Por la ruta 9, paseamos por la Laguna de Rocha, en la cual se está construyendo un puente circular y paramos a almorzar en La Pedrera, mirando el mar.
lunes, 30 de marzo de 2015
Estación Punta del Diablo
“Y la vida es uno mismo, y uno mismo son
los otros”...
Juan Carlos Onetti
Salimos de Ocean
Park con la iniciativa de hospedarnos en Punta del Diablo y así ocurrió. Antes
del medio día, estábamos por la carretera superando la distancia pertinente. A
sólo 200 Km. De Punta del Este, nos introducimos en un mundo distinto, el de
PUNTA DEL DIABLO.
Por la ruta 9, paseamos por la Laguna de Rocha, en la cual se está construyendo un puente circular y paramos a almorzar en La Pedrera, mirando el mar.
Cerca de las 17
horas, visualizamos el pueblo de 800 habitantes y 0 hoteles. Todo lo que empezamos
a observar eran posadas y cabañas y bares y restaurantes.
“Un lugar lleno
de mística, alimentada por su nombre y viejas historias de naufragios”. Dice la
web Punta del Diablo “aún sigue siendo un pueblo de pescadores y artesanas,
que, viviendo al ritmo de las estaciones y las mareas, reivindica el contacto
con la naturaleza como forma de vida”.
Nosotros, nos
hospedamos en la “casa de Pablo” por 8 dólares cada uno. En un hospedaje con
habitaciones privadas y compartidas, comedor y cocina. En donde respiramos
brisas de libertad y amistad. Punta del Diablo, nos habían dicho “es un viaje
hacia el mar. Aquí no hay celulares, ni computadoras, ni jefes, ni súbditos”.
Y, algo de todo esto es verdad.
Los lugares
turísticos cercanos son: el área costero-marina protegida de Cerro Verde, una
punta rocosa elevada cubierta por vegetación y ubicada en la jurisdicción del
Parque Nacional de Santa Teresa, el parque y la fortaleza de Santa Teresa,
el balneario La Coronilla, la ciudad de Chuy, el fuerte San
Miguel y el balneario La Esmeralda.
Pero más allá,
de estos argumentos naturales y vivenciales, con Tama fuimos en busca de
Sergio, un amigo que habíamos estrechado relaciones en Máncora (Perú) en 2014.
Y nos re-encontramos en el Hostal donde brinda sus servicios para seguir
viajando en tiempos de descanso.
La magia, sin
dudas, de los viajeros que se encuentran y desencuentran por la distancia,
sigue intacta. Sergio, se sorprendió al vernos en la puerta de su “segunda”
casa y un abrazo eterno fue el acto de amistad.
Y entre charlas
y mates, fuimos a caminar por la playa y el parque Santa Teresa.
En resumen,
Punta del Diablo, fue un punto de encuentros, de viajes internos y de
naturaleza junto al mar.
Próxima
Estación, Buenos Aires y Manu Chao
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