jueves, 19 de marzo de 2015

Estación Ocean Park

Seguir el viaje y ese “que se yo” que se vive diariamente cuando el cuerpo flota y la mente navega sin rumbos y con misterios.
¿Qué somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿De a dónde venimos? Son más que interrogantes que nos planteamos mientras Tama cebaba el mate, Nico trituraba el queso, Marcos endulzaba las galletas, Eli revolvía el café con leche, María escogía su taza y quién escribe, se enamoraba de todo lo que lo envolvía. 

Y lo que nos rodeaba, era una atmósfera de libertad explícitamente libre de contaminación ambiental y discursiva porque nuestros días en Ocean Park estuvieron lejos de la televisión que miente, de los diarios que desinforman, de las publicidades que inducen, de los lujos que provocan egoísmos y de lo inhumana que es la vida en el cemento.
El bosque, que habita aproximadamente a 250 personas, está ubicado en el kilómetro 111 y a 15 minutos del bullicio de Punta del Este. La historia dice que fue creado en 1960 y que sus lotes se empezaron a vender en una oficina ubicada en la ciudad de Buenos Aires.
Donde la idea principal fue hacer un barrio privado y de allí el nombre en inglés, poco frecuente por estas latitudes. Sin contar precisamente la cantidad de construcciones, se pueden apreciar dos supermercados, una farmacia, un bar y un parador en la playa. Y todo lo demás, es Madre Tierra en su esplendor.
Entonces, todas las preguntas que nos hicimos al comienzo del texto, se fueron resolviendo y dándole apertura a otros interrogantes que se desarrollaron a lo largo de la estadía. La playa, silvestre, amplia y sin viento, nos abrazó por las tardes, cuando el sol se hacía luna y el cielo se transformaba en una paleta de muchos colores.
Aquí, la amistad y el silencio, porque el silencio es un compañero de los viajes, anduvieron haciendo su viaje. Porque vamos por fuera, caminando y dejando huellas y también por adentro, alimentado el alma y el corazón.
El corazón que late por el amor que recibimos y ofrecemos y el alma, que se regocija y sobrepasa la materia y el pensamiento.
Mientras creo terminar estas líneas, Nico prepara la parrilla, Marcos enciende el fuego, las chicas charlan en la cocina y yo, observo y veo, lo lindo que es vivir en comunidad… gracias al viento y a sus estrellas, que nos dan energía para vivir.

Próxima estación, Punta del Este  

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