallas
y WI FI.
Allí, pasamos dos noches de mucha emoción y cansancio, ya
que fuimos temprano a la ciudadela (ver aparte) y para iniciar el camino de
vuelta, el último día nos acostamos temprano para preparar la caminata de
regreso.
De Aguas Calientes a Ollantaytambo (KM 82)
Con las retinas henchidas de paisajes. Con los pulmones
inflados de emociones y con los corazones latiendo con la historia, empezamos a
caminar en el kilómetro 110 hacia la meta final del 82. Las mochilas iban
cargadas de frutas, agua, mate y algo de ropa.
A los 28 kilómetros de recorrido, decidimos partirlos para
que el viaje resulte placentero y no una carga para nuestra memoria. Entonces,
cada 5 Km caminados, hicimos una pausa para alimentarnos y refrescarnos.
Pero no sólo de frutas y agua, alimentamos nuestros cuerpos,
la energía que llevábamos encima y la que íbamos recargando a cada paso, fue lo
que provocaba nuestros movimientos.
Así fue que cada una hora y media fuimos descansando y
meditando lo realizado, lo transitado. Aunque, pasarán muchos días, quizás
meses o años en comprender el viaje exterior y el interior.
Porque en este viaje, la mente queda presa de la luz, del
espacio, del viento, de las temperaturas y de la historia. Y es en él donde
buscamos los valores espirituales del retiro, no para escapar de la realidad,
sino para descubrirla.
El kilómetro 82 no fue un destino. Fue el comienzo de un
nuevo viaje por la vida, donde ya no habrá piedras ni rieles de ferrocarril que
entorpezcan el camino sino que habrá abrazos, encuentros, alegría y llantos por
lo sucedido.
Recomiendo este camino. Lo describo con pasión cada vez que
un viajero me consulta sobre el mismo. Nunca había pensado en hacerlo una vez y
menos aún, después que Tama y Leo, se animaran, en realizarlo en dos
oportunidades.
Gracias Pacha querida, sin ti, sería un plástico más del
inmundo sistema capitalista…
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Etiquetas:
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