martes, 24 de marzo de 2015

Estación Punta del Este

“No vale la pena vivir para ganar,
vale la pena vivir para seguir tu conciencia”…
Mientras, en el mundo nos inducen al egoísmo. 

Desde la llegada a Ocean Park, el viaje se convirtió en otro viaje. La bicicleta, quedó a un costado de la casa de Nico y Mari, y las cartas se volvieron a barajar.
Todo lo que vendría tenía olor a mar, a sabor a rica comida, a vinos y fernet en ronda y sobre todo, a descubrirnos a nosotros mismos. Re-inventarnos con lo que nos rodeaba y sentir el abrazo amigo del compañero.

La Mansa
Así, después del desayuno, partimos rumbo a Punta del Este, playa top para los argentinos que viven en country o que desconocen la realidad de las calles. Sin dudas, nosotros fuimos con la expectativa de saber qué es lo que atrapa de esta ciudad. 

Pues, antes de pisar la tan “famosa” playa, hicimos un breve recorrido por Punta Ballena y descendimos a Las Grutas. Sin dudas, una hermosa geografía nos acobijó entre rocas y agua, donde las aguas vivas flotaban custodiando la costa de la mar.
Allí, pasamos el tiempo. Cuando el tiempo fue sólo viento y sonrisas.
Y después de un tiempo ilimitado de agujas, partimos hacia la mansa y pisamos arena en la playa 19. Dónde los edificios ocuparon el lugar de las rocas y un crucero, el agua de las merluzas picantonas.
Sentados, observando el mar, entre fernet y sadwuches de carne, el sol fue colapsando y una paleta de colores empezó a pintar el cielo celeste del este uruguayo. El agua, mansa como su nombre, nos recibió con cálidas corrientes en donde flotamos y nadamos hacia la nada misma.
Y salió el mate, en tierras en donde el termo y la yerba van bajo el brazo hasta cuando se maneja una moto o bicicleta. Y descubrimos el atardecer y su magia. La magia que Nico y Mari nos hicieron saber desde su estadía en Ocean Park.
El cielo se fue desfigurando y la oscuridad fue apoderándose de los colores cálidos del atardecer. Y el nuevo viaje, empezó a jugar sus primeras cartas. 
Porque viajar, nos abre la mente y las puertas del mundo, nos da un hogar en cada casa y nos da el valor de valorar un lugar que extraña nuestro hogar y también nos da una noche para recorrer nuestro interior, nacer otra vez, crecer y volver, para saber que un viaje no es un milagro sino que el milagro, es la vida en viaje.

La Brava
Al levantarnos, la rutina del encuentro se producía en el desayuno, en donde todos se cargaban de energía para hacer del día el mejor de los días. 

En dos autos, las mujeres en el VW y nosotros, en el Citroën, partimos rumbo a la Brava. Para ello, debimos cruzar la ciudad de Punta del Este en su totalidad, en donde el puerto y las palmeras, los bares y los finos edificios con pileta en los balcones, decoraban el camino de la costanera.
El monumento a los pioneros, la terminal de buses y la tan fotografiada mano en la arena, fueron lo que percibimos antes de estacionar los vehículos y bajar a la playa casi directa al faro, en donde el Río de la Plata se deja mojar por el agua salada.
El viento, por momentos, se apoderó de la escena y la arena picaba en nuestros cuerpos. A falta de fernet, la cerveza uruguaya apareció en nuestros paladares y sufrimos el “austero” valor de las cosas. No nos habíamos dado cuenta, que en Punta todo tiene otro precio y fuimos “víctimas” de la ley de Mercado.
La playa, amplia y con un mar similar al que estamos acostumbrados a bañarnos, fueron los testigos de nuestra alegría. Las charlas, extensas y con contenido, iban intensificándose a medida que el tiempo de re-descubrirnos creaba incertidumbres y certezas.
En tanto, apareció la número 5 y el fútbol-tenis se hizo espacio en la inmensidad de la playa. El Cabeza, Pechu y el Tano, danzaron junto a la caprichosa que picaba y volaba por los aires a su antojo y merced porque el viento y la arena blanda, también hicieron su juego.    
Finalmente, sin que el sol se oculte en la mar, fuimos rumbo a Ocean Park a preparar la cena y la noche. Porque también vivimos bajo la luna. Porque viajar de noche nos motiva a dejar lo que perdimos y encontrar lo que buscamos y nos hace encontrar lo que somos, nos hace ser lo que perdimos.

La Amistad
 Desde que dejamos Máncora, con Tama sabíamos que con Nico y Noe nos íbamos a volver a encontrar para seguir alimentando la amistad de viajes. 

Porque los amigos que se conocen en tierras lejanas se aferran a lo más cercano del corazón. No sólo son aves de paso en la vida de uno, sino que se convierten en compañeros de la vida.
Y otra vez, la mansa y la playa 19 fue el lugar elegido para que nuestros brazos se entrelazaran en un abrazo infinito. Las risas, las palabras, las muecas y sobre todo, el respeto mutuo, hicieron de esa tarde una misa de la amistad.
Con los sentimientos a flor de abril, las risas se complementaron. Y seguimos el viaje, hacia el interior. Porque viajar es como mirar con los ojos abiertos al tiempo, es romper el mapa y las distancias, soltar los fantasmas y olvidar los prejuicios, viajar es crear nuestra suerte, hilvanar la imaginación y tejer los sueños.
Y este viajar, nos hace ver nuevos paisajes con viejos ojos y con otros ojos los mismos paisajes. Nos ayuda a entender que somos distintos, y sobre todo, que todos somos iguales. Gracias, amigos…


Próxima Estación, Piriapolis

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1 comentario:

Viajero Casual dijo...

He leído el artículo que has escrito, y me ha gustado mucho. Punta del Este me parece una ciudad fabulosa que visitar y pasar unas magníficas y relajadas vacaciones.

Además, por lo que he visto, hay muchos lugares turísticos que ver (https://viajerocasual.com/que-ver-en-punta-del-este/) y no sólo eso, también los hoteles de Punta del Este (https://viajerocasual.com/hoteles-en-punta-del-este/) son espectaculares y con todo incluido. También hay buenísimas opciones para los que quieren viajar económico, como son los fabulosos hostales de Punta del Este (https://viajerocasual.com/hostales-en-punta-del-este/).

Para rematar, yo soy un completo adicto a la carne asada uruguaya, sin duda la comida de Uruguay (https://viajerocasual.com/comidas-tipicas-de-uruguay/) está deliciosa. Me encanta el Asado, el Capeletis a la Caruso, el Chivito, la MIlanesa a la Napolitana y los churros con dulce de leche. Puedo decir que estoy completamente enamorado de Punta del Este y Uruguay en general. Animo a todos los que puedan a visitar Uruguay y específicamente, Punta del Este. ¡No se arrepentirán!