miércoles, 24 de enero de 2024

Crónica de viaje: Monte Dos Hermanas, el eco de una historia compartida

Por primera y única vez, Gastón, Marcos y Gonzalo pusieron pie en las Islas Malvinas. No fue un viaje turístico, ni un capricho de la nostalgia. Fue una peregrinación íntima, un acto de memoria fraterna. Y el Monte Dos Hermanas fue el corazón de ese viaje.


El viento los recibió con la dureza que solo tiene el Atlántico Sur. Frío, insistente, como queriendo poner a prueba su decisión. Frente a ellos, se alzaban las laderas ásperas del monte. Rocas dispersas, pastizales duros y una silueta que parecía quieta, pero que estaba cargada de historia.

—Parece que el monte respira —dijo Gonzalo, con los ojos húmedos.

Marcos asintió en silencio, y Gastón, que llevaba un cuaderno entre las manos, apuntó algo que no compartió en voz alta.

Subieron en silencio. No era una caminata más. A cada paso, les pesaba el conocimiento de lo que había ocurrido allí, en esas mismas piedras, más de cuarenta años antes. Fue en esas coordenadas donde los soldados argentinos resistieron con fiereza el avance británico durante la noche del 11 de junio de 1982. En ese mismo monte, los hombres del subteniente Franco enfrentaron cuerpo a cuerpo a los infantes de marina británicos de la Compañía Yankee.

Muchos informes británicos describieron esa batalla como un triunfo ágil. Pero la realidad fue distinta. El testimonio del excombatiente argentino Mario Volpe lo recuerda con firmeza:

“Nos bombardearon toda la noche. Resistimos hasta que no pudimos más. No fue una retirada: fue un retroceso obligado por el peso del fuego. Pero nunca dejamos de responder.”


Y es que la resistencia fue tal que el buque HMS Glamorgan tuvo que retrasar su avance, permaneciendo más tiempo del previsto para brindar apoyo. Ese error táctico lo expuso: fue alcanzado por un misil Exocet argentino lanzado desde la costa, provocando la muerte de 13 marineros británicos y dejando 30 heridos.
Gastón leyó en voz baja un párrafo subrayado en su cuaderno, tomado del libro de Nick van der Bijl:
“La determinada resistencia de los hombres del subteniente Franco significó que el crucero ligero británico HMS Glamorgan fue alcanzado, en una de las últimas acciones de la guerra.”

—Acá estuvieron... resistiendo hasta que el cuerpo no dio más —dijo Marcos, mientras tocaba un fragmento oxidado de metal que sobresalía de la tierra.

Cuando alcanzaron la cima del monte, los hermanos se quedaron un momento en silencio. El viento les traía un zumbido lejano, como si aún resonaran los gritos, las órdenes, los disparos. No había monumentos allí arriba. Solo el paisaje intacto, el mismo que habían visto los ojos jóvenes de aquellos combatientes.

—No puedo explicar lo que siento —dijo Gonzalo—, es como si lo que pasó siguiera pasando.

Gastón dejó el cuaderno abierto sobre una roca. En la última página había escrito:
“Venimos para mirar, para escuchar, para no olvidar. Esta tierra no está sola.”

Y entonces lloraron. Sin vergüenza, sin palabras. No por nacionalismo vacío, no por odio, sino por los nombres, las voces, las vidas. Por los que estuvieron y por los que no volvieron.


Reflexión histórica

El Monte Dos Hermanas es más que un accidente geográfico. Es una de las marcas profundas de una guerra que dejó heridas abiertas en la memoria colectiva argentina.
A diferencia de las narrativas simplificadas, muchos soldados argentinos lucharon con coraje, a pesar de las adversidades, del hambre, del frío y del abandono logístico.

El excombatiente y periodista Edgardo Esteban ha dicho:

“El problema no fue la valentía de los soldados, sino el contexto en el que fueron enviados. Éramos pibes. Pero pusimos el cuerpo.”

Los hermanos bajaron del monte con otra mirada. Cada paso hacia el campamento era también un paso hacia una comprensión más humana, más compleja, más real.


Esa fue su primera y última vez en Malvinas. Y también fue un renacer.

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