lunes, 9 de marzo de 2015

Estación Juan Lacaze

No tengo un amigo ingles, no tengo un amigo ingles,
no tengo un amigo ingles tengo uno en Uruguay
Si digo che me dice vooo
Si digo si me dice taaaaa
Ta todo bien, esta de mas
Y con la chiva va a pedalear...

Marcos Luna


Después de despedirnos de la familia y de los amigos, empezaba el viaje en sí, el viaje en dos ruedas por las calles de Buenos Aires hasta el Puerto de Colonia Express. Tamara, Eliana, Marcelo, el negrito Luna y Gonzalo.

Las bicis, equipadas para la aventura, empezaron a mostrar sus primeras falencias, el portaequipaje de la rusa se quebró y se arreglo con precintos pues, el viaje no se podía detener. Los 10 km por la ciudad mostró la primera cara de coraje de las chicas y del grupo en general.
Los autos, a las 6.30 hs son tantos que la ciudad parece nunca dormir. Casi una hora después, llegamos a destino y realizamos los trámites correspondientes. La emoción y el cansancio, fueron los primeros síntomas del equipo.
Así, llegamos a suelo uruguayo, más precisamente a Colonia, en donde recorrimos sus calles empedradas y su historia mientras cebábamos unos mates a orillas del río. Las fotos y las risas, fueron parte de nuestro tiempo. Tiempo que pierde tiempo cuando no es apresurado ni controlado por la máquina del tiempo.
Las bicis rumbeando por la ruta 1 fue la constante de esta jornada. Las lomadas hacían sufrir al equipo y las bajadas hacían gozar el vientito en la cara. Y en esta oportunidad, también implementamos pedalear 10 km y para 15 minutos para alimentarnos y refrescarnos.
Después de 30 km recorridos en tierra de Artigas, mientras estirábamos las piernas y comíamos barras de cereales, apareció la camioneta de Nico y la alegría supero todo dolor muscular. Entre abrazos y sonrisas, fuimos un fuego encendido de energías. Energías positivas…
De esta manera, hicimos los 17 km que nos separaban de Juan Lacaze, la primera parada. Después de dejar la ruta y de pedalear los 7 km que nos separaban de dicho pueblo, llegamos a la respuesta de que no había campings ni alojamientos para darle descanso y un baño a los huesos.
Finalmente, nos reencontramos con Nico en La Bombonerita, un pequeño bosque a la orilla del río, en donde decidimos dejar las carpas y gracias a la buena voluntad de Lorena, pudimos bañarnos en las duchas de un Polideportivo Municipal.
Así, fuera de las normas y con el mundo girando a nuestro alrededor, prendimos el fuego para cocinar unos capelettines con salsa, para cerrar el día.
En ese ínterin, se acercó una moto y se presentó, el muchacho se hacía llamar William y nos enseñó toda su gratitud. Nos trajo una garrafa con mechero, un colador y otra olla para preparar la salsa. Sin dudas, la magia de la carretera, se presenta cotidianamente cuando uno se expone a estos encuentros inesperados y sin aviso.
El mundo que gira, solo se torna alrededor de una bici, una carretera, unas botellas de agua y algo para alimentar la máquina que es el cuerpo mismo. Y ese mundo, se llena de actos y eventos con las personas que se van cruzando y acercando.
La luna, se hizo presente frente al río y como un pañuelo sucio, decoró nuestras retinas y la del bosque, que se regocijaba con el viento y con la luz. 

Próxima estación, el destino…

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