jueves, 7 de agosto de 2014

Estación Isla del Sol



“He llegado a la conclusión de que el Premio Nobel de la Paz jamás va ser para movimientos sociales o personalidades anticapitalistas y antiimperialistas. De eso estoy convencido” Evo Morales

En periodismo, te enseñan que para escribir una nota, debes titular al inicio para no perder el hilo conductor de la redacción.
A veces, no hacemos caso a la regla y el título lo escribimos al final, cuando la crónica está corregida y visada para ser publicada.
En esta oportunidad y pensando en Heriberto, el hombre en cuestión, no tuve dudas en escribir el título pensando en su persona. Pues, la embarcación que dejo el muelle a las 8.30 horas, iba calmo por las aguas del majestuoso Titicaca, cuando un hombre vestido con la camiseta del Club Bolívar, se presentó ante los tripulantes: “mi nombre es Heriberto y seré el guía de la caminata de la Isla del Sol, de norte a sur”.
Su sonrisa, le cubría el rostro en cada pausa y su mirada, destilaba, una enseñanza ancestral: “mi lengua es quechua y hace dos años aprendí hablar en español”. Y continuó “me cuesta decir algunas palabras así que ustedes me irán corrigiendo y yo estaré aprendiendo, también de ustedes”.
La nave, llegó al sitio requerido y pagamos un ticket de ingreso ($5 bolivianos), nosotros, abonamos como bolivianos porque así lo habíamos charlado con el dueño de la embarcación. Subimos una cuesta e ingresamos al sitio arqueológico, luego visitamos la mesa sagrada y la piedra con la cara del jaguar.
Heriberto, hablaba y explicaba la historia de sus antepasados en cada paso de la isla y remarcaba que él era Tehuanaco y no de descendencia Inca. En una ocasión, el sendero nos encontró a la par y nos miramos con admiración:
- Heriberto –le dije- ¿no cree que la isla está contaminada por el dinero?
- Sí – fue su cortita y rotunda respuesta.
- De esta manera –le pregunté- ¿no tiene miedo de perder su cultura y sus tradiciones?
- Nosotros –me dijo- ya vestimos como civilizados y los niños, están más preocupados por el celular que en ayudar a cultivar la tierra.

Con la voz entrecortada, me afirmó que “el sistema capitalista todo lo puede y que la misma situación se vive en cada rincón del mundo”. En tanto, todos seguíamos caminando y él, le explicaba al grupo, la forma de vida de sus ancestros.
En una pausa, preguntó mi nombre y se echó a reír con afecto. Entre muchas palabras que mencionó, mientras escribo estas líneas, aún me siguen retumbando en mi cuerpo la afirmación de que “con Evo Morales hemos podido ser hombres libres en Bolivia”.
Antes –dijo- no podíamos ir a La Paz y pisar la Plaza Murillo. Mis ojos, se empaparon de dignidad, de identidad cultural, de práctica social y de costumbres. Así, el camino hacia e sur, iba llegando a su final.
La zona sur de la isla, se vestía de hospedajes y restaurantes y nuestro barco, esperaba en la orilla para zarpar.
Heriberto, se acercó y me pidió (rogó) el chaleco polar que portaba con el bordado de “Argentina”. Dudé un instante porque era un obsequio de mi hermano Marcos pero entendí que iba a estar feliz cuando le cuente la historia de vida de Heriberto.
Finalmente, a casa, me llevo el viento de la isla, la compañía de Tama y Leo, algunas fotografías, el recuerdo de un gran hombre y la casaca de Bolívar, que ahorita tengo puesta, que me dio de agradecimiento por nuestra amistad.
Cerca de las 18 horas, llegamos a Copacabana y arreglamos las mochilas porque al otro día partíamos hacia La Paz.  

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