martes, 23 de enero de 2024

Estación Monte Harriet:

Por momentos, el viento parecía detenerse. Como si también él necesitara escuchar. Gastón, Marcos y Gonzalo subieron en silencio. Cada piedra era una historia. Cada respiro, un recuerdo que dolía. 

El Monte Harriet fue el primero que caminaron. No sabían si era la niebla o la emoción lo que empañaba la vista. “En cada respiración y latido”, dijo Gastón, como si el monte les hablara. Y quizás sí: hablaba con voces enterradas, con explosiones aún retumbando bajo tierra.

La batalla por este monte comenzó la noche del 11 de junio de 1982, con un bombardeo naval británico. Dos soldados argentinos murieron. Veinticinco quedaron heridos. Las sombras de aquella noche aún se arrastran por las laderas. Como escribió el corresponsal británico John Witheroe:

“La montaña entera parecía estar a punto de estallar en llamas. Parecía imposible que alguien pudiera sobrevivir a un ataque así… La noche entera estaba iluminada por resplandores, que cubrían con un manto mortal e irreal a toda la escena.”
(Fuente: The UNTOLD Battle For Mount Harriet | YouTube)

Los hermanos seguían subiendo. En silencio. Como si temieran despertar a los muertos. Allí, en ese suelo, 18 soldados argentinos dejaron la vida. Algunos por el bombardeo. Otros, cuerpo a cuerpo, en trincheras de barro y coraje.

Algunos medios ingleses quisieron pintarlos como adolescentes asustados. Pero John Cartledge, marine británico que estuvo allí, los desmintió:

“Los argentinos eran buenos soldados… estaban bastante preparados… estaban mejor equipados que nosotros… Opusieron una fuerte lucha de principio a fin.”
(Fuente: fundacionmalvinas.org)

Gonzalo se detuvo. Miró el horizonte, ese que alguna vez fue fuego y humo. Dijo bajito, como hablándole a alguien que ya no está: “A veces hay que caminar para entender”. Y siguieron.

El subteniente Lautaro Jiménez Corbalán, que comandaba a 45 hombres, también dejó su testimonio:

“Tuvimos seis muertos… y 14 heridos, entre los cuales estaba yo… pero todos hemos vuelto con alguna herida, en el cuerpo o en el alma.”
(Fuente: Malvinas en Primera Línea)

Y esa última frase quedó resonando en los pasos de Marcos, el mayor de los tres. Porque eso fue el monte Harriet: una herida que todavía no cerró.

La guerra se llevó todo y dejó poco. Los británicos avanzaron. Capturaron 200 prisioneros argentinos. El Batallón de Comandos 42 fue condecorado con medallas, cruces y menciones.

Pero Gastón, Marcos y Gonzalo no fueron por medallas. Fueron por memoria. Por respeto. Por los que quedaron. Por los que volvieron distintos. Caminaron esa montaña como quien pisa un cementerio sin tumbas. Y cuando bajaron, no eran los mismos.

Porque el monte Harriet no es sólo una geografía. Es un testigo. Es un lamento. Es un latido de la historia que aún se escucha, si uno se detiene a respirar.

Comparte esta entrada

votar

No hay comentarios: